Mauricio Macri llega como el favorito, Daniel Scioli como el retador

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0013798447Mauricio Macri repitió como una letanía durante todo el año que sería elegido presidente recién en el balottage. Sabía que primero iba perder las PASO y la primera vuelta. Después de un largo, azaroso y eterno peregrinaje llega a este 22 de noviembre según las condenadas y criticadas encuestas como el probable ganador. Daniel Scioli, en cambio, llega como un Benjamin Button de la política –aquel personaje que encarnó Brad Pitt que nacía viejo y moría joven–: arrancó como presidente y terminó como retador. Scioli también sabía lo mismo que Macri, pero al revés: su victoria tenía que cocinarse en las PASO y suceder en la primera vuelta. En su propia creencia, el ballotage olía a victoria opositora.

En un año electoral volátil y cambiante, ni siquiera los triunfos han sido leídos como tales.Scioli ganó la primera vuelta, pero por una diferencia tan escasa con respecto a lo que señalaban las encuestas y pedían las expectativas que ya nadie lo recuerda. Encima ese mismo 25 de octubre, los bonaerenses decidieron decirle basta a 28 años de gobiernos peronistas a nivel provincial. La victoria de María Eugenia Vidal fue un golpe de nocaut para el kirchnerismo en términos de futuro. Para el sciolismo lo fue en el presente. Ni Scioli, ni la propia Presidente, ni todo el peronismo todavía se han recuperado de ese revés, al punto que ni siquiera se han detenido a analizar las causas de un resultado que puede tener enormes consecuencias.

En general, en asuntos del poder y la política, triunfa quien atina su pronóstico sobre el futuro. Esa proyección correcta de lo que vendrá le permite al ganador acertar en los discursos, los ejes de la campaña y, sobre todo, en decir lo que la sociedad quiere escuchar. A diferencia de Scioli, que tenía a comienzos de año una amplia gama de caminos para suceder a Cristina Kirchner, la avenida de Macri era una sola: que el peronismo, hoy en su versión kirchnerista, terminara por cansar a la sociedad, desde el propio ejercicio del poder hasta en su fracaso como expresión política en provincias como Buenos Aires, pasando por una oferta electoral que estuvo muy lejos de poner a los mejores en las listas.

El mayor yerro de Scioli fue insistir, también en esta campaña al ballotage, en la sobrevaloración del poder electoral del kirchnerismo. Ya en medio de la tormenta perfecta, también erró al subconsiderar el lento pero paulatino deterioro del gobierno nacional desde aún antes de la derrota electoral de 2013. El peronismo, y no solo en su versión K, siempre minimizó la explosión política de Sergio Massa argumentando que una cosa era el «aparato» en una elección legislativa y otra muy distinta en una presidencial.

Injusto sería achacarle este grueso error de apreciación de la realidad solo a Scioli. El mundo económico –en su versión financiera y empresaria y buena parte de la sociedad, del periodismo y del peronismo– coincidían en aquel diagnóstico equivocado. Increíblemente, Scioli, que desde el principio se mostró como el candidato de la continuidad, terminó en las últimas semanas con un discurso ultra K, más parecido al de Florencio Randazzo que al de Massa. Imposible entender la estrategia de una campaña del FpV que nunca la tuvo: ¿cuál fue el sentido de profundizar el discurso K del candidato si lo que necesitaba eran votos independientes?

Macri, al revés de Scioli, si bien se dejó llevar por el viento de cola del cansancio político, económico, social y cultural de los 12 años K, no dudó en enderezar la nave cuando fue necesario para recibir la ayuda de los astros. No solo como consecuencia de los sondeos cualitativos de opinión, sino de la propia campaña de PRO en las recorridas en la calle; Macri cambió 180 grados su discurso en la noche electoral de la segunda vuelta porteña. Y la porción de la sociedad a la que iba dirigido ese mensaje (la clase media y una flamante burguesía recién llegada a ese segmento social por el derrame del modelo kirchnerista) le creyó.

