El fiscal general Julio César Castro, designado ante un tribunal oral porteño, intentó ser juez de cámara federal en diciembre del año pasado. Castro contaba con una recomendación del Poder Ejecutivo a su favor, con una nota remitida al Senado en octubre por el ministro de Justicia, Germán Garavano. Tenía en su currículum, por ejemplo, haber sido director de la UFISEX, el ala de la Procuración dedicada a investigar delitos de violencia sexual y pornografía infantil, designado por el anterior procurador, Esteban Righi; Castro hasta dio conferencias en simposios y puntos como la Cancillería sobre, precisamente, combatir la violencia de género y abuso de menores.
Para llegar a juez, el fiscal general simplemente necesitaba que la Comisión correspondiente en el Senado, la Comisión de Acuerdos, presidida por el salteño Rodolfo Urtubey, tratase su pliego en sesión y lo aprobara, el mecanismo institucional correspondiente.
Castro se sentó ante la Comisión de Acuerdos en diciembre pasado en una audiencia pública: dos fuertes impugnaciones fueron leídas en su contra. Fue una audiencia tensa, cargada de confrontación, con el fiscal constantemente frotándose la frente. La semana pasada, esas acusaciones que fueron elevadas en la audiencia le costaron finalmente el ascenso: sus más de 30 años de carrera en la justicia penal terminaron en un pozo de mugre.
La Comisión, integrada por nombres como Juan Manuel Abal Medina y Federico Pinedo, presentó el 31 de mayo su resolución sobre el pliego de Castro: el rechazo fue total. «El candidato no reúne la condición de idoneidad», aseguró el escrito de los senadores antes de remitir la notificación al Poder Ejecutivo.
La primera acusación en su contra fue presentada por la senadora María Ester Labado y H., una ex empleada de Castro, su jefa de despacho en la fiscalía ante el Tribunal Oral Nº15. La empleada había elevado una fuerte denuncia contra Castro ante la procuradora Alejandra Gils Carbó en febrero de 2015, lo que disparó una investigación interna de la Procuración: habló de intimidaciones, acoso sexual, tormentos psicológicos, que incluso ocurrieron mientras la empleada estaba embarazada y de al menos otras cinco mujeres que sufrieron avances inapropiados similares.
Castro hizo su descargo en el Senado de cara a esta imputación: afirmó, insólitamente, que había buscado darle «contención» a su ex empleada. «Me parece que no nos entendimos», dijo el fiscal sobre su ex empleada ante la Comisión en diciembre, con figuras como Miguel Pichetto en la primera fila.
El abogado Pedro Brichta, cercano a Cristian Ritondo y ex candidato a diputado, lo impugnó por algo mucho peor: una serie de tuits que datan de 2014 y que «denotarían un inaceptable proceso de seducción de un hombre adulto hacia una menor de edad, circunstancia incompatible con las cualidades exigidas a un funcionario público, más aún cuando dicha persona alega ser especialista en temas relacionados a la explotación sexual infantil». Es decir, de acuerdo a esta impugnación, el fiscal que estuvo a cargo de luchar contra la pornografía infantil contactó a una menor por Twitter para tratar de seducirla.
Castro, luego de cuestionar el color político de Brita -el fiscal se reconoció kirchnerista ante el Senado-, aseveró, lejos de negar el contacto virtual: «Esos tuits son muy mal interpretados, no hay ningún dato, no se pide nada, no sabía quién era la persona. Di una respuesta contundente, observen esos tuits y no hay nada que se pueda parecer a un acercamiento. Son seis mensajes en tres meses. Solo le dije cosas con respecto a una opinión que ella brinda. Nunca supe de dónde era, me enteré que es de La Banda de Santiago del Estero. No tengo nada que ocultar». Castro incluso disputó que la joven santiagueña fuese menor de edad. Miguel Pichetto, mientras oía el monólogo del fiscal, se tapaba la cara con una mano.
Hubo una tercera acusación que consideró el Senado en su decisión del 31 de mayo, una que no solo le costaría el puesto y la carrera al fiscal Castro: le costaría incluso la libertad. B., su ex pareja -una abogada de 30 años de edad, 24 años más joven que él- lo denunció ante la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema por violarla analmente en dos ocasiones.
«Me forzó a tener relaciones por vía anal, que yo no quería y me decía: ‘sos pelotuda, sos virgen del orto, todas las mujeres lo hacen'», aseguró B. ante la Oficina de Violencia de la Corte. «No era consentido», siguió, «me dolía y lo tuve que sacar». «Cuando terminó el acto sexual me dijo ‘ni pienses que somos pareja'». En los días posteriores, B. se quejó al respecto. La respuesta del fiscal general, según su relato ante la OVD, fue de un desprecio considerable. «Ni para eso servís», le habría espetado Castro a su ex pareja en el primer ataque.
