Las capuchas y los palos, una imagen cada vez más frecuente en los piquetes y marchas

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Cuando la situación ya estaba caldeada y se presentía que el enfrentamiento con la policía era inminente, la primera línea de manifestantes que intentaban cortar puente Pueyrredón y los que protestaban en la Panamericana hicieron lo mismo: se levantaron los pañuelos que tenían en el cuello para cubrirse la cara y los que tenían palos ocultos en la espalda los pasaron para adelante.

El militante encapuchado y con un palo es un símbolo de la protesta callejera que se popularizó tristemente luego del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en 2002, pero que en las últimas semanas cobró particular relieve por la multiplicación de piquetes.

Quienes recurren a ellos, dicen que es para evitar el gas pimienta o que los identifiquen. Pero también muestra un mayor nivel de organización y de disposición a actuar si hay una acción violenta. En consecuencia, una voluntad de intimidación que completa los cortes de la vía pública.

Antes de emprender un corte de calle las agrupaciones estipulan que un grupo irá adelante como «línea de defensa». En el caso de las organizaciones sociales que marchan con familias, el objetivo, en caso de un choque, es retener a la policía para que puedan desconcentrar rápidamente los que están detrás. El uso de los pañuelos tiene, según ellos, un triple objetivo. Por un lado, pueden llevarse al cuello y levantarse rápidamente para cubrir la cara en caso de que se utilicen gases lacrimógenos. Por otro, evita la identificación de quienes los usan en caso de que la situación se desmadre y que se quiera judicializar el hecho. Si algún efectivo filma el enfrentamiento no podrá reconocerlos. Finalmente, el último objetivo es el de la intimidación e incluso se usan como parte del «folklore» del piquete.

«Muchas veces hay compañeros con pañuelos y palos que viven en zonas complicadas y cuando vuelven a sus barrios la represión se hace efectiva. Por eso se tapan las caras», se justificó ante LA NACION Emiliano, un militante de la lista roja de Suteba que estaba cortando el acceso al puente Pueyrredón el día del paro.

«Taparse la cara es una medida defensiva necesaria frente a gases o filmaciones infiltradas. En otros casos, es parte de la mística de las agrupaciones de desocupados que tienen derecho a hacerlo como una cuestión estética», dijo María del Carmen Verdú, militante de la corriente de izquierda, Poder Popular.

Si bien hay organizaciones que hicieron de las caras tapadas un símbolo, como es el caso de Quebracho, la mayoría asegura que cubrirse con un pañuelo no es una directiva verticalista. Pero un número significativo lo hace si sabe que es posible un enfrentamiento con la policía.

Los partidos de izquierda como el PO, el PTS, el MST dejan a voluntad taparse el rostro. También quienes pertenecen a organizaciones sociales de izquierda o filo kirchneristas como el Movimiento Resistencia Popular (que el día anterior al paro cortó la 9 de Julio), Poder Popular, el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) o el Movimiento de los Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. En general se arman con palos o «gomeras». También en algunos casos el sindicalismo más combativo se hace de estas herramientas. En el caso de la jornada del paro, la facción de ATE que responde a Hugo Godoy tenía una primera línea que llevaba palos y bastones. «Nosotros creemos que taparse la cara desvirtúa el reclamo. Pero a veces está la necesidad para cubrirse de los gases. Sí, llevamos palos y gomeras que dejamos fuera de la vista y los usamos a modo de defensa si es necesario», explicó Juan Pablo Nocelli, representante de la agrupación MTD Aníbal Verón.

LA NACION consultó a funcionarios de los ministerios de Seguridad y Justicia sobre el tema. Actualmente no hay una ley que impida cubrirse la cara o llevar un palo (aunque sí es ilegal cortar la vía pública). Sin embargo, en el contexto de una protesta, puede tomarse como una amenaza. En ese caso, un juez puede actuar de oficio y emitir una orden de desalojo. En el mismo caso, la policía puede decidir aplicar el «protocolo antipiquetes» y detenerlos. Muchas veces, los efectivos policiales esperan el aval judicial antes de actuar y generar una eventual situación de violencia que desemboque en una denuncia.

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