La libreta de Sampaoli tiene apellidos en verde, pero uno en rojo

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En la primera fila de asientos del ómnibus estacionado en la puerta del vestuario, Jorge Sampaoli y Sebastián Beccacece le dan cuerda a algo que ya ni ellos saben cuando empezó: una conversación de fútbol. Llevan 15 años hablando de lo mismo, pero nunca, hasta este momento, lo habían hecho después de un partido de la selección argentina dirigida por ellos. Hace una hora que saben que el debut terminó en una aliviadora victoria sobre Brasil. Las pulsaciones bajan, vendrá la vuelta al hotel, la cena y una sobremesa con… más fútbol. Se irán de Australia con unas cuantas ideas nuevas, reflejo de 90 minutos cambiantes. Lo de Singapur, está claro, tendrá otro peso.

El técnico le temía a que semejante rival le diera un golpe que hiciera cuesta arriba el comienzo del ciclo. Su preocupación se fundaba en el nivel de Brasil, que tiene automatismos propios de un equipo consolidado, y también en el estado de sus propios futbolistas. En los primeros entrenamientos había advertido ya que no estaban en las mejores condiciones para afrontar el clásico. Colocado después de la final de la temporada europea, el partido era una trampa del calendario. Otamendi metido en los preparativos de su casamiento, Higuaín y Dybala llegando aquí tras la cachetada emocional que significó perder la final de la Champions League, Messi girando por China debido a sus compromisos comerciales, los que juegan en España transitando su segunda semana de descanso… Demasiados elementos que conspiraban contra la necesidad de establecer un nuevo punto de partida.

Por eso el triunfo le dibujó una alegría mesurada. «Cuando uno transmite una idea, el receptor es muy valioso. Lo que más rescato del partido son las intenciones, aunque falta un montón», expresó en un tono monocorde; Sampaoli no se permite expresar emociones. Ese movimiento de brazos rápido y el grito en el gol de Mercado, el beso que se dio con Beccacece al final del partido fue todo lo que exteriorizó.

En la parte roja de su libreta de apuntes, el lugar más destacado lleva escrito el apellido Higuaín. Lo vio desconectado del juego del equipo, lejos de la posibilidad de inquietar a los centrales en todo el primer tiempo, lento. Sampaoli no esconde que su gran carta para el puesto es Icardi, a tal punto que lo mencionó con claridad: «Mauro y yo estamos haciendo todo lo posible para que pueda jugar, ojalá que se dé un milagro». Pero tal cosa no ocurrió: la distensión muscular que arrastra el 9 del Inter no se cura con invocaciones divinas.

Pipita salió en el entretiempo y ya entró en modo descanso: no viajará a Singapur, algo que el DT deslizó tras el 1-0 y que se confirmó enseguida. Su titularidad está amenazada, y no sólo por Icardi: el técnico se reunirá con Kun Agüero para explicarle en persona lo que pretende de él y tantear su nivel de compromiso. Luego decidirá si lo convoca.

Tan real es que su mirada está puesta en el partido contra Uruguay que el gol de Mercado fue la respuesta a un problema que le planteará el Maestro Tabárez: la altura del rival (ayer Brasil, mañana la Celeste) excede la de Argentina. La jugada se gestó en la última práctica: en lugar de lanzar el córner al área, Banega jugó la pelota con Messi y éste la pasó más atrás a Di María, de modo tal que en el movimiento se rompiera la línea de parejas que esperaban el centro directo. En ese entrar y salir iban a existir más chances de que el desorden les diera posibilidades a los atacantes, como pasó: ganó Otamendi y después Mercado corrigió el rebote en el palo. Eso sí, al Scratch le falta en sus delanteros la exuberancia física de Suárez y Cavani.

En el uno por uno de los apuntes de Sampaoli, el papel de Messi le resultó menor, más de un actor secundario que del «mejor del mundo», como el propio DT lo acarició. «Lo es y lo será mientras siga jugando, lo siento de esa manera», dijo. Pero también lo vio desconectado, de a ratos ausente, como si el partido le pesara como un compromiso y no como una motivación. Sampaoli lo entiende y valora el gesto de que haya querido estar en su debut: después del casamiento, las vacaciones y la pretemporada, sabe que disfrutará una versión más real de su capitán.

En la otra columna de los apuntes del técnico, resaltados con verde, aparecen especialmente Mercado y Biglia. El goleador del equipo ayer (marcó su tercer tanto en 17 partidos) es lo que él denomina «central marcador», con capacidad de moverse indistintamente en cualquier posición. Esa variedad ya la experimentaron juntos en Sevilla, y se repetirá con la camiseta de la selección: en el Melbourne Cricket Ground Mercado empezó por la izquierda y terminó como lateral derecho, el puesto de su excelente época en River. Pagó la convocatoria con un rendimiento alto y sostenido. De Biglia cautivó la capacidad de jugar simple y claro: tiene el primer pase que pretende del mediocentro, capaz de romper una línea y conectar con el ataque.

«Entrenar la idea llevará tiempo», repiten alrededor del técnico, con lógica. Empezar ganando, entonces, funcionará como un elemento motivador, como un tonel de aire fresco para los pulmones de unos jugadores al que el nuevo jefe se propuso levantar con una propuesta agresiva. Una que no se cocina con sólo cuatro entrenamientos, pero que ya los puso en alerta y les sacó una sonrisa ante el rival de toda la vida.

Fuente: la nación

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