De Vido le facturó al Estado nacional la edición de un libro propio

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A simple vista, parece una Biblia de 816 páginas. Y no tanto por la extensión: su autor, Julio de Vido, expone allí no sólo los dogmas del credo económico kirchnerista, sino toda su veneración hacia sus jefes políticos de casi tres décadas, Néstor y Cristina Kirchner. Esta obra de religiosidad militante, un libro entero dedicado a describir la gestión del gobierno entre 2003 y 2015, fue editada el año pasado por Planeta y podría definirse como best seller clásico de no mediar un detalle: el costo de la edición completa, 10.000 ejemplares, se asignó íntegramente a Nucleoeléctrica Argentina SA (NASA), una empresa del Estado dedicada al funcionamiento de las centrales nucleares.

La iniciativa no prosperó. Cuando la gestión actual advirtió la operación, ordenó frenar el pago (1.689.000 pesos) y encargó un sumario administrativo para investigar qué había pasado. Pero el libro ya estaba en la calle: se llamaNéstor y Cristina Kirchner: planificación y federalismo en acción, tiene la portada ilustrada con dos pingüinos abrazados y está prologado por la ex presidenta. Fue escrito por De Vido en colaboración con el bioquímico Federico Bernal, director del Observatorio de la Energía, la Tecnología y la Infraestructura para el Desarrollo, y podría considerarse en realidad una travesura postrera del ex ministro: su pago se autorizó el 8 de enero pasado, con el personal de Nucleoeléctrica Argentina todavía conformado por directivos leales al kirchnerismo y ya con Mauricio Macri como jefe del Estado.

«De acuerdo», firmó Jorge Sidelnik, gerente general de la compañía, a la nota fechada el 5 de enero en la que Javier Farías, jefe del Departamento de Relaciones Institucionales, aconsejaba que, «en el marco del Plan de Comunicación 2016 que lleva adelante Nucleoeléctrica Argentina, es necesaria la edición y producción de un libro relacionado con la gestión de políticas vinculadas a la energía en la Argentina, poniendo énfasis en el Plan Nuclear y en la Cuarta Central». Un anacronismo, porque el ejemplar en cuestión ya estaba terminado en diciembre de 2015 y así lo dice su fecha de edición en la página 6.

Además de pedir la producción de un libro que ya estaba en la calle, la nota que propone hacer el trabajo tiene otras particularidades. Por ejemplo, cuando juzga necesaria una determinada cantidad de ejemplares. «El material resulta de interés para la distribución a los distintos públicos de interés de la empresa. Para tal fin se requiere la producción de 10.000 libros», dice, y se explaya en la exigencia sobre la firma encargada de emprender la tarea, a la que se convocó bajo la modalidad de contratación directa: «Teniendo en cuenta el volumen de producción, la necesidad y la urgencia del pedido, resulta la editorial Planeta la única empresa en el país que presenta la capacidad de llevar adelante el trabajo requerido, en el tiempo estipulado considerando la infraestructura en equipamiento instalada en la editorial».

NASA decidió además que el temario publicado excediera el ámbito de la energía atómica. Lo detalla en una nota enviada a la editorial el 26 de enero, que dice: «El contenido de la publicación debe abarcar desde la obra convencional (rutas, vivienda, agua potable, etc.) hasta el Plan Nuclear Argentino».

Planeta contrató para hacerlo a la imprenta Triñanes Gráfica, con domicilio en Avellaneda, que le envió el 9 de diciembre, un día antes de que Cristina Kirchner abandonara la Casa Rosada, los libros terminados en 59 cajas. La editorial se lo facturó a NASA casi dos meses después, el 1° de febrero, a través de la orden de compra N° 4500090761/16. «No se aceptan reclamos de calidad y cantidad pasadas las 24 horas de entregada la mercadería», dice la factura que mandó.

Pero ya el macrismo había asumido en la empresa. Y Rubén Semmoloni, nuevo presidente, se negó a pagar la edición. E instruyó a hacer un sumario interno a través de la resolución 151, que pone además en duda algunos puntos de la propuesta. En ese texto dice, por ejemplo, «que la modalidad de contratación elegida se fundamentó en la necesidad y urgencia del pedido y en la creencia de que la firma precitada [Planeta] era la única en el país que poseía la capacidad para llevar adelante el trabajo requerido en el tiempo estipulado».

LA NACION consultó a dos voceros de De Vido y de ambos obtuvo la misma respuesta: no darían ninguna opinión sobre el asunto. También a Bernal, el coautor de la obra, a quien se contactó a través de un mensaje escrito. Aunque la leyo, optó por no responder la consulta. Planeta, en cambio, contestó: «Como empresa editora de libros, no hicimos otra cosa que lo que hacemos siempre. En este caso, fue uno contratado por Nucleoeléctrica Argentina».

El contenido del ejemplar también llama la atención. Su prosa es, por lo pronto, bastante distante de la que el ex ministro solía utilizar en sus columnas de opinión. Lejos de brindar información, abunda en axiomas, ideologemas y definiciones terminantes que utiliza, por ejemplo, al definir las gestiones energéticas de los últimos años. En una exhaustiva recorrida por la historia, habla de los 80 como «la planificación energética alfonsinista bajo el Consenso Thatcher-Reagan». Cuestiona después la ola privatizadora de los 90, a la que llama «mitrismo menemista y la planificación del Consenso Thatcher-Reagan», aunque se saltea por completo el respaldo que aquella gestión recibió de Néstor Kirchner, cuya figura ubica en cambio en la vereda opuesta: «El mitrismo menemista contra el país autóctono (y la respuesta federal de Néstor Kirchner)», contraponen los autores. El relato de esta concatenación de desgracias administrativas se adentra luego, con Fernando de la Rúa, en «La planificación energética radical-aliancista bajo el Consenso Thatcher-Reagan» para recalar, por fin, en «El retorno del modelo de país (25 de mayo de 2003)». Son párrafos que rescatan una frase que Máximo Kirchner dijo en septiembre de 2014 en la cancha de Argentinos Juniors, en un discurso que el libro califica como «célebre». El desendeudamiento, dijo el ahora diputado, «tiene que cerrar con las empresas públicas adentro, no afuera: éso lo hace cualquiera».

LA NACIÓN

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