Club de Satán: el desafío de la razón laica en las escuelas de Estados Unidos

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Contra lo que indica su nombre, The Satanic Temple (el Templo Satánico, TST) no es una organización satanista, sino acaso sarcástica: un grupo de acción política, ateo y humanístico, que toma al ángel caído como la representación de la rebeldía. Sus banderas son la separación entre la Iglesia y el Estado, el escepticismo, la autonomía del individuo, el igualitarismo y la justicia social; sus métodos, el lobby en Washington, D.C., y las acciones públicas como las manifestaciones de teatro y baile que enfatizan el contenido sexual, los desnudos y la simbología sadomasoquista.

«Las organizaciones cristianas fundamentalistas intentan convertir las escuelas públicas en campos de adoctrinamiento para los niños»,denunció TST en su página de internet. «Mientras los Good News Clubs (Clubes de la Buena Nueva) se concentran en el adoctrinamiento, inculcándoles miedo al Infierno y a la ira de Dios, los After School Satan Clubs (Clubes de Satán Extracurriculares) se concentrarán en la búsqueda del conocimiento y el racionalismo, las bases científicas que nos permiten saber lo que sabemos sobre el mundo. Preferimos brindar a los niños la valoración sobre las maravillas naturales que los rodean, no un miedo a los horrores eternos del más allá».

En julio el grupo solicitó a las autoridades educativas en distintos puntos de los Estados Unidos (TST tiene su cuartel general en Nueva York y capítulos en Detroit, Boston, Los Angeles, Minneapolis, Atlanta, Pittsburg, Nueva Orleans, Austin y Seattle, entre otros) que se le permita inaugurar los clubes apenas comiencen las clases, en septiembre. El video que lo promociona —con su música incidental ominosa, sus arañas, sus muñecos con ojos sangrantes y sus imágenes de niños en reversa— no daría la impresión de que se lo pudiera tomar en serio. Sin embargo, TST dijo que los niños no aprenderán ritos en honor a Lucifer, sino un plan de estudios con énfasis «en una visión del mundo científica, racionalista y antisupersticiosa».

Si en la escuela entra Dios, ¿por qué no el Diablo?

El contenido de los clubes extracurriculares apunta al desarrollo de habilidades de razonamiento. Lucien Greaves —nacido Douglas Mesner, según reveló Vice en 2013, y co-fundador de TST con Malcolm Jarry, otro seudónimo— agregó: «Es fundamental que los niños comprendan que existen múltiples puntos de vista sobre todos los asuntos, y que tienen la posibilidad de elegir cómo piensan».

Eso es lo opuesto de los encuentros post-escolares de la Buena Nueva, que pertenecen a la Child Evangelism Fellowship (Comunidad Evangelista para Niños), que desde hace casi 80 años enseña una religión tan extrema que durante décadas los clubes estuvieron excluidos de las escuelas públicas. Pero en 2001 la Suprema Corte estableció que se los debía aceptar ya que el principio de la libertad de expresión primaba. Diez años más tarde la Buena Nueva tenía más de 3.500 clubes, en el 5% de las escuelas públicas estadounidenses, donde comenzó a enseñar sus conceptos a los estudiantes de 5 a 12 años.

Contra esos espacios, en realidad, apunta TST: su web asegura que la religión nada tiene que hacer en las escuelas, pero que si está allí es necesario «asegurar que la pluralidad y las verdadera libertad religiosa se respete». Por eso los programas extracurriculares que se propone inaugurar sólo han pedido autorización en aquellas escuelas en las cuales ya están los evangelistas.

«Sólo hacemos esto porque los Clubes de la Buena Nueva han creado la necesidad», explicó Greaves. «Si ellos operasen en iglesias en lugar de hacerlo en escuelas públicas, esa necesidad desaparecería. Pero nuestro argumento es que si uno permite que una religión entre a las escuelas públicas, entonces tiene que permitir a las demás».

