— Sabemos que hace algunos años te acercaste a la religión ¿ya eras católico? ¿creías en Dios?
— Sí, obvio. Yo no creo en Dios, yo le creo a Dios. Creer es algo que pasa, a todos los que le preguntes te van a decir que creen en algo. Pero en este caso yo le creo a Dios, confío mucho en Él, me dejo llevar por la forma en que me va indicando que tengo que hacer las cosas. Estoy convencido, lo pongo en primer plano y en el primer lugar de mi vida y después todo lo demás se acomoda solo porque es el resultado de confiar. Lo demás es una vida totalmente normal, Dios no quiere que uno esté penando o arrastrándose por el piso. Sí quiere caridad, misericordia, y en ese aspecto los cuatro elementos pueden ser entendidos: No juzgar, no condenar, perdonar y dar. Son cosas que vos y yo entendemos por más que no coincidamos en nuestra forma de ver el aspecto místico o espiritual.
— ¿Qué hubiera pasado con el Juanse que eras sin este episodio?
— No sé, obviamente algo no agradable seguro, pero nosotros no estamos para agradar. Sí para brindar alegría. La alegría no tiene que ser entendida como un elemento de hacer reír, la alegría pasa por estar bien y poder encontrar personas con las cuales poder comunicarte en el mismo plano. Y las que pueden llegar a no estar en el mismo plano bueno, amarlas profundamente y respetarlas tal cuál son, porque eso es algo que también viene de la mano de este cambio interior que se produce en una persona. Aprendés a comprender a la otra persona tal cuál es.
—¿Hoy cómo es esa comunicación con Dios?
— Es permanente, constante. Lo que pasa es que obviamente hay que tratar que eso se haga y se lleve a cabo en forma natural y con sentimiento real, no imponiéndotelo artificialmente. Siempre que toca a uno, que es una figura pública, te tenés que fumar muchas cosas. Eso es lo que te fortalece.
— ¿A qué te referís?
— La gente te dice: «¿Pero qué te pasó?» «¿Qué estás haciendo? ¿Te volviste loco?» algunos, otros comprenden, otros se asustan, otros se ríen.
— No son incompatibles el rockero…
— No, lo que pasa es que hay un pudor que está innato en nosotros de no animarnos a expresar nuestra religiosidad. Nos es más fácil relatar algo mucho más patético de la vida sí lo exponemos en una mesa, pero nuestra interioridad por lo general cuesta. En ese caso te vas a encontrar con todos los formatos, el que se ríe, el que no cree, el que todavía no alcanzó, no le ocurrió nada o el que por ahí tiene ganas de saber qué pasó y no logra adquirir continuidad. No es problemático.
— Te cambio de tema ¿Qué opinión te merece lo que pasó con Gustavo Cordera?
— Eso es complejo. Visto así fríamente bueno…pero los errores los comete todo el mundo. Entiendo que es fuerte lo ocurrido, pero también tenemos que comprender al prójimo, si no nadie podría recuperase de nada. Somos todos jueces. Me parece que es muy preocupante esta actitud de volcarse directamente a la culpabilidad.
— Tuvo que cancelar muchos shows.
— Sí, yo no soy juez, no te puedo responder sobre eso porque estaría poniéndome en el lugar donde se puso mucha gente. De todas maneras obviamente ya estamos en un siglo en el que tenemos que despojarnos totalmente de la diferencia y saber que frente a Dios somos todos iguales y nadie tiene que tener el poder sobre ninguno, y esas cosas hay que aceptarlas de una buena vez.