Miles de venezolanos que viven cerca de la frontera descubrieron años atrás que contrabandear alimentos fuertemente subsidiados hacia Colombia los hacía ganar mucho más dinero que los salarios de trabajos regulares.
Pero con una Venezuela en crisis, afectada por una escasez acuciante de alimentos y un alza en espiral de los precios de reventa, algunos decidieron darle la vuelta al modelo de negocio: escurrirse hacia Colombia para comprar harina, arroz e incluso pañales para compradores desesperados en el país vecino.
«Ya no hay nada acá, lo que hay es hambre», dijo un contrabandista de 30 años, que ahora usa su moto para hacer compras en la frenética ciudad colombiana de Puerto Santander.
«Colombia es lo que está salvando a la gente», agregó el extrabajador de la construcción que pidió el anonimato para evitar a las autoridades. Dijo que se reserva una parte de la comida para su esposa y tres hijos, pero vende la mayoría a mercados en Táchira, un estado fronterizo en el occidente de Venezuela, o en la capital, Caracas.
El socialista presidente Nicolás Maduro ordenó el año pasado el cierre de los cruces fronterizos con Colombia para acabar con el contrabando, que alegó, estaba desangrando al país.
Pero el cambio reciente del flujo del contrabando fue evidente una mañana de la semana pasada cuando periodistas de Reuters vieron a cientos de personas cruzar en raudal hacia Colombia para comprar alimentos, medicinas y productos de higiene básica.
Decenas se alinearon en un puente fronterizo para pedir a los militares que les permitieran pasar. Otros iban en barcos de madera en las propias narices de la Guardia Nacional y el Ejército venezolano. Una media docena dijo haber sobornado a funcionarios para cruzar por caminos terrestres, y unos pocos nadaban de una orilla a la otra.
El negocio es impulsado por el empeoramiento de la crisis económica de Venezuela. Los pobres y de clase media se ven obligados a hacer largas filas por horas para comprar alimentos, pero cada vez más frecuentemente terminan con las manos vacías.
Muchos incluso dicen que no pueden hacer las tres comidas diarias y complementan sus dietas con frutas que cuelgan de los árboles en las calles. La anarquía de las colas ha derivado en un auge de los saqueos y una mujer murió baleada esta semana en Táchira en medio de un saqueo a almacenes del Gobierno.
Situación critica
La oposición está presionando para que sea convocado un referendo revocatorio que recorte el mandato de Maduro, alegando que es la única vía para evitar una crisis humanitaria en el país con las mayores reservas mundiales de crudo.
«En mi nevera no hay nada. Hace como un mes la situación se ha puesto más crítica. No conseguimos nada», dijo Gloria, de 48 años, quien se levantó a las 4 de una madrugada reciente para viajar a Puerto Santander a comprar arroz, azúcar y café para su familia de ocho personas.
Antes de que compradores como Gloria empezaran a aparecer, Puerto Santander estaba sufriendo una merma por el cierre de la frontera y el aumento de la escasez en Venezuela, que atenuó la entrada de mercancías baratas de contrabando.
Pero, aunque el contrabando de gasolina venezolana, la más barata del mundo, se mantuvo y mantiene a través de la frontera de 2300 kilómetros, es el nuevo flujo inverso de los bienes lo que ha revitalizado los comercios de Puerto Santander.
Los venezolanos arrastran bolsas o maletas voluminosas por las concurridas calles. Los compradores con puñados de billetes de bolívares se abren paso y los colombianos en motos ofrecen sus servicios.
«Debido a que no hay nada en Venezuela, volvió a agarrar vida este pueblo», dijo el dueño de una tienda, José Armando, de 42 años, quien ahora vende productos colombianos exclusivamente a venezolanos.
El Ministerio de Información de Venezuela no respondió a una solicitud de comentarios. El Gobierno de Colombia declinó hacer declaraciones.
La Nación