TST apeló a las mismas normas de libertad que instalaron los clubes evangélicos en las escuelas primarias. Del mismo modo, le da una vuelta a los valores seculares con los argumentos de la libertad religiosa que ha fundado los Estados Unidos: para el grupo, el matrimonio entre personas del mismo sexo es un sacramento, y su prohibición atenta contra su libertad de culto. Creen que las organizaciones religiosas no deben tener exenciones impositivas, por lo cual nunca solicitaron una. Se oponen a cualquier regulación del aborto y a las restricciones al uso de los baños en las escuelas públicas: la inviolabilidad de la mente y el cuerpo humano es un elemento doctrinario para estos satanistas.

Historia de un satanismo sin Satán

En 1969 el ocultista y artista de circo Anton LaVey publicó en San Francisco The Satanic Bible (La Biblia satánica), que sentó la base de la Iglesia de Satán. A diferencia de aquel culto a Mefistófeles, el que organizaron Greaves y Jarry es una anti-religión, que en menos de tres años logró una repercusión en los medios y las redes sociales mucho mayor que la de aquel grupo inclinado por lo demoníaco.

Tal vez tiene más en común con otros activistas con los cuales los han comparado, como The Church of the Flying Spaghetti Monster (la Iglesia del Monstruo de Espagueti Volador), que Bobby Henderson fundó en 2005, o el movimiento de los Yes Men, la creación cultural de Jacques Servin e Igor Vamos.

Los primeros, que se identifican como pastafaris, se opusieron a que algunos estados incorporasen la enseñanza del creacionismo junto con la teoría de la evolución: eso inculcaría a los niños ideas cristianas, argumentaron. Creer que hay una deidad bondadosa hecha de espagueti y albóndigas es tan legítimo como creer en Dios, dijeron. «No somos anti-religión», djo Henderson. «Nos oponemos a que en nombre de la religión se hagan disparates locos».
Los segundos han filmado tres películas en las que imitaron, con la consigna de que la mentira puede revelar la verdad, todo lo que desprecian y llamaron a sus ritos «corrección de identidad». Por medio de sitios de internet falsos, se hicieron pasar por directivos de McDonald’s, Dow Chemical y Exxon Mobil, entre otras compañías, para dar conferencias contra las prácticas globales de ellas.

TST no cree en nada supernatural: su denominación es figurada. «Nuestra metáfora de Satán es una construcción literaria inspirada por autores como Anatole France y Milton: un ángel rebelde, que desafia la estructura autocrática y se procupa por el mundo material», declaró Greaves a Vice.

«Desde luego, este Satán no se parece en nada a la encarnación de toda la crueldad, el sufrimiento y la negatividad que le atribuyen algunos segmentos apocalípticos de la cultura judeocristiana. La palabra Satán no tiene valor inherente. Si uno actúa con compasión en el nombre de Satán, uno ha actuado con compasión de todos modos. Nuestra precencia como satanistas cívicos y socialmente responsables sirve para satirizar los miedos supersticiosos que la palabra Satán tiende a evocar», desarrolló.

TST comenzó como respuesta a la decisión del presidente George W. Bush de crear una Oficina de Iniciativas de Religión y Comunidad en la Casa Blanca. A Jarry el asunto le cayó tan mal que pensó en una contraparte a imagen y semejanza: una organización religiosa que cumpliera con todos los requisitos de aquel gobierno para recibir fondos públicos pero que concentrara valores indefendibles: El Templo Satánico.

The Satanic Temple comenzó como respuesta a la decisión del presidente George W. Bush de crear una Oficina de Iniciativas de Religión y Comunidad en la Casa Blanca
«Ya hemos superado largamente la instancia del ardid político, y nos convertimos en un movimiento muy sincero que busca separar la religión de la superstición», dijo Greaves. Ya ha sentido que TST es una religión verdadera: tiene una identidad cultural cuya vulneración afecta al ser; construye un relato que da contexto a la vida del individuo y a sus objetivos. Tal es así que el grupo ha formalizado siete dogmas:

Esfuérzate por actuar con compasión y empatía por todas las criaturas de acuerdo con la razon.

La lucha por la justicia es un objetivo constante y necesario que debería prevalecer sobre las leyes y las instituciones.

El cuerpo de cada quien es inviolable, sujeto sólo a la propia voluntad.

Hay que respetar las libertades de los demás, incluida la libertad de ofender. Violar voluntaria e injustamente las libertades de otro es renunciar a las propias.

