Cuando se agote mi sabia,
(También mueren las chicharras)
Mis manos no sean ya
Florecidas ramas,
Y se me agote, flor del cansancio,
La fuente de mis palabras,
Quémenme en una tinaja
Regazo de barro, intención de mujer,
Forma, sol, canto y alas.
Mi ceniza entonces será blando madejón de plata,
Y ya no beberé en las tardes
El vino de las nostalgias.
-Dejadme, milagrero, entonces,
En una escuela pequeña,
Convertida en suave almohada
Para que repase en mí
Un chango, de esos changos
Que en lugar de hacer cuentos
Todo el año canta y canta.
-¡Milagrero! Haz conjunción de sustancia.
Yo abandonaré sus sueños,
Él contribuirá con su gracia.
Vendimia de rosas y ébano
Casco sonoro. Exquisito coro.
Un batallón de Plateros
Enjambre de chango y chicharras
Hará para mí, ronda redonda
En la noche y la alborada.
-¡milagrero! ¡Milagrero! Haz este milagro:
Fiebre del viento en la copa
Del árbol que medio su sabia;
Para que el chango más chango
Quiere ser, cuando no tenga eco
Ni inquietud, ni deseo, ni palabra,
Sol, suave y mullida almohada.
¡Milagrero! ¡Milagrero! Hacer este milagro
No te costará nada.
Blanca Irurzun
Libro: Luna florecida en Blancos Astronautas