El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió al canciller ruso, Serguei Lavrov, en su reunión de mayor nivel con un funcionario de ese país desde que llegó al poder y un día después de haber echado al director del FBI, James Comey, que investigaba los presuntos lazos entre Moscú y el equipo de campaña del mandatario.
Lavrov no esquivó la polémica y en un claro desafío a los políticos, analistas y periodistas que acusan a Trump de querer esconder sus vínculos secretos con el Kremlin, aseguró que es «humillante» para la sociedad estadounidense pensar que un país extranjero pueda controlar la situación política en Washington,
Tras una reunión de 40 minutos, en lugar de los 20 programados inicialmente, Trump apareció en la sala de prensa junto al ex secretario de Estado Henry Kissinger, ante la sorpresa de los periodistas que esperaban encontrarse con Lavrov y el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, quienes ya se habían retirado de la Casa Blanca.
En unas breves declaraciones, Trump dijo que la decisión de despedir al ex director del FBI no afectó la reunión con el diplomático ruso, a la cual calificó de «muy buena». No brindó más detalles.
Más tarde, el mandatario contó que exigió a Moscú que aumente sus esfuerzos para frenar al gobierno del presidente sirio, Bashar al Assad, y para trabajar hacia una salida del conflicto en Siria, eje central del encuentro, según informó un comunicado divulgado por la Casa Blanca.
Además, expresó su deseo de «construir una mejor relación» entre los dos países, luego de que la escalada de tensión bilateral que provocó el ataque estadounidense a una base aérea siria a principios de abril pasado, el primero de Washington dirigido contra el Ejército sirio.
Lavrov, que evitó el contacto con la prensa al entrar y salir de la Casa Blanca, eligió brindar una conferencia de prensa desde la embajada rusa en Washington. Allí aseguró que la relación con Estados Unidos está «libre de ideologías» y que el flamante gobierno de Estados Unidos está formado por «hombres de negocios» capaces de trabajar para resolver problemas con Moscú.
«El actual diálogo entre Estados Unidos y Rusia está libre de ideologización (…) No quieren negociar con el fin de mostrar sus logros en el campo de las preferencias ideológicas, sino para resolver cuestiones específicas, abordar problemas que afectan al país y el desarrollo y el bienestar de los ciudadanos», explicó Lavrov, según la agencia de noticias EFE.
Antes de ser recibido por Trump en la Casa Blanca, Lavrov se reunió con su par estadounidense, Rex Tillerson, para discutir el modo de frenar la violencia en Siria y Ucrania, dos conflictos centrales en la relación bilateral, según el Departamento de Estado.
Pero más allá de las declaraciones y los comunicados oficiales, la prensa estadounidense especuló con que la salida abrupta de Comey, el funcionario que investigaba los presuntos vínculos de Trump con Rusia, fue un tema que inevitablemente se coló en las reuniones.
Al salir del encuentro con Tillerson, Lavrov evitó hacer declaraciones sobre el despido del ahora ex director del FBI.
«¿Fue despedido? ¡Están bromeando, están bromeando!», ironizó el canciller ruso al ser consultado por los periodistas.
Comey, al frente del FBI desde septiembre de 2013, lideraba la investigación sobre los presuntos lazos entre el equipo de campaña de Trump y el Kremlin con el aparente propósito de beneficiar al magnate inmobiliario en las elecciones de noviembre de 2016.
Hasta la candidata demócrata, Hillary Clinton, lo señaló como uno de los artífices de su derrota ya que 11 días antes de las elecciones Comey anunció la reapertura de una investigación en contra de la ex secretaria de Estado por el uso de su correo electrónico privado para cuestiones públicas.
Según el ahora ex director del FBI, la aparición de nuevas pruebas justificaban esa decisión. Sin embargo, pocos días después informó que las evidencias eran insuficientes y volvió a cerrar la causa.
Esta semana, Comey tuvo que declarar ante la comisión de Inteligencia del Senado en relación a la investigación de los emails de la ex primera dama y al pirateo de los servidores del Partido Demócrata, presuntamente por hackers rusos vinculados al Kremlin que buscaban beneficiar a Trump.
El ex director del FBI fue consultado sobre por qué decidió hacer pública la reapertura de la investigación contra Clinton pero ocultó que en ese momento la fuerza también investigaba a Trump por sus presuntos vínculos con el gobierno ruso.
Comey esquivó la respuesta concreta y se limitó a responder que el FBI no toma decisiones en base a consideraciones políticas.
La novela, que recuerda a las mejores historias de espías de la Guerra Fría, también involucra a otros funcionarios estadounidenses y rusos.
Un mes después de asumir, Trump se vio obligado a despedir a su asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien había mantenido encuentros secretos con el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, y lo había ocultado al Senado durante su audiencia de ratificación.
Trump, que durante toda su campaña había prometido un acercamiento a Rusia, terminó por tomar distancia de la potencia e incluso llegó a bombardear a las fuerzas del presidente sirio, Bashar al Assad, aliadas del Kremlin.
En abril pasado, pocos días después del bombardeo estadounidense, Tillerson visitó al presidente ruso, Vladimir Putin, y tras el encuentro, Trump aseguró que «en este momento» se estaban llevando bien con Rusia.
La reunión fue para abordar la forma de coordinar sus acciones para mejorar los lazos.
Uno de los focos principales es Siria, donde el Kremlin apoya a Al Assad y Estados Unidos combate al grupo radical Estado Islámico al tiempo que apoya indirectamente a los rebeldes que desde 2011 intentan derrocar al gobierno.
En ese contexto Lavrov llegó a Washington, con la idea de exponer el plan ruso para poner fin a la violencia en Siria, luego de haber cerrado un acuerdo con Irán y Turquía la semana pasada para crear «zonas seguras» dentro de Siria donde estén prohibidos los enfrentamientos y los vuelos de aviones de guerra.
Fuente: Telam