En su primera misa del 2017, el papa Francisco criticó la «orfandad espiritual», un «cáncer que corroe el alma»

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El papa Francisco criticó este domingo, en la primera misa de 2017, «la corrosiva enfermedad de ‘la orfandad espiritual'», «un cáncer que silenciosamente corroe y degrada el alma» y que trae consigo «vacío y soledad».

«La orfandad espiritual es un cáncer que silenciosamente corroe y degrada el alma», dijo el papa ante miles de fieles en la Basílica de San Pedro, un día en el que la Iglesia festeja la Jornada Mundial de la Paz.

«La pérdida de los lazos que nos unen, típica de nuestra cultura fragmentada y dividida, hace que crezca ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad. La falta de contacto físico (y no virtual) va cauterizando nuestros corazones, haciéndolos perder la capacidad de la ternura y del asombro, de la piedad y de la compasión», añadió.

En esta ceremonia, que comenzó a las 10.00 horas locales (9.00 GMT), Jorge Bergoglio pronunció una homilía en la que defendió que «la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes», y aseguró que «no es necesario maltratar a otros para sentirse importantes».

En las sociedades actuales, señaló el pontífice, se corre el riesgo de sucumbir a la que llamó la «corrosiva enfermedad de ‘la orfandad espiritual'» que aparece cuando se apaga «el sentido de pertenencia a una familia, a un pueblo, a una tierra, a Dios».

«Esa orfandad que gana espacio en el corazón narcisista que sólo sabe mirarse a sí mismo y a los propios intereses y que crece cuando nos olvidamos que la vida ha sido un regalo -que se la debemos a otros- y que estamos invitados a compartirla en esta casa común», subrayó.

«Solamente dentro de una comunidad, de una familia, las personas podemos encontrar ‘el clima’, ‘el calor’ que nos permita aprender a crecer humanamente y no como meros objetos invitados a ‘consumir y ser consumidos'», apuntó.

«No somos mercancía intercambiable o terminales receptoras de información. Somos hijos, somos familia, somos Pueblo de Dios», agregó.

Francisco también hizo mención especial a la figura de la Virgen María y, con ella, al papel que desempeñan las madres en el mundo actual.

«Las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías. Una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón, (…) una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación», consideró.

Las madres, prosiguió Bergoglio, «saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional», incluso en los peores momentos.

En este sentido, dijo haber «aprendido mucho de esas madres que teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital, o sometidos por la esclavitud de la droga (…) no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor».

También elogió a las «madres que en los campos de refugiados, o incluso en medio de la guerra, logran abrazar y sostener sin desfallecer el sufrimiento de sus hijos».

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