Marcos Peña: “No me cierra que Cristina Kirchner gane porque no veo a la Argentina suicidándose”

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«Con Mauricio no somos amigos. Él es el jefe, yo trabajo para ayudarlo», define Marcos Peña, jefe de Gabinete de Macri y pieza clave en el gobierno de Cambiemos. No practican deportes juntos, no van a comer, no tienen el mismo círculo de amigos, pero Marquitos es el hombre de extrema confianza del primer mandatario y el escudero de todas las batallas. También el cerebro detrás de esta nueva forma de construir poder.

El 15 de marzo cumplió cuarenta años y el poder parece no pesarle. Camina con comodidad por los pasillos de la Casa de Gobierno e invita a un café en el Salón de los Pueblos Originarios donde hacemos la entrevista. Sin corbata -«una costumbre que nos quedó de la Ciudad´»-, muy tímido, más flaco y con una barba cuidadosamente desprolija, solo se pone tenso cuando le pregunto sobre su familia: «Quiero cuidarlos», justifica.

El elegante saco oscuro impide que quede al descubierto el tattoo zen que se hizo hace 26 años en su antebrazo derecho. El símbolo significa «armonía» y lo dibujó en su piel al volver de un viaje como mochilero por Asia. Corría el 2001 y la Argentina estaba viviendo la gran crisis que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa. Ese caos lo impulsó a involucrarse en política. «Había que comprometerse para que las cosas cambiaran», afirma.

Marcos  Peña está para poner la cara, dar las respuestas, enfrentar a los adversarios políticos, armar las estrategias. Siempre impregnado de un optimismo a prueba de todo: «Pienso en positivo, es mi formación». Lo único que no hace es firmar certificados de defunción: «Si preguntás hoy qué es el peronismo, vas a encontrar cien respuestas. Pero no creo que haya que darlo por muerto».

—Sacando a la gente de Cambiemos, pensaba cuáles eran los políticos de la nueva generación que tienen más o menos tu misma edad: Máximo Kirchner, Wado de Pedro, Fernanda Vallejos, el Cuervo Larroque… ¿Qué tenés que ver vos con ellos?

—No tengo mucho diálogo con ellos por más que seamos de la misma generación. Les respeto mucho que se hayan metido, que se comprometan, pero no comparto su forma de ver la política porque me parece un poco anticuada, una visión un poco reaccionaria. Esa cosa de revivir los 70 a mí no me conmueve demasiado.

—Algo que me llama la atención es que se siga gritando «Patria sí, colonia no, los pibes para la liberación». ¿Qué crees que es la liberación hoy, año 2017, para ellos?

—Hay como dos «hijos del 2001». Nosotros por un lado y ellos por el otro. Y creo que ellos nacieron de una lógica muy reivindicativa, muy ligada al resentimiento y a una cosa típica de la política argentina que es vivir la aventura de otra generación. Nosotros creemos más en vivir nuestra propia aventura. Y eso pasa por el siglo XXI, por el mundo, por lo que viene, por lo que está pasando, que es apasionante y desafiante. Cuando repiten consignas de hace 40 años que fueron de sus padres y hablan de «la juventud maravillosa» y lo buenos que fueron los 70, me da pena porque coartan su creatividad y sus propias ideas.

—Esas consignas en pleno siglo XXI, ¿para quiénes son? ¿les llegan a la gente común, al que se levanta todos los días para ir a trabajar…?

—Me parece que es la nostalgia del mundo de la Guerra Fría, donde en la Argentina y en América Latina estaba esa lógica muy de la izquierda de luchar contra el imperio, luchar contra las grandes potencias para así liberar a la gente. Que la gente viva mejor, que tenga libertad y futuro, no lo hicieron atrás de esas consignas. Lo hicieron integrándose al mundo, generando conocimiento, generando trabajo. Por eso, tienen algunas cosas muy contemporáneas pero con un contenido muy antiguo. Es como usar Spotify para escuchar música de los 70.

—Atrasar 40 ó 50 años no es poco.

—Es bastante. Pero también es algo que está pasando en el mundo. Esa visión más populista de explicar los problemas desde un lugar de rencor. De buscar quién es el culpable en vez de ver qué es lo que uno puede hacer por uno mismo. Y creo que eso también le faltaba a la política argentina.

—Y obviamente crees que eso lo trajo Cambiemos.

—Cambiemos hoy ocupa ese lugar de una idea más aspiracional, más de empoderar… La «liberación» pasa por darles las herramientas a las personas para que se puedan desarrollar y crecer a través del trabajo. Muy lejos de la idea que ellos sostienen de «todo te lo da el Estado, todo viene de arriba, le tenés que agradecer a la líder que te regala algo». No creo en eso.

—¿Vos sos el que más escucha a Durán Barba? ¿Sos más Durán Barba que el mismo Durán Barba? ¿Por qué necesitamos un ecuatoriano para que nos venga a armar una campaña o construir un presidente o un candidato?

—Jaime es un amigo. Trabajamos juntos desde hace 12 años en una cosa de equipo, de reflexión… Está buena la pregunta, saber quién aprende de quién. Creo que Jaime aportó muchísimo para entender que hay un nuevo votante, que hay un tiempo distinto y que en función de eso hay que organizarse metodológicamente para escuchar, para dialogar. Sobre todo porque el votante quiere otra cosa, no quiere más de lo mismo.

—El otro día escuché que él decía «escuchen menos a los periodistas y más a la gente».

—Claro, es que el cambio de época más profundo que estamos viviendo es que hoy el poder lo tiene el que está del otro lado de la pantalla…

—Ustedes entendieron eso y, por ejemplo, apostaron muy fuerte a la comunicación en las redes. Ahora Cristina está con el señor de la panadería mientras amasa un churro haciendo un Face Time, hace lo mismo aunque se ve como forzado…

—Es que tiene que ser auténtico. Porque si no, se nota. Es inútil mentir.

-¿Con Cristina se notó?

—Sí. Me parece que el problema de la autenticidad cuando esconden las banderas de La Cámpora o esconden el PJ es subestimar al que está del otro lado, que sabe. Ellos siempre han estado muy orgullosos de su identidad, ¿por qué cambiarla? Creo que piensan que nosotros hacemos marketing y que engañamos. Y no es así y por eso la gente nos apoya y confía en nosotros. Pero, retomando el tema de Jaime, la experiencia de alguien que viene de afuera es muy útil, su mayor agregado fue que no vivía acá.

-¿Cuándo apareció? ¿Un día salió de abajo de una alfombra? ¿Entró a Casa de Gobierno o a la Jefatura? ¿Quién lo recomienda?

—En el 2004 lo recomendaron. Veníamos de la campaña del 2003 en que habíamos hecho las cosas bastante mal en términos de no terminar de encontrar nuestra identidad ¿no? Y empezó a trabajar en la campaña del 2005. Y le ganamos a Lilita y Bielsa en esa elección.

—Lilita le hace bullying a Durán Barba: se ríe mucho de su pelo, de su peinado…

—Eso es porque no lo conoce demasiado, ya se lo he dicho a Lilita. Creo que se entenderían bien porque es una persona muy culta. Jaime es un intelectual.

—En 2005 ganaron la diputación, después dos jefaturas de gobierno, la Provincia, la Ciudad, el país, y sin embargo todavía en algunos lugares se lo sigue ninguneando a Mauricio Macri. Le ganaron al peronismo, son como una máquina de ganar elecciones y es como que la gente no se diera cuenta de que ganaron todo.

—Ahí diferenciaría la gente de lo que es el ambiente del poder. El poder funciona muy como grupo cerrado e incluso como un club que ya repartió todos los carnets y vinieron estos que quieren meterse, y dicen: «Bueno, está bien, pero esto lo manejamos nosotros». Si uno mira las listas de la provincia de Buenos Aires ve el mismo club de hace 20 años. Club que también está en muchas provincias. Gracias al liderazgo de Mauricio nosotros pudimos oxigenar la política, romper esa idea de que todo ya está pre armado. Y eso le hizo mucho bien a la sociedad y al sistema político para rejuvenecerlo, para darle nuevo aire y también modernizar a nuestros rivales.

—Definime el liderazgo de Mauricio.

—Creo que Mauricio Macri es uno de los principales presidentes desde el 83 para acá y que quedará en la historia argentina como un visionario y como un transformador. Así se lo reconoce en todo el mundo. Hoy Mauricio es uno de los presidentes más prestigiosos del mundo entero. Y muchas veces uno no es profeta en su tierra, sobre todo en este círculo del poder, pero uno recorre el país con él y ves el cariño, el vínculo que hay.

—Vos que lo conocés bien, si me hablás de Mauricio Macri sin hablarme del presidente ¿qué me dirías?

—Que es una persona enormemente generosa y cuyo mayor aporte es ese manejo sano que tiene del ego y esa capacidad de construir equipos. A muchos políticos que hablan de él despectivamente, o se sienten pares o superiores, yo les pregunto ¿cuánta gente formaron? Ni hablar con las elecciones que ganaron ¿no? Porque hay muchos que opinan como si fueran grandes estadistas y la única elección que ganaron es en un municipio…
El camino que estamos haciendo es cambiar la cultura del poder: menos liderazgo mesiánico, narcisista, que después genera esa cultura perversa del autoritarismo

—¿Querés dar nombres?

—No, hablo en general de esta lógica de que en la Argentina no se ordenaba el sistema político por quién tiene más votos sino por quién tiene más prensa, más poder, más aparato. Y creo que Mauricio vino a romper eso. Con un gran sacrificio personal, porque él podría vivir cómodo de otra manera y se ha sometido a 15 años de agravios, de ataques, de persecución judicial. Y se mantiene con una energía increíble, viene todos los días, pone la cara, hace cosas, le da para adelante y está feliz. Creo que eso lo va a colocar en un lugar muy importante en nuestra historia.

—¿La historia dirá que fue un Presidente que cambió el poder?

—El camino que estamos haciendo como gobierno y como política es cambiar la cultura del poder: menos liderazgo mesiánico, narcisista, que después genera esa cultura perversa del autoritarismo, la corrupción, el vamos por todo.

—Durán Barba dijo hace pocos días que ustedes tienen gobierno pero no poder. ¿Cómo cae eso de un señor que se supone que trabaja para ustedes?

—Me parece que tiene que ver con una explicación más general. Después de 12 años de un gobierno muy autoritario, muy concentrador, después de una gran crisis como fue la del 2001, es natural que haya una transición. Y todavía hay mucha gente que cree que ganamos de casualidad, que ganamos pero «bueno, vamos a ver cuánto duran»…

—Hablan del helicóptero, que van a terminar así.

—El «¿podrán gobernar?» es una pregunta que todavía -aunque cada vez menos- está dando vueltas en la calle. Por eso esta elección es tan importante.

—¿Qué se están jugando si pierden en estas PASO?

—Para mí, de vuelta, el tema es cómo nacimos. Nosotros estamos acá porque los votantes nos pusieron acá. Entonces, los que se juegan todo en esta elección son los votantes que quieren un cambio, que quieren un país distinto y que confían en nosotros para llevarlo adelante. No es al revés.

—Pensaba en Carlos Saúl Menem cantando ya sin fuerzas la marcha peronista y que quiere ir al Congreso, en Cristina que tiene como seis causas y se presenta…

—Hay una gran ventaja para los ciudadanos que les da bronca eso: votar otra alternativa. Por eso digo que esta elección no se trata de Cristina, no se trata de Menem, no se trata de los que se fueron, se trata de cuántos votos hay para respaldar el cambio.

—Pero las encuestas dicen que Cristina está muy bien.

—Bueno, pero es natural. Menem en el 2003 ganó la elección después de estar preso. Un ex presidente, por más desprestigio que tenga, en el grueso de la sociedad consigue un mínimo de apoyo. Ahora, las encuestas también dicen que la mayoría respalda el proceso de cambio. Y si todos los que lo respaldan votan por ese cambio, entonces vamos a estar muy bien. Es muy difícil como argentinos decir qué es lo que está mal de nosotros. Es la tentación de decir «si se van los kirchneristas, el país se arregló». No, los problemas son más profundos. Y el kirchnerismo es una expresión de los problemas de la Argentina, no es la razón de los problemas.

—Recién me decías cómo la historia lo va a recordar a Mauricio. ¿Y cómo crees que la va a recordar a Cristina Fernández de Kirchner?

—Ojalá que como la última presidenta reivindicativa y al final del día, creo, fracasada de una etapa de la Argentina. Pero que permitió que, a partir de ahí, el país se diera cuenta de que había que cambiar de verdad. O sea, no hay mal que por bien no venga ¿no? Todas las etapas históricas tienen su explicación.

—Como politólogo ¿cómo lo definís a Perón?

—Como un gran líder. Un gran líder que marcó una época y que por ese culto a la personalidad detuvo la posibilidad de crecimientos de nuevos liderazgos. Es parte de esa cultura de liderazgo muy centrado en uno y sin dejar crecer al resto.

—¿Y de Néstor Kirchner qué rescatas?

—La autenticidad, me parece que fue un tipo auténtico. Hizo en el país lo mismo que hizo en Santa Cruz. Nunca trató de ocultarlo.

—En estas elecciones, excepto Lilita, que es como la Messi, daría la sensación de que salen a jugar con suplentes. Como que los titulares están todos ocupados -vos, Vidal, Michetti, Mauricio, Frigerio- y los van guardando para el campeonato del 2019. ¿La campaña se la va a poner en sus espaldas María Eugenia Vidal a mediados de julio? Faltan nombres de peso.

—Sí, por ahí algunos son poco conocidos pero lo mismo decían de María Eugenia hace dos años, o lo mismo decían de mí, de Rogelio. Y lo que puedo decirte es que los candidatos expresan los mismos valores, la misma identidad, la misma pasión. Entonces desde el presidente para abajo vamos a estar todos ahí, acompañándolos.

—Hablabas de que son un equipo, que trabajan en equipo, que piensan en equipo, ¿por eso no está Martín Lousteau?

—A Martín se lo invitó después de que compitió con nosotros.

—Se lo invitó a Estados Unidos, a que se vaya a otro lado.

—No, es una de las embajadas más importantes del mundo para la Argentina y se hizo un buen trabajo. En un momento él prefirió volver para competir. Habíamos sido muy claros de que no nos parecía un buen momento, pero él tenía derecho. Ojalá a futuro tenga la vocación de ser parte de un equipo. Está obsesionado con ser jefe de Gobierno.

—Si vos estás en una isla desierta y lo tenés a Larreta, a Lousteau, a Moreno y a Filmus, y tenés que salvar dos…

—A Horacio (largo silencio y piensa)… y a Martín, creo que es una persona que tiene para aportar.

—A Lousteau lo dejás en la isla tirado un rato, pero lo salvás.

—No, no. Moreno ni hablar y creo que Filmus aportó ya lo que tenía para aportar, pero bueno.

—Te quedaste pensando en Lousteau: no lo hubieras rescatado, hubieras agarrado a Filmus.

—No, no. Aparte no mezclo lo personal y lo político, no acumulo rencores porque son como capas que se van superponiendo y se termina enfermando el alma.

—Ustedes aceptaban a Lousteau, pero no de candidato. Y Martín venía con ganas de protagonismo…

—Sí, y por eso dijimos que no nos parecía hacer una interna. Habíamos sido muy claros: «Sé parte, pero no si sos candidato en esta elección, por ahí el día de mañana». Pero arranca la campaña y le sale de adentro el ataque, la descalificación. Y bueno, son decisiones personales.

—El otro día estaba leyendo entrevistas a tu mujer, Luciana Mantero, que es periodista y escritora, donde cuenta lo que pasaron por el tema de la infertilidad. Y te describe de una manera increíble. Confiesa que cuando ella estaba muy triste a la noche en la cama le acariciabas la cabeza mientras lloraba y la calmabas, que sos un gran padre de dos hijos, que estás menos tiempo pero de una gran calidad. ¿Extrañás ese tiempo que ahora no podés darles?

—Hace 15 años que estamos juntos. Somos muy compañeros, seguimos muy enamorados y le damos mucha bola a la familia. Ser padre también es un gran cable a tierra.
Hicimos un montón de tratamientos… Siete médicos nos habían dicho que no había ninguna posibilidad de que quede embarazada

— El más chiquito fue con un tratamiento…

—Lucas, que ya cumplió nueve, llegó solo y con Joaquín (3) tardamos tres años. Luciana cuenta en el libro El deseo más grande del mundo que fue una experiencia muy difícil para todos, también para nuestro hijo mayor porque había unas ganas del otro y eso siempre es… Pero bueno, finalmente llegó Joaquín sin tratamiento. Hicimos un montón de tratamientos… Siete médicos nos habían dicho que no había ninguna posibilidad de que quede embarazada.

—Se relajaron y quedaron.

—Y quedó embarazada. Íbamos a ir por una ovodonación, habíamos empezado ese camino, habíamos tomado la decisión y a la semana quedó embarazada.

—Estaba pensando, sos como el marido perfecto, el yerno perfecto, la familia perfecta y en armonía hasta que me enteré que tu suegra es súper K, y no lo puedo creer. Vos tenés una suegra kirchnerista y Mauricio un cuñado y sobrina súper K . Ahí Durán Barba no pudo.

—No, no sé si súper K. No la definiría así, simplemente está claro que no pensamos lo mismo de la política en general. Pero aun así aprendimos un montón.

—¿Y cómo es un asado con tu suegra, por ejemplo?

—Re bien, re bien. Nos unen los chicos.

—Es la primera respuesta en la que te ponés tenso.

—No, no. Me pongo tenso porque no me gusta mucho involucrarlos, porque ellos tienen su vida y trato de ser respetuoso y no meterlos en esto. El mayor cambio de estos años es ser una persona pública y conocida y eso invade a toda la familia.

—¿Cómo es verte en la tapa de una revista en traje de baño?

—Muy raro. Pero lo más raro es la pérdida de libertad que tenés, sobre todo cuando estás con los chicos en la calle y te reconocen. Eso te hace salir esa parte protectora de padre. Es raro para todos: para Luciana, para mi cuñado, mis hