5 temas claves a los que prestar atención en la histórica cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un

Corea del Norte - Estados Unidos

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«Todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas y tengo un botón nuclear en mi escritorio», dijo Kim Jong-un en su recordado discurso del 1 de enero. Donald Trump le respondió el 2 a través de su cuenta de Twitter. «Yo también tengo un botón nuclear, pero es mucho más grande y más poderoso que el suyo».

Apenas pasaron seis meses de ese cruce, que marcó el punto de máxima tensión en la relación entre Corea del Norte y Estados Unidos desde el fin de la Guerra de Corea, en 1953. Ni el pacifista con mayor optimismo podía imaginar en ese momento que el mundo estaría ahora en la antesala de la primera cumbre de la historia entre mandatarios de estos países.

El 12 de junio a las 9 am de Singapur, Kim y Trump se verán con agenda abierta en el exclusivo Hotel Capella de la isla Sentosa. El camino que condujo hasta esta cita fue tan abrupto como oscilante.

La comunidad internacional empezaba a asimilar el 7 de marzo la noticia de que los líderes de las dos Coreas se reunirían por primera vez en terreno neutral, cuando el asesor de seguridad nacional surcoreano, Chung Eui-yong, hizo el sorpresivo anuncio tras su encuentro con Kim. El dictador le había transmitido su voluntad de mantener un encuentro bilateral con Trump. Sin discutirlo demasiado con sus asesores, el Presidente aceptó la invitación.

El 10 de mayo se acordó la fecha y el lugar. «Será un momento muy especial para la paz mundial», tuiteó Trump. Todo parecía encaminado, hasta que el 24 de mayo la diplomacia norcoreana arremetió contra el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, por sugerir que el régimen podría terminar como la Libia de Muamar Gadafi.

Kim buscará dejar en claro que jamás aceptará una desnuclearización unilateral
Cheo Son-hui, viceministra de Relaciones Exteriores, calificó los comentarios de «idiotas y estúpidos». Horas más tarde, Trump anunció la suspensión de la cumbre. «Es una gran oportunidad que perdió el mundo», dijo.

Pionyang difundió al día siguiente un comunicado en un tono conciliatorio, expresando perplejidad ante la decisión y mostrándose dispuesto a dialogar. El 31 de mayo volvió definitivamente la calma. El secretario de Estado, Mike Pompeo, recibió en Nueva York al vicepresidente norcoreano, Kim Yong-chol, que viajó luego a Washington para reunirse con Trump.

Luego de tantas décadas de amenazas cruzadas y de una tensión en aumento, y tras los insólitos vaivenes de las últimas semanas, Trump y Kim se reunirán el martes en Singapur.

Estos son los temas claves que pueden marcar el histórico encuentro:

La desnuclearización de la península

«Cómo desnuclearizar Corea del Norte, desde el punto de vista estadounidense, y cómo garantizar la seguridad del régimen de Kim, desde el punto de vista norcoreano, son los dos temas paraguas que se discutirán», dijo a Infobae Kim Sung-han, director del Instituto Ilmin de Relaciones Internacionales de la Universidad de Corea, y ex viceministro de Asuntos Externos.

En sucesivas declaraciones emitidas en los últimos meses, Pionyang se mostró dispuesto a avanzar en el desmantelamiento de su arsenal atómico. Pero hay muchas diferencias entre las partes en cuanto a los tiempos, los controles y las retribuciones que formarán parte de la negociación.

«Estados Unidos —continuó Sung-han— intentará que Corea del Norte acepte un Desmantelamiento Completo, Verificable e Irreversible (CVID por la sigla en ingés), en un plazo máximo de dos años, antes de la campaña por la reelección de Trump. Kim tratará de impedir que Washington le imponga límites fijos. Prefiere que sea un proceso por etapas y sincronizado, que le permita ganar tiempo y maximizar las compensaciones por esa desnuclearización gradual».

Como señal de buena voluntad, el líder supremo invitó hace dos semanas a un grupo de periodistas extranjeros para que presencien la destrucción de al menos parte del centro nuclear de Punggye-ri, donde se realizaron las pruebas de los últimos años. Sin embargo, nadie cree que está dispuesto a disminuir su poder de fuego sin pedir nada a cambio.

«Kim buscará dejar en claro que jamás aceptará una desnuclearización unilateral. Por eso pretenderá que haya cambios en la postura militar estadounidense. Corea del Norte habla de ‘desnuclearizar la península’, lo cual parece incluir a los activos militares de Estados Unidos, como los submarinos nucleares que han estado operando en las aguas peninsulares», explicó Carla Freeman, directora del Instituto de Política Exterior de la Universidad Johns Hopkins, consultada por Infobae.

Las sanciones

«Las preocupaciones de Corea del Norte en materia de seguridad son existenciales —dijo Freeman—. Quiere asegurarse de que Washington se abstenga de tomar acciones militares para derrocar al régimen. Kim también está indudablemente interesado en un alivio de las sanciones y, quizás, en promesas de inversión y de comercio con Estados Unidos. A largo plazo, puede que pretendan la normalización de las relaciones».

Si bien Kim jamás podría admitirlo en público, una de las principales explicaciones de su inesperado giro diplomático es la desesperante crisis económica que atraviesa el país. Las numerosas sanciones aplicadas por la comunidad internacional por su plan armamentista, que le impiden comerciar con el resto del mundo, golpean duramente a un país que de por sí tiene escasos recursos.

«Corea del Norte ha señalado que no busca asistencia económica por parte de Estados Unidos, pero ciertamente espera algún tipo de alivio. Puede ser a través de una atenuación de las sanciones, de ayuda humanitaria o de inversiones extranjeras», sostuvo Mark Tokola, vicepresidente del Instituto Económico de Corea, en diálogo con Infobae.

La firma de la paz

«Una probable meta de la cumbre es que haya un compromiso entre Trump y Kim para alcanzar un acuerdo de paz en la península. Si bien no sería legalmente significativo, sería importante desde lo simbólico, porque marcaría el inicio de un nuevo capítulo. Un resultado como ese le permitiría a Trump obtener muchos elogios, algo ciertamente buscado por él», dijo Freeman.

Los enfrentamientos entre los ejércitos del Norte y del Sur culminaron el 27 de julio de 1953, con la firma de un armisticio. Si bien el cese de hostilidades se mantuvo hasta el momento, los países siguen técnicamente en guerra, ya que nunca se acordó una paz definitiva. No será fácil, porque implica rediscutir por completo el estatus de la región y las relaciones entre ambas naciones.

«Los dos bandos intentarán conseguir algo dramático e histórico, como anunciar el fin de la Guerra de Corea —dijo Tokola—. Pero los detalles técnicos de cómo terminar el armisticio, y las negociaciones de un tratado de paz, requerirán mucho más trabajo».

Objetivos no declarados

«Ambos líderes ven esto como una oportunidad para posicionarse como los hombres de Estado globales que imaginan ser. Creo que Kim ve a Trump como alguien de quien puede sacar ventaja. Va a tratar de acordar que este proceso sea largo y gradual. No va a dejar su programa de armas nucleares así sin más. No está claro cuáles son las metas de Trump. Públicamente, el objetivo es el desmantelamiento completo e irreversible del plan atómico, pero hay quienes piensan que sólo le interesa la foto, y que está poco preparado para la cumbre», sostuvo Karl Friedhoff, especialista en política asiática del Consejo de Chicago para Asuntos Globales, consultado por Infobae.

Cuando se les pregunta, los protagonistas responden lo mismo: su objetivo de última instancia es la paz. Pero no hay políticos altruistas. La prioridad es siempre maximizar su capital a nivel interno y externo. En ese marco de referencia hay que insertar la cita.

«Para Trump, el encuentro es un símbolo de su rol como hacedor de acuerdos en jefe. Desde hace décadas manifiesta su preocupación por el programa nuclear norcoreano y llegó al gobierno prometiendo terminar con esa amenaza. Su voluntad de sentarse con Kim implica un importante quiebre respecto de la ‘paciencia estratégica’ de su predecesor», dijo Freeman.

Resultados inciertos

«Si la cumbre sale bien, algo que debería ocurrir por la preparación que hubo, podemos esperar hacia adelante muchas rondas diplomáticas que involucren a todos los países necesarios para apoyar una resolución sobre la cuestión coreana: Corea del Norte y del Sur, Estados Unidos, China, Japón y Rusia. Si bien será un proceso lento y complejo, la situación será mucho mejor que la de fines de 2017, cuando parecía haber un riesgo significativo de conflicto», afirmó Tokola.

No hay consenso entre los analistas respecto las perspectivas de éxito de este acercamiento entre actores que hasta hace muy poco amenazaban con borrarse mutuamente del mapa. Se han dado algunas señales de peso, pero hay muchas razones para tomarlas con escepticismo.

«Que haya cambios en la península depende de un giro estratégico de Corea del Norte —dijo Friedhoff—. Si decidió que ya no necesita armas nucleares para sobrevivir, podremos ver el establecimiento de una paz duradera. Pero, si esta distensión es táctica, eventualmente volveremos a las provocaciones y poco habrá cambiado. Hay evidencias más convincentes de que es táctico y no estratégico, así que debemos permanecer esperanzados, pero no optimistas sobre la perspectiva de que haya una transformación real».

Muchos de los interrogantes que hay en el aire comenzarán a despejarse el mismo martes, cuando se conozca la declaración conjunta emitida por los dos países tras el encuentro. El texto debería ofrecer algunas pistas del compromiso real de las partes con este proceso.

«Si están incluidos tres conceptos claves, que son CVID, normalización diplomática y metas de desnuclearización en años o meses, podemos esperar una transformación dramática tras la cumbre. Si esos tres conceptos están ausentes, y la declaración conjunta está inundada de palabras abstractas, tomará mucho tiempo hacerlas más claras y concretas, lo que demorará la transformación de la península», concluyó Sung-han.

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