Otro error de la campaña de Scioli: la estrategia del miedo no funciona con un candidato que la combatió antes que esta se produjera. Ejemplo: ¿cuán creíble suena acusar a Macri de que terminará con planes sociales, cuando cuatro meses antes el propio candidato se adelantó jurando que los mantendría? «Si Mauricio no hubiera girado desde julio prometiendo mantener lo bueno del kirchnerismo y cambiando lo malo, la campaña del miedo nos hubiera podido hacer daño. Pero cuando la plantaron ya era tarde» dicen cerca del candidato PRO.

Con el diario del lunes, presuponiendo que las encuestas esta vez acertaran, y que salvo una hecatombe el candidato de Cambiemos se encamina a una victoria, el peronismo entrará en una fuerte crisis cuyo desenlace, pero sobre todo su profundidad, es difícil hoy de conocer.

Una primera explicación es que la «sucesión» de Cristina Kirchner fue manejada y decidida de la peor manera. Hasta el filósofo K José Pablo Feinmann reconoció en un reportaje que la Presidente no había preparado un sucesor. Daniel Scioli creyó en junio que eso significaba una ventaja para él. Como todos los encuestadores y asesores políticos que lo rodean y los que no también, se cargó de optimismo y supuso que el hartazgo con el peronismo no era tan grande, que la economía lo iba a ayudar a transitar el tramo más caliente de la campaña, que mágicamente llegaría a superar el 40% de los votos en la primera vuelta, y que la creciente imagen positiva de Cristina Kirchner desde febrero para acá serían un combo letal para Macri. En el camino también subestimó a Massa y José Manuel de la Sota y su propio resultado en las PASO, viajando a Italia 48 horas después. Tampoco le pregunto nunca a sus más fieles encuestadores –casi todos- las razones cualitativas del mejoramiento de Cristina, que poco tenían que con un posible traslado a los votos, sino más bien con una despida amable de la sociedad a una mandataria que se va después de 8 años de gobierno. Por si acaso, la Presidente con sus más de cuarenta cadenas nacionales en el año, saturó y alargó más de la cuenta la despedida.

¿Qué podía hacer Scioli con esto después de la «victoria» de la primera vuelta? Muchas cosas, pero eligió una sola: kirchnerizarse. Emilio Monzó, uno de los responsables de la campaña de Cambiemos, dice que, desde Scioli tomó aquella decisión, pasó a cogobernar sin saberlo y a ser responsable de todas las decisiones de la Casar Rosada.

Sin embargo, el dato excluyente que marcó el proselitismo electoral de la segunda vuelta ha sido la primera campaña oficial y formal «negativa» de un candidato hacia otro.Prácticamente no ha habido discurso de Scioli y sus allegados, comenzando por la propia Karina Rabolini y los avisos publicitarios, en los que no se hiciera referencia a Macri para demonizarlo.Mientras esto sucedía, Macri siguió con lo suyo, no contestó a los agravios y continuó con su propuesta de cambio y futuro. Paradojas del destino: Scioli, el candidato más fuerte en los discursos y los avisos, fue al mismo tiempo el más light en el enfrentamiento directo del debate. Quien atacó y pegó fue Macri, acusando a Scioli de ser panelista de «6-7-8» y de no contestar sus preguntas, una y otra vez. Scioli, mirando la cámara como si estuviera solo –y no hubiera debate- siguió anunciando las diez plagas de Egipto, como si fuera Moisés advirtiéndole el futuro al Faraón Ramsés.

Finalmente, cuando la realidad los obligó a tomar decisiones, Macri apostó y jugó. Así, se involucró en la interna porteña del PRO en favor de Horacio Rodríguez Larreta, y no con poco esfuerzo y mucha transpiración, ganó. Cuando los empresarios y el mundo financiero lo obligaban públicamente a pactar con Sergio Massa, rechazó la presión y tuvo razón: los votos del Frente Renovador al final llegarían solos. Al estallar el escándalo Fernando Niembro, corrieron al candidato y lo mandaron a aclarar sus cuitas a la Justicia. Y cuando tuvo que cambiar el discurso, en julio, también mutó.

Hizo todo lo que tenía que hacer. El resto lo hicieron los planetas alineados. Si llega a concretarse, la victoria de Macri tendrá dosis de buena fortuna. Pero a la buena suerte hay que buscarla y ayudarla. No viene sola.

Por Fabián Doman/ Infobae

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