Guillermo volvió a disfrutarlo como en su época de jugador

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La postal, esa que bien podría resumir el partido de Guillermo Barros Schelottoante River , lo tiene al DT de Boca en el campo de juego, con los brazos abiertos, rumbo a treparse sobre un sorprendido Axel Werner , con una sonrisa que le ilumina el rostro. De fondo se ve la pelota en el arco local, a Maidana arrodillado y vencido, y a miles de riverplatenses congelados, que también estarían inmóviles si esa imagen tuviese movimiento. Por un instante, el entrenador xeneize volvió a sentirse futbolista. No era para menos. Fue una victoria importantísima en el Monumental.

Guillermo lo esperó con ansiedad. Lo vivió con intensidad y lo celebró como se festejan las grandes alegrías. El mismo escenario que lo vio disfrutar en incontables tardes dentro del campo de juego, otra vez lo padeció. Esa cancha que le dedicó una estruendosa silbatina cuando la voz del estadio lo anunció por los parlantes como el entrenador xeneize, debió sucumbir nuevamente contra el Mellizo . El DT gesticuló, se quejó porque lo dejaron atrapado en la manga, se cambió la camisa blanca a pedido del árbitro, discutió con Andrés D´Alessandro cuando el volante fue reemplazado y, finalmente, tuvo el esperado desahogo con el 4-2 consumado.

«Nos vamos muy contentos. Veníamos de un año difícil. Ni bueno ni malo. Empezamos en marzo, llegamos a las semifinales de la Libertadores, nos dieron una piña bárbara», resumió Barros Schelotto apenas finalizado el partido. Y agregó: «Arrancamos este torneo con muchos cambios, con un equipo que está muy bien, con mucho juego. Al que Gago le aportó más juego todavía. Y tenemos a Tevez, a Pavón, a Centurión, que cada vez que entra algo hace. Muy bueno».

Es cierto lo que el Mellizo resumió en un minuto. Boca tuvo un año frustrante en lo deportivo. El categórico 0-4 con San Lorenzo en la Supercopa Argentina lo marginó de la Copa Sudamericana, la cadena de tropiezos se llevó puesto a Rodolfo Arruabarrena, apenas tres meses después de que el Vasco renovase el contrato. El arribo inmediato de los Barros Schelotto encendió otra vez las ilusiones, pero el cachetazo sufrido ante Independiente del Valle en la semi de la Copa nubló todo una vez más. Antes y después, dos escándalos extrafutbolísticos: la salida de Daniel Osvaldo en Uruguay y las de Ricardo Centurión por la noche porteña y en las redes sociales. Y luego de la más reciente derrota con Rosario Central, por la Copa Argentina, debió recalcular el GPS 2017 de Boca, ya sin competencia internacional durante todo el próximo año.

Este resurgimiento llegó en el momento justo. Porque no había tanta seguridad de cosechar los 9 puntos en juego en los tres clásicos consecutivos que ofrecía el calendario. Pero ahí están, todos juntos en la Boca. Los números son más contundentes si se amplía el período analizado. Porque en las últimas seis fechas, el equipo de la Ribera sumó 16 unidades de 18 posibles, producto de cinco triunfos (4-0 a Temperley, 3-0 a Gimnasia, 2-1 a San Lorenzo, y 4-2 a Racing y a River) y una igualdad (1-1 con Central en la Bombonera), con un poderío ofensivo que asombra: 18 conquistas a favor y 6 en contra.

El premio está a la vista: el equipo xeneize cierra la jornada como único líder, gracias a la derrota de Estudiantes en San Juan, frente a San Martín. Con un triunfo el próximo domingo en la Bombonera ante Colón, Boca se irá al receso con una sonrisa grande.

Nunca pasó desapercibido el Mellizo cuando visitó el Monumental. Allí, con la casaca de Gimnasia y junto a su hermano Gustavo, en 1995 sacaron de quicio nada menos que a Enzo Francescoli. También en Núñez fue en una noche de Copa Libertadores 2004 que hizo echar, en la misma jugada, a Rubens Sambueza y a Hernán Díaz. Y así como siempre entendió cómo jugar los superclásicos, hoy se permitió vivirlo y disfrutarlo como entrenador, y hasta invadió el campo de juego para celebrar como correspondía una gran victoria de Boca, de esas que nunca se olvidan.

La Nación

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