Una campaña de la oposición, que pasó de presidencial a legislativa

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Si bien las primarias sirvieron en los papeles para depurar la oferta presidencial y preclasificar a siete candidatos para las elecciones que se desarrollan hoy en todo el país, las últimas semanas demostraron que aquel 14 de agosto dejó sólo una ganadora.

Sucede que todos aquellos espacios que desde hace al menos dos años sostenían ambiciones concretas de poder bajaron los brazos antes de la largada y transformaron la jornada de hoy en una pelea por la representación legislativa, debate menor si se lo compara con el botín que hay en juego. No es una lectura antojadiza; así lo demostraron los candidatos con sus movimientos, con sus declaraciones, con sus silencios, con sus alianzas y hasta con sus spots televisivos.

Algunos postulantes incluso llegaron a admitir que la elección ya estaba definida y contribuyeron a generar cierta apatía en el electorado: muchos argentinos van a las urnas con la sensación de que serán meros espectadores de un partido cuyo resultado ya se conoce. Otros, en cambio, esperan expectantes para deleitarse con una diferencia que promete ser histórica.

Bajo esa estrategia de dudosa efectividad, la oposición intentó plantear la discusión en torno a una hipotética intención oficialista de modificar la Constitución Nacional con el objetivo de instaurar una «Cristina eterna». Las balas parecieron no haber burlado el blindaje de Balcarce 50: la Presidente no se hizo «los rulos» y evitó referirse al tema.

Cristina Kirchner evitó también los debates y los reportajes. La estrategia del oficialismo fue exhibir medidas ya implementadas en la gestión y convocar a la unidad a quienes aún miran de reojo o ni siquiera miran: un planteo tan conservador como lógico para el que se sabe ganador.

Quienes parecieron sacar alguna ventaja fueron el socialista Hermes Binner y el puntano Alberto Rodríguez Saá, candidatos que tienen chances concretas de superar el piso de votos que consiguieron en las primarias. Como respuesta, los dos fueron blanco de rumores surgidos de otras usinas opositoras: “Después de octubre, van a pactar con el oficialismo”.

Es poco probable, sin embargo, que una eventual variación en el porcentaje de sus votantes les permita mejorar su poder en el Congreso; el oficialismo defiende en Diputados las bancas que ganó en 2007, cuando Cristina Kirchner celebró en primera vuelta con más del 45 por ciento. De mantener los votos de las primarias, el oficialismo podría llegar a ganar un par de bancas, pero no tantas como para romper el actual mapa de fuerzas.

Quien sí enfrenta una parada mucho más compleja es Elisa Carrió. En 2007, “Lilita” salió segunda a nivel nacional y primera en la Ciudad de Buenos Aires. Si hoy lograse un desempeño electoral similar al registrado en las primarias, el poder de fuego de la Coalición Cívica en el Congreso se dilapidaría prácticamente en su totalidad.

Carrió adelantó en su cierre de campaña que el de hoy es su “último llamado” como candidata, aunque no es la primera vez que amaga con retirarse definitivamente de la pelea política diaria. Sin embargo, un magro desempeño en las urnas podría provocarle una herida de difícil cura a sus expectativas futuras.

En una situación similar se encuentra Eduardo Duhalde, quien regresó a la arena bajo la promesa de “sacar del poder” al espacio que él mismo impulsó en 2002, cuando estuvo a cargo de la transición política tras la caída de Fernando de la Rúa. Su tercer lugar en las primarias amenaza a su mujer, “Chiche” Duhalde, quien, de no obtener el segundo puesto en provincia de Buenos Aires, perderá la banca que tiene en el Senado.

El espacio que sí podría llegar a encontrar motivos para festejar esta noche es el Frente de Izquierda, que incluso desde antes de las primarias con spots breves y efectivos planteó su estrategia: conseguir un par de bancas en representación de varios distritos. Habrá que ver luego cómo logran convivir las distintas vertientes que forman parte de esta alianza electoral, aunque ese análisis llegará seguramente dentro de dos años, cuando los argentinos vuelvan a las urnas para renovar el Congreso.

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