Alejandro Bidegain conoció a quien fue su pareja por 7 años en la Iglesia Evangélica a la que ambos iban. Ella tenía 3 hijos y un grave problema de adicción al alcohol y a las drogas. Él, que se presenta como albañil y cuidador de caballos en el stud de Hurlingham, dejó la casa familiar y empezaron una vida juntos. Fue en septiembre del año pasado -y después de haber perdido otro embarazo-, que ella le dijo que iba a ser papá.
«Íbamos y veníamos, pero en todo el embarazo me fui de casa solo por una semana», asegura él, en diálogo con Infobae. La mujer, según su relato, se hizo los primeros controles poco tiempo antes del nacimiento de sus hijas. «Recién cuando estaba llegando al sexto mes de embarazo, nos enteramos de que eran más de una, hasta ese momento no lo sabíamos», sigue. Lo que le indicaron a M., que tiene 39 años, fue reposo.
«En abril, cuando iba por la semana 28 (el final del sexto mes de gestación) me estaba yendo al Mercado Central y pasé a verla porque andaba con pérdidas. Cuando entré, casi me muero. Estaba todo manchado con sangre, una de las nenas había nacido en la cama», sigue. Eran las 12:30 del 7 de abril y llovía torrencialmente. Alejandro dice que la abrigaron y fueron a la Unidad de Pronta atención (UPA) de Hurlingham. Kiara, la primera beba, pesaba 700 gramos y apenas respiraba.
La mujer fue trasladada al Hospital de Hurlingham y alrededor de las 15:20 y con 10 minutos de diferencia, nacieron Ángeles y Milagros. La primera pesaba 900 gramos y la otra, 1 kilo. Cuatro días después y como en el hospital no había lugar para tres bebés, fueron trasladadas al Policlínico de San Justo. «Kiara tenía una deficiencia respiratoria, las otras dos estaban mejor. Cuando las recibimos empezamos el trabajo de recuperación nutricional, que es bastante difícil: se le da un centímetro de leche cada 12 horas mientras están con una vía de alimentación», explicó Lucía Bustos, jefa de neonatología del Policlínico.
Fue M., la madre de los chicos quien dijo en el hospital que Alejandro no era el padre. Por eso, intervino el Servicio Social y, por seguridad, decidieron no dejarlo entrar. La madre de las nenas fue entonces al Registro Civil y las anotó solo con su apellido. Pero, a pesar de haberlas reconocido legalmente, fue a verlas a neonatología solo cuatro veces.
Las autoridades se encontraron con un estado de situación complicado. Por un lado, una mamá que no estaba yendo a cuidar a sus bebas, que tenía graves problemas de adicción y que ya tenía 3 hijos. Uno de ellos, el de 18 años, está detenido por robo. Tiene, además, un nieto -hijo de su hija mayor, que también tendría problemas de consumo- que está siendo evaluado para ver si entra en estado de adoptabilidad. Por otro, una acusación grave contra el hombre que afirma ser su padre (antecedentes penales) que deberán resolver.
«Las nenas no están abandonadas, no es como cuando alguien encuentra a un bebé en una bolsa en la calle. Se sabe quién es la madre, de hecho las reconoció legalmente», explican fuentes del ministerio de Desarrollo Social de la Provincia.
Lo que se hizo en estos tres meses fueron los pasos legales: entrevistas exhaustivas con la madre para ver cuáles son las posibilidades reales que tiene de hacerse cargo de ellas. También con la familia (tíos, hermanos), a ver si existen chances de que puedan ayudarla o hacerse cargo.
«El objetivo no es sacárselas. Primero se trabaja en la vinculación de los lazos afectivos maternos y familiares porque se privilegia el derecho del niño. Y en los bebés, es fundamental su relación con la madre. El único objetivo es proteger sus derechos a crecer en un entorno sano y las decisiones que se tomen serán las que garanticen eso».
Esos informes van al Juzgado de Familia n°6 de Morón y, en caso de que evalúen que no hay forma de revincularlas ni con unos ni con otros, debe decidir. Una de las posibilidades que se considera es que vayan «por un tiempo corto» con una familia en tránsito mientras evalúan qué pasa con su mamá». Todo esto significa que cualquiera que vaya al hospital conmovido y pida llevárselas para cuidarlas está perdiendo el tiempo.
La posibilidad de que las cuide alguien de la familia ampliada es lo que hace hablar a Patricia: «Salvo que ella haya mentido, soy la tía de las trillizas. Por eso me duele tanto que digan que fueron abandonadas. Si son mis sobrinas la vamos a pelear a morir. ¿Cómo se les ocurre que tres bebés con nuestra sangre van a ser dados a otra familia? Yo no tengo una cuenta en el banco ni un auto de alta gama pero donde comen 3 comen 4, y si son mis sobrinas amor, controles médicos y cuidado no les va a faltar nunca. Y si no son, les deseo que vayan al mejor Hogar y con la mejor familia».
Mientras, las trillizas ya tienen el alta clínica. «Tuvieron casi una enfermera exclusiva para cada una. Las cuidaron mucho, se encariñaron y las ayudaron a salir adelante. Milagros, que es la que pesó un kilo al nacer, ya pesa 3 kilos. Las otras dos pesan 2,690. Ellas acá tienen sus pañales y todo lo que necesitan, por eso las donaciones que llegaron se las dimos a otros bebés, que también las necesitan», dice la jefa de neo. Las nenas se quedarán allí, con ellas, hasta que se decida «el alta social»: quién las cuidará, juntas, una vez que salgan.