Las creencias deberían ajustarse a nuestro mejor entendimiento del mundo. Deberíamos tener cuidado de nunca distorsionar los datos científicos para que se ajusten a nuestras creencias.

Las personas son falibles. Si cometemos un error, deberíamos hacer lo posible para rectificarlo y resolver cualquier daño que se haya podido causar.

Cada dogma es un principio rector diseñado para inspirar nobleza en la acción y el pensamiento. El espíritu de compasión, sabiduría y justicia deberís prevalecer siempre sobre la palabra escrita o dicha.

Simpatía por el escándalo

Mesner y Jarry se conocieron en Boston, mientras ambos estudiaban en Harvard. En aquel momento Rick Scott impulsaba una ley que permitiera que en las escuelas públicas hubiera oraciones religiosas. Cuando la norma se aprobó, ambos volaron desde Boston a Tallahassee para apoyar al gobernador de la Florida y agradecerle por la posibilidad de que los niños satánicos pudieran rezar a Satán entre clase y clase. Juntos se instalaron frente a la legislatura estatal con carteles que decían: «¡Viva Satán!», «¡Viva Rick Scott!».

En 2014, cuando la Corte Suprema reguló que abrir las sesiones legislativas con oraciones no implicaba una violación de la Primera Enmienda de la Constitución, se ofrecieron a recitar una loa a Mefistófeles en un pueblo de Arizona (donde, acto seguido, se eliminaron las oraciones cristianas con que solían comenzar las deliberaciones). Y al año siguiente hicieron que Oklahoma quitara una escultura sobre los Diez Mandamientos del terreno donde está su legislatura, porque anunciaron que pondrían a su lado, sobre la base de la libertad religiosa para todos los credos, una imagen de Bafomet, la deidad babilónica que fue ídolo de los templarios, con su cabeza de cabra y sus cuernos.

Otro de los actos provocadores de TST fue la Misa Rosa sobre la tumba de la madre de Fred Phelps Jr., fundador de la Iglesia Bautista de Westboro (WBC). Durante la ceremonia, cuyo fin es convertir los espíritus de los heterosexuales muertos en homosexuales, Greaves casó a dos parejas del mismo sexo. La iniciativa fue en respuesta a la amenaza de WBC —un grupo religioso extremista que se dedica al activismo antigay con la consigna «Dios Odia a los Maricones»— de realizar protestas en los funerales de las víctimas del atentado en la maratón de Boston. Graves argumentó que la Misa Rosa transformaba una manifestación de odio en una de amor: «Fred Phelps debe creer que su madre ahora es gay, en el más allá, y nadie puede desafiar nuestro derecho a nuestras creencias».

Entre los temas de la campaña electoral de los Estados Unidos, el aborto y los refugiados de fe musulmana estuvieron también entre las manifestaciones de TST. En agosto de 2015 los satánicos interrumpieron una protesta en la sede de Ferndale de Planned Parenthood —parte de la jornada nacional #PPSellsBabyParts, hashtag Planned Parenthood vende miembros de bebés— con una obra de teatro en la cual dos actrices, atadas de rodillas en posición de rezo, eran ahogadas con galones de leche por dos actores vestidos de sacerdotes. Detrás, una bandera nacional, intervenida con el logo de TST, acompañaba un cartel: «Los Estados Unidos no son una teocracia. Basta de maternidad forzada». Tres meses más tarde, los satánicos se ofrecieron a recibir a musulmanes o refugiados que temieran represalias por los ataques de París.

Desde luego, el grupo de escépticos provocadores ha recibido amenazas y agresiones. Pero sobre todo ha recibido bastante indiferencia. En un país de divisiones profundas, exacerbadas por la carrera hacia la Casa Blanca, algunos objetivos del TST como «estimular la benevolencia y la empatía entre todas las personas, rechazar la autoridad tiránica, defender el sentido común práctico y la justicia, proponerse fines nobles con la guía de la voluntad individual» no parecen resultar muy populares.

Por eso se le augura poco éxito a los Clubes de Satán Extracurriculares: se estima que no serán muchos los padres que querrán inscribir a sus hijos en los talleres, y que poco a poco el ruido del grupo en los medios se irá apagando. Hasta su próxima intervención pública.

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