La elección del ministro de Trabajo incluyó una discusión con Sergio Massa y provocó el malestar de Hugo Moyano

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moyanoEn estos días de transición, Mauricio Macri, tuvo la velocidad de un Fórmula 1 para elegir a los ocupantes de los ministerios que tendrán la responsabilidad de las políticas económicas de su gestión. Pero en simultáneo se mostró como un auto de calle con serios problemas de motor para definir quién será su ministro de Trabajo.

Finalmente ayer, tras largos cabildeos, la elección del Presidente electo recayó en la figura de Jorge Triaca. Se trata de una designación que cierra la saga de desprolijidades y supuestos malos entendidos que precedió a este anuncio, incluida una discusión telefónica bien subida de tono entre Macri y Sergio Massa.

Pero no quedó en eso: la decisión de encomendar al actual diputado del PRO el manejo de las relaciones laborales, no parece encajar con las pretensiones que tenía en mente para ese cargo el camionero Hugo Moyano, que ya se mostró contrariado durante todo el proceso de negociaciones que demandó el Ministerio de Trabajo.

Tampoco es del gusto del jefe de la CGT opositora el nombramiento de Guillermo Dietrich, en el ahora exclusivo Ministerio de Transporte. A Moyano, que tenía candidato propio a viceministro (el duhaldista Guillermo López del Punta), le molesta sobremanera que Dietrich, procedente del gobierno porteño, tenga buena sintonía con el taxista Omar Viviani, a quien el camionero no quiere ni ver en figurita.

¿Por qué habrían de pedirle a Moyano que bendiga a tal o cuál, cuando el Pro ganó la elección sin la ayuda de ningún sindicalista, excepto la del Momo Venegas», apuntó a Infobae un dirigente moyanista, buscando minimizar el alcance del acuerdo entre Macri y su jefe para ir juntos a la par, aún sin necesidad de hacerlo explícito. Ese vocero no supo decir si es cierto que Moyano está furioso porque Macri sigue sin recibirlo.

Lo cierto es que no arrancó de la mejor manera la relación entre el Presidente electo y el sindicalista que le garantizaba la necesaria paz social para gobernar, a cambio de «injerencia» -es literal-, en el casting de funcionarios para algunas áreas puntuales.

Al momento del armado de su gabinete, Macri eligió para Trabajo a Jorge Lawson, actual secretario de Comunicaciones del gobierno cordobés y vinculado a holdings empresarios. Arrimó su nombre Francisco «Pancho» Cabrera, futuro ministro de Producción, que se encarga de trazar el «perfil técnico» de los potenciales candidatos a sumarse al Gobierno.

Hasta la noche del martes, Lawson era número puesto. Tanto que éste ya buscaba departamento para instalarse en Capital. Pero empezaron a llover cuestionamientos. El primero en saltar fue el gobernador José Luis de la Sota, informado de la novedad por Luis Barrionuevo, su operador sindical. El cordobés, a su vez, dio cuenta de lo que pasaba a Massa. Entonces éste llamó a Macri para recriminarle duramente que quisiera incorporar, sin consulta previa, a hombres del Frente Renovador, la fuerza que lidera.

«Te vamos a ayudar, pero eso no significa que podés sacarnos gente», dicen que dijo Massa de mal modo a Macri. De la Sota salió a hacer declaraciones y sostuvo, en perfecta sintonía con su aliado de Tigre, que a él no lo ataba ningún compromiso con el Presidente electo como para proveerlo de funcionarios.

Por si fuera poco, empezando por Moyano, los gremios en general no podían creer que Macri ungiera a un ministro de Trabajo sin antecedente alguno en la materia. Para peor, con el agregado de que Lawson proviene del grupo Arcor. Sonaba como una afrenta. El cuadro de situación convenció a Macri de recurrir a un plan B, que se llamó a Triaca.

Moyano auspiciaba la nominación de Ezequiel Sabor, el subsecretario de Trabajo del gobierno de la Ciudad. Sabor conoce el tema sindical a fondo y tiene excelente llegada con la dirigencia. El camionero abogó por él en una breve charla por celular con Macri: «Te estamos pidiendo por un tipo que es tuyo Mauricio…», dijo el sindicalista, sin lograr convencer al jefe de Cambiemos.

Algunos medios dieron como hecho el pase de Sabor a la cartera laboral del gobierno bonaerense de Vidal. Pero hasta anoche no había nada confirmado. También circuló que Horacio Rodríguez Larreta, a quien prácticamente desvalijaron de funcionarios en la Ciudad, querría retenerlo en Trabajo, cuya dependencia sería elevada a la categoría de secretaría. Otro destino posible para Sabor podría ser la Superintendencia de Servicios de Salud, el ente que administra a las obras sociales sindicales. Habrá que esperar.

La del «Momo» Vengas a Trabajo fue otra de las posibilidades barajadas que quedó en el camino. Igual, el sindicalista del campo tiene motivos para celebrar: la Corte acaba de fallar a favor de la Uatre, su gremio, para que se le devuelva a esa organización el control del Renatre, un registro de trabajadores rurales que, hasta su disolución en 2011 (por voluntad de los K), manejaba fabulosas sumas de dinero. En verdad, la Justicia no hizo más que anticiparse a la decisión que iba a tomar Macri en igual sentido.

Pupilo directo de Diego Santilli y miembro de la macrista Fundación Pensar, Triaca es portador de un apellido de fuerte connotación en el ambiente sindical. Su padre, que también se llamaba Jorge, fue un dirigente del gremio del Plástico que llegó a ser el jefe de una CGT dividida, durante los duros años de la última dictadura.

Aquella central, caracterizada como «colaboracionista» del régimen militar, era antagónica cien por ciento de la que comandaba el cervecero Saúl Ubaldini. Triaca aglutinaba a los referentes de los grandes gremios de servicios, que por entonces no se los conocía como los «gordos» sino como el grupo de los «15». También aquel Jorge Triaca fue ministro de Trabajo durante los dos primeros años del gobierno menemista. Razones más que suficientes para que Moyano mire al ministro electo con marcada desconfianza.

Pragmáticos como siempre, los barones del sindicalismo peronista expresaron sus respetos por el nuevo Presidente electo en caballerosos comunicados de prensa, aceptando el «veredicto de las urnas». ¿Cuánto durará ese período de gracia? Sólo habrá que ver cómo reacciona el próximo gobierno frente al inminente tsunami de pedidos por un bono de fin de año, y también de cara a las negociaciones del sindicalismo para unificarse en una sola CGT (el miércoles que viene habrá una reunión clave).

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