La terrible historia detrás la nena de «El exorcista»: drogas, amenazas de muerte y olvido

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Toda historia de fama apresurada termina mal. Bueno, no siempre, pero hay allí un impacto que suele ser difícil sobrellevar. Más si sucede a una temprana edad. ¿Cómo será sentir la fama más grande con tan sólo 14 años de un momento para el otro? Esto le sucedió a Linda Blair, la nena de El exorcista, que hoy cumple 58.

Corría el año 1973 y las salas de cine comenzaban a experimentar algo extraño: gritos, llantos, desmayos, vómitos. El cine de terror se encontraba en su mejor momento, renovado con la historia de un sacerdote que intenta quitarle el demonio de adentro a una chica. El efecto realista que tiene la película sorprendía. No era para menos: el guión lo escribió William Peter Blatty (fallecido la semana pasada), el mismo hombre que escribió la novela dos años antes y que le valió un Oscar.

Cuando le ofrecieron el papel, Linda Blair no tenía un sueño pomposo envuelto en los flashes célebres de Hollywood. Si bien había trabajado en los films –The Way We Live Now (1971) y The Sporting Club (1971)-, su verdadera pasión eran los animales y la equitación, con lo cual pensaba a la película como un medio posible para cumplir su sueño: financiar sus futuros estudios de veterinaria. Claro, quizás nunca imaginó que El exorcista se consagraría como una de las producciones cinematográficas más importantes -no sólo de terror- de la historia.

¿Cómo vivió ella esa inmensa popularidad? Al principio, de la mejor manera, ya que estuvo nominada en los Oscar como Mejor Actriz de Reparto y ganó en la misma categoría un Globo de Oro. Luego llegaron los problemas.

Es difícil pensar qué se les cruzó por la cabeza a los fanáticos religiosos cuando vieron la película. Lo cierto es que un inminente odio confabulador les brotó desde las entrañas a tal punto de asegurar que era una glorificación de Satán. Por esto, Linda empezó a recibir amenazas de muerte de forma cotidiana. Desde la productora Warner Bros entendieron que el asunto era serio y le pusieron varios guardaespaldas a ella y a su familia durante las 24 horas de día durante seis meses. Pasado el tiempo de promocionar la película, las amenazas siguieron entonces, por precaución, decidieron mudarse. Estuvieron virando entre Vermont, Connecticut y Nueva Jersey en las casas de sus amigos.

Cuatro años después de El exorcista, en diciembre de 1977, cuando tenía 18 años, le encontraron cocaína y anfetaminas. Fue acusada de posesión pero también de distribución, con lo cual fue arrestada. Recibió una condena con libertad condicional por tres años y una obligación incómoda: aparecer en videos en contra de las drogas y hacer un tratamiento de rehabilitación por nueve meses. Esa fue la última vez que Linda tuvo problema con este tipo de sustancias, pero el escrache público ya había sucedido, con lo cual no le fue fácil conseguir buenos papeles. De hecho, un tiempo después, estuvo internada en un hospital psiquiátrico por problemas de salud mental.

La insistencia de la fórmula y las alternativas

Quienes saben del tema suelen decir que lo difícil no es llegar sin permanecer. Después de del estrellato cinematográfico que le significó trabajar en el film dirigido por William Friedkin, hizo algunos trabajos que parecían perfilarla como una figura importante del último cuarto de siglo con series televisivas y películas como Nacida inocente y Aeropuerto 75, ambas de 1975. Pero despegarse del personaje de Regan MacNeil no tenía demasiado sentido -habrá pensado-, entonces aceptó hacer la precuela Exorcista II: el hereje.

Los productores olfatearon la posibilidad de seguir agigantando el monstruo pero los intentos fueron en vano: se convirtió en un fracaso en popularidad. Sin embargo aún cuenta con un público que la reivindica. Martin Scorsese es uno de ellos: «Me gusta El exorcista, por la culpa católica que tiene, y porque me asustó a mí, pero El hereje la supera».

Por su parte, Linda entendió que debía probar con otra cosa: escribió el libro Going Vegan reivindicando el veganismo, sacó su propia tienda de ropa, fundó una institución protectora de animales abandonados y participó de una gran cantidad de campañas benéficas.

«Tenía que hacer algo que importara al mundo», dijo años atrás en una charla en Málaga.

También hizo desnudos en revistas como Playboy y continuó, desde luego, haciendo cine. No logró trascender con ninguna de las tantas películas que se incluyen, por ejemplo, la parodia de 1990 ¿Y dónde está el exorcista? y la reconocida Scream (1996). No hay que quitarle mérito: protagonizó la película de terror más emblemática. Su vida ya dejó una marca en la historia del cine. Su trabajo en este mundo ya está hecho.

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