La promesa que formuló Donald Trump de lograr un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos es un paso adelante para tratar de destrabar un conflicto que ha marcado a sangre y fuego al Medio Oriente durante más de medio siglo.
Nadie en el panorama internacional esperaba tamaño gesto del ahora presidente estadounidense, conocido por sus excentricidades y sus posturas xenófobas, y porque durante su campaña para ganar la presidencia de Estados Unidos Trump había respaldado al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
«Conseguiremos la paz», le dijo Trump al líder palestino Mahmud Abbas, en una reunión en la Casa Blanca. Esta es, quizás, la frase más sería y sorprendente que ha pronunciado el magnate en sus primeros tres meses en la Casa Blanca.
Lo cierto es que reuniéndose por separado con Netanyahu en febrero, y con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) el miércoles pasado, Trump sorprendió a sus críticos que suelen achacarle su falta de experiencia diplomática.
Que Trump se haya ofrecido como mediador, sin embargo, no significa que su declaración vaya a tener un efecto inmediato sobre el conflicto, pero es un gesto que fue muy bien recibido por ambas partes.
Si bien es cierto que el empresario inmobiliario ha relativizado la fórmula de los dos países, al señalar «dos Estados o un Estado», esta opción sigue siendo respaldada mayoritariamente por la Organización de las Naciones Unidas, entre otros organismos internacionales.
Lo concreto es que Trump se ha sumado a quienes tratan de buscar una solución al conflicto iniciado tras la creación del Estado de Israel en 1948.
Abbas, cuyo mandato expiró en 2009, aunque continúa en el poder sin llamar a elecciones, reaccionó con respeto y con mucha cautela a la propuesta del presidente estadounidense de ofrecerse como mediador.
El hombre que heredó el liderazgo de Yasser Arafat dejó en claro la postura de la ANP: un Estado palestino con capital en Jerusalén Este y con las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días en 1967.
De todos modos habrá que ver qué pasa con el ofrecimiento de Trump, teniendo en cuenta que el magnate no ha hecho pública su estrategia para destrabar un conflicto que permanece en el limbo desde que fracasó un plan del ex secretario de Estado, John Kerry, a fines de abril de 2014.
Tampoco parece claro que Netanyahu renuncie a su política de asentamientos, a pesar de que el propio Trump le llamó la atención por la construcción de viviendas en Cisjordania.
El primer ministro israelí exige, además, que se reconozca a Israel como un Estado judío, pedido rechazado por los palestinos porque podría entenderse como una renuncia a reclamar derechos históricos, incluido el retorno de miles de refugiados.
Durante la campaña para llegar a la Casa Blanca, Trump dijo que trasladaría la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, lo que supondría reconocer esa ciudad como capital israelí. Por otra parte, el mandatario norteamericano nombró como embajador en Israel a David Friedman, un firme defensor del Estado israelí.
Para Norberto Consani, director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, «es interesante lo que está ocurriendo en el conflicto, porque todos pensaban que Trump era pro israelí. Lo de convocar a Abbas a la Casa Blanca no condice con los parámetros normales».
«Nadie pensaba que Trump iba a tener esta postura positiva con respecto al mundo árabe. Se verá si puede o no mediar en el conflicto. Hay que ser escéptico con respecto a lo que dice que hará», dijo a Télam el analista internacional.
La jugada política de Trump llega en un momento especial para Abbas, cuyo liderazgo está en crisis en momentos en que un grupo de presos palestinos, liderado por el ex jefe de Al Fatah, Marwan Barghouti, realiza una huelga de hambre en Israel.
Barghouti, líder de la Segunda Intifada palestina que se inició el 29 de septiembre de 2000, purga cadena perpetua por matar a cinco israelíes. Para muchos analistas, este carismático dirigente está considerado el sucesor natural del presidente Abbas.
En este contexto, hay un nuevo escenario en la Franja de Gaza, controlada desde 2007 por el Movimiento de la Resistencia Islámica Hamas, debido a que este grupo no reclama ya la destrucción del Estado de Israel. Por el contrario, se ha sumado también a los reclamos por la creación del Estado Palestino con las fronteras de 1967, con Jerusalén Este como capital.
Netanyahu, sin embargo, reaccionó con escepticismo al anuncio y dijo que Hamas sigue promoviendo «atentados y asesinatos de civiles y educando a los niños de Gaza al odio y destrucción de Israel».
Al ofrecerse como mediador, Trump ha imitado a sus antecesores en la Casa Blanca. Sin embargo, no queda claro cómo hará para lograr la paz entre israelíes y palestinos, teniendo en cuenta el fracaso de los Acuerdos de Oslo firmados en 1993 durante el gobierno de Bill Clinton.
Antes de esos acuerdos, el ex presidente James Carter logró reunir en la residencia veraniega de Camp David al primer ministro israelí, Menagem Begin y al asesinado presidente de Egipto, Anwar el Sadat.
El resultado fue más que satisfactorio: Israel se retiró de la Península del Sinaí -que había ocupado en 1967- y se inició un régimen autónomo palestino en la Franja de Gaza y Cisjordania.
Han pasado muchos años desde entonces, pero ahora Trump cree que puede tener éxito con su iniciativa para lograr la paz.
Cualquiera que analice el meteórico ascenso del magnate, que pasó de ser un don nadie en la política estadounidense a presidente de la primera potencia del planeta, sabe que Trump está hablando en serio.
Fuente: Telam