Hubo episodios de violencia. Castro, de acuerdo con lo que relató B. en su denuncia, se apareció en su departamento de Palermo con «un ramo de flores que estaba podrido… y me dijo ‘esto es lo que vos te merecés'». «Me empezó a decir que era una basura, que me odiaba, que no estaba a la altura de él… Empezó a discutir porque quería borrar» varios datos del celular de B., «decía ‘hija de puta, vos guardás todo'». Ahí comenzó «un zamarreo» en donde el fiscal le habría hundido sus uñas en los brazos a B., que terminó en el suelo. Las frases que B. le atribuye a Castro en el episodio solo empeoran el cuadro: «Lo hacés a propósito, hija de puta, mi psicólogo me dijo que eras una mierda», fue una de tantas. «Cuando yo sea juez vos no existís más», le habría lanzado mientras su pliego llegaba al Senado en octubre del año pasado.
La ex pareja de Castro decidió llevar al fiscal a la Justicia. Los cargos de violación tramitan en el Juzgado Nº6 a cargo del doctor Hernán López, con B. constituida como querellante. Los tuits de supuesta seducción a la menor santiagueña no son parte de la investigación, sin embargo, son parte de la causa así como las transcripciones del Senado e integran el perfil psicológico de Castro. La semana pasada, López indagó a Castro durante horas. Infobae accedió a los contenidos de esa declaración. Lo que dijo fue sorprendente.
Castro aseguró sobre su ex: «Yo amé a esa mujer, reconozco que teníamos una relación conflictiva». Se quejó que desde que Infobae revelara las denuncias en su contra hace dos meses «no como, no duermo, tomo ansiolíticos y antidepresivos, vivo encerrado en mi casa», mientras le pedía «consideración» a López. Luego se dedicó a retratar a su ex, básicamente, como una stalker obsesiva con celos enfermizos que llegó a llamarlo 28 veces en una mañana.
La relación con B. estuvo minada de pequeñas separaciones. El fiscal aseguró tener grabaciones telefónicas de su ex, que volvía a verla «por pedido de ella, ruegos, insistencias, porque ella decía que sufría mucho, que me extrañaba», que B. le revisaba metódicamente el teléfono cuando se iba a bañar, que lo interrogaba por los llamados y mensajes. Habló de un teléfono paralelo que B. poseía, que Castro encontró, con fotos de la ex mujer del fiscal, de su psicóloga. «Te la estás chamuyando, te la estás cogiendo», son frases que Castro le atribuye a B. sobre cualquier otra mujer con la que tuviera contacto.
Afirmó que hasta le controlaba su foto de perfil de Whatsapp, que le contaba los profilácticos en el cajón: B, cuando lo denunció, aseguró que Castro jamás se puso uno para tener sexo con ella. Aseguró, también, que el sexo anal no fue forzado, sino consentido, que el sexo era «normal… con un dejo de ternura».
Castro, en paralelo, se ofreció a ser peritado psicológicamente y lanzó una estrategia defensiva intensa liderada por la abogada Roxana Piña: llevó peritos de parte que atacaron el relato de B. y pidió pericias sobre los teléfonos de su ex.
B. no se quedó de brazos cruzados: presentó un escrito ante el juez López para refutar sus dichos. Sobre el supuesto «amor», la ex de Castro refiere a mensajes de Whatsapp de diciembre del año pasado donde la trata de «boluda» en letras mayúsculas y a su «capacidad inmejorable de cagar todo». Ofreció fotos de las heridas que el fiscal le habría causado en una pelea –rasguños en brazos que constan en la denuncia de la OVD- y testigos de esas heridas.
Hay un párrafo que es lapidario. Castro aseguró en su indagatoria tener una potencia sexual activa aunque acorde a su edad y que no toma medicación eréctil dada su condición cardíaca. B. apuntó: «El imputado pretende defenderse indicando que no tiene erecciones con firmeza suficiente para cometer los hechos denunciados. Sin embargo hay dos elementos que desacreditan lo manifestado por él. En primer lugar, como expliqué en mi declaración, tiene una fijación con el sexo anal, tanto para que le introduzcan dedos y objetos, como para penetrar él. En segundo lugar, el manejo de poder que se evidencia en las conversaciones, y el disfrute que le generaba tenerme pidiendo disculpas e intentando volver se manifestaba también en el sometimiento sexual que lo excitaba, llegando a las dos violaciones que sufrí».
B., por su parte, se ofreció a pericias médicas, propuso una psicóloga como perito de parte y a dos psicólogos y dos psiquiatras más que la atendieron tras su relación con Castro.
La investigación que ordenó Gils Carbó, encabezada por la fiscal marplatense Laura Mazzafferri, por lo pronto, produciría novedades esta semana: su resultado podría llevar a la destitución. La causa del Juzgado Nº6 también: se espera que el juez López resuelva en pocos días la situación procesal de Castro.