—Venís hablando hace tiempo del estado de salud de la Presidenta y acabás de publicarSecreto de Estado. La verdad sobre la salud de Cristina Fernández de Kirchner donde hablás de nuevas patologías.
—El libro tiene información ya conocida, que está profundizada, y tiene revelaciones sobre el tema de la bipolaridad y algo de lo cual no se sabía nada que es una atrofia del lóbulo frontal bilateral, que tiene un correlato de síntomas en sus conductas que son de interés en relación a lo que el libro quiere marcar: cómo la salud de un jefe de Estado puede afectar sus decisiones políticas.
—¿Qué comentarios recibiste de su entorno? ¿Qué le genera a ella este trabajo?
—Por supuesto que no le genera ningún placer. Al margen de la crítica y el disgusto, fue la confirmación de toda la información que dimos. En el gobierno y en su entorno genera molestias, enojo, porque la información es cierta.
—¿Puede ser presidente una persona bipolar?
—Sí, en la medida que esté bien tratada. Lo importante es que pueda tener el tratamiento que le permita estabilizar sus reacciones anímicas frente a las dificultades del gobierno. Hay una cosa muy importante que ocurría mientras Néstor Kirchner estaba en vida. Néstor decía: «No le lleven malas noticias a Cristina». Tenía que ver con esto, la quería proteger de todo el estrés y la tensión que ella tiene para enfrentar las malas noticias.
—¿En qué momentos identificás esto? Hablaste de episodios en los que Cristina se corrió de la vida pública.
—Hubo tres episodios claramente identificados. Uno fue en el 2008, 2009, cuando hace una lipotimia, que duró 15 días y no se sabía qué le pasaba. Ese fue un episodio de tensión dentro de su cuadro de bipolaridad. Hubo otro, después del hematoma subdural, ella estuvo durante un mes ausente, eso tuvo que ver también con su cuadro de bipolaridad. Y hubo otro durante el Mundial. Dilma Rousseff la había invitado a ir a la final, y tuvo un episodio de una faringolaringitis que le duró 15, 20 días… Ese también fue un episodio claramente relacionado con su bipolaridad, en un momento en el cual estaba afrontando la tensión de la disputa con los fondos buitre.
—Esos serían ejemplos de la parte depresiva ¿y de la euforia?
—El ejemplo más claro de esas conductas descontextualizadas sería… ¿te acordás de aquel episodio en el que, en el medio de los saqueos, con 13 muertos, ella va y baila? Esa es una manifestación de una conducta absolutamente inadecuada, que se explica en parte por la bipolaridad y en parte por la patología frontal.
—¿Qué genera esta patología que mencionás?
—El lóbulo frontal es el que regula emociones y conductas. La persona que tiene una alteración en su lóbulo frontal presenta conductas impulsivas, desinhibidas, descontextualizadas. Hay ejemplos de Cristina, de lo que es la desinhibición, el desenfreno. Lo hemos visto, sobretodo en «Aló Presidenta», cuando a lo mejor en el medio de un discurso, ella le está diciendo a un ministro: «Qué lindo te queda ese saco». Entre los neurólogos que han tratado a Cristina, todos reconocen que ella tiene esa patología. Unos dicen: «Tiene mucha sintomatología»; y otros: «Tiene menos sintomatología». Cuando Cristina cree que todo está bien, ella cree que todo está bien. Uno a lo mejor piensa: «Bueno, no, debe ser una ficción». Cristina está convencida de que la realidad es como ella la describe. Todos estos componentes psiquiátricos y neurológicos tienen mucho que ver con esta percepción de la vida y del poder que tiene Fernández de Kirchner.
—¿Cómo impacta en una persona con esta patología el resultado de las elecciones y este proceso de finalización del mandato?
—Mal. Las reacciones de Cristina frente a la derrota son malas. Si vemos el último resultado, hay una clara actitud de despegarse de eso. El que perdió fue Scioli, ella en su discurso tiene una reacción donde la derrota es de los otros. Claramente, en esta campaña electoral la derrota también ha sido de Cristina Fernández de Kirchner.
—¿Dónde imaginás a Cristina después de diciembre?
—Va a ser muy difícil para Cristina. Hay una vida dentro del poder desde el año ´91 y está claro que Cristina muere por el poder y que su vida se nutre por el poder, ese componente narcisista que tiene su personalidad necesita nutrirse del poder para darle esa notoriedad que ella busca.
—¿Y cómo puede impactar, esa ausencia de poder, en estos cuadros clínicos?
—Va a depender del nivel de contención que tenga. Hay que ver qué contención le da la familia, qué tipo de contención médica tiene, porque no va a tener más la Unidad Médica Presidencial. Debería tener un médico de cabecera de jerarquía científica para coordinar el trabajo de los distintos especialistas que deben trabajar en el mantenimiento de su salud. Cristina necesitaría un apoyo psicológico permanente.
—¿Puede querer volver?
—Yo creo que sí. Está claro que el sueño de Cristina es volver. Por eso el libro termina con eso. La salud, ella la tendría que cuidar para su bien, pero fundamentalmente para alimentar su sueño principal que es volver al poder.
—Te cambio de tema, ¿cómo estás viendo la campaña?
—Es una campaña muy pobre. Increíblemente, con un Scioli que ha vivido su victoria, por un estrecho margen, como una derrota. Desde un punto de vista numérico, ganó Scioli por tres puntos. En lo que se ve en la campaña, políticamente perdió Scioli y ganó Macri. Scioli, al apelar a esta metodología de la campaña negativa, algo absolutamente ajeno a su personalidad, está cometiendo un error fuerte. Primero, porque está dirigida al votante que ya tiene, no me impresiona que pueda conquistar al votante que no tiene. Y, segundo, es una campaña en la que todo el tiempo habla del otro, sin hablar de lo que él realmente va a hacer, y creo que las caras demuestran muchas cosas.
—Está enojado, ¿no?
—Está enojado. Vos lo ves a Macri sonriente… Hasta la primera vuelta, las caras eran al revés. Scioli tenía la plena seguridad que ganaba y Macri estaba ahí, con toda la frustración de saber que no llegaba. Y hoy es al revés; vos lo encontrás a Scioli con una cara destemplada, enojada, permanentemente contestando de mal talante y lo ves a Macri con una gran soltura, y con un contacto con la gente del cual hoy carece Scioli.
—Macri lo capitalizó, lo transformó en chistes…
—Exactamente, cuando una campaña negativa genera esta respuesta desde el absurdo, alguien debería decir: «Mirá, me parece que entramos en el grotesco». Rehacer la campaña es complicado, eh.
—¿Son tan distintos Macri y Scioli?
—No. Cuando vos ves la historia, tienen muchísimas similitudes. No eran amigos, pero tenían una relación de cercanía enorme. Uno no debe olvidar que en enero de 2011 jugaron aquel partido en La Ñata, que se sacaban fotos y demás. Por eso extraña lo de Scioli, porque Scioli se kirchnerizó en la campaña, y el mensaje que vino de las urnas no es kirchnerista. El kirchnerismo quedó en minoría.
—Scioli se kirchnerizó, pero había grupos que decían: «Una vez que sea Presidente no va a continuar este modelo»; y él insistía: «Yo vengo diciendo que soy kirchnerista, créanme». Ahora, de repente, se aleja. Es un poco confuso también.
—Muy confuso, cuando vos tenés este tipo de doble conducta es muy difícil tener efectividad en lo que hacés en la campaña. Sobre todo cuando, además, es evidente que el gobierno no lo quiere a Scioli. Es evidente que Cristina hubiera querido quedarse. Es evidente que Aníbal Fernández no lo quiere, Randazzo por supuesto tampoco y seguramente hay muchos otros que no lo quieren.
—¿Le está jugando en contra, Cristina, a Scioli?
—Sí, en los hechos sí. Cuando el otro día Cristina dice: «Yo veté el 82 por ciento por esto, por esto y por esto», tres horas después de que Scioli dijo que iba a dar el 82 por ciento, le estás dando una cachetada a tu candidato. Cuando vos hacés un acto como el último como Presidenta, me refiero al de Casa Rosada y te la pasás hablando de vos y la única mención a Scioli es: «Tenemos un gran candidato»… el mensaje es muy claramente deductible.
—¿Qué país se viene?
—Ya tenemos un país diferente y mejor. Tenemos un país en el cual nadie va a tener poder absoluto, y ese es un cambio muy importante para la Argentina. Abre las puertas a un país de búsqueda de consensos, que es lo que necesitamos re-ganar.
—¿Se termina la grieta?
—Yo espero que sí, vamos a ser muchos los que vamos a trabajar en pos de terminar la grieta.Hay gente que tiene sed de venganza, y vamos a tener que ser muchos de los que criticamos al kirchnerismo, los que alcemos la voz también para criticar cuando desde fuera del kirchnerismo, se quiera hacer kirchnerismo. Este es uno de los puntos más delicados que deja el kirchnerismo. Lo económico, con traumas y demás, se va a arreglar como se arreglan las cosas en la Argentina, que tiene este fenómeno cíclico: de una crisis se sale a una bonanza, que finalmente no se aprovecha y vamos a otra crisis. Esto de la grieta es algo más difícil, porque tiene que ver con emociones, con sentimientos y demás, con los cuales vamos a tener que trabajar mucho.
—¿El periodismo militante llegó para quedarse o fue un fenómeno de estos 12 años?
—No, el periodismo militante ha sido un fracaso rotundo, que se ha mantenido porque el Estado ha puesto plata. El periodismo militante es una falacia del periodismo, porque es militancia, no es periodismo; es propaganda militante. El periodismo es periodismo. Lo interesante es que las expresiones del periodismo militante no lograron imponerse, han terminado hablándole a un gueto propio y no les permitió sumar nada, inclusive a los que lo han sustentado. Eso sí, nos ha costado mucha plata.
—¿Cómo la va a recordar la historia a Cristina?
—Como una Presidente llena de contradicciones. El kirchnerismo ha tenido logros, sin duda, con temas de derechos, legislación y demás, que todos le reconocemos. La va a recordar como una persona audaz, de tomar decisiones; pero la va a recordar como una persona que perdió grandes oportunidades como consecuencia de los errores técnicos, como el cepo, que generaron un daño inútil. Eso va a ser un reproche enorme. Cuando ella lo vea en perspectiva, un día va a decir: «¿Cómo, teniendo el poder que tuve, cometí este error que me generó tanto daño a mí?». Tuvo todo para alimentar el sueño de permanencia eterna en el gobierno, pero fundamentalmente para poder ser recordada como una Presidenta que aportó no solamente medidas, sino un ajuste importante de grandeza a lo que es la construcción de la República. Y, contrariamente a esto,Cristina nos llevó hacia un camino de chavización, que puso en riesgo la República.
—¿Quiso ser Evita?
—Seguramente. Cuando vos ves las cosas que ella dice y hace, seguramente. Quiso ser única, sin darse cuenta de que es única, porque es la primera Presidenta electa, la primera Presidenta reelecta. Cuando vos querés ser el centro de la historia, cuando vos en vez de querer ser alguien importante en la historia, creés que sos el orígen de la historia, por supuesto cometés los errores que cometió Cristina Fernández de Kirchner.
—Desde la vuelta de la democracia ¿quién fue el mejor presidente?
—Es muy interesante. Una vez, en el programa de Tenembaum y Zlotogwiazda, en el año 2004, dije claramente Néstor Kirchner, junto con lo que había sido el comienzo de Alfonsín. Veníamos con la reforma de la Corte, la reestructuración económica. Un hombre plenamente eficaz. Cuando ves toda la película, decís: «Y, no». Hoy, el mejor Presidente que tuvo la democracia argentina, desde el punto de vista de la construcción de un país plenamente democrático, fue Raúl Alfonsín.
—¿Y el peor?
—Te diría que hay una competencia de peores. Ménem fue muy malo, De la Rúa fue muy malo, y para esta construcción de la República, los Kirchner fueron muy malos. Compiten para ver quiénes fueron peores. La Argentina ha involucionado y cuando vos involucionás institucionalmente, tenés un reflejo social. El nivel que tiene de desigualdad hoy la Argentina, cubierto por estos planes, asignaciones universales, es mucho peor que el del año ´83, ´84.
—¿Estamos peor que en el ´83?
—Desde el punto de vista de la situación de desigualdad por supuesto. Ni que hablar en lo democrático, aquello es incomparable, pero desde el punto de vista de los parámetros de la desigualdad social, hoy la Argentina es un país mucho más desigual que en el año ´83.
Tatiana Schapiro/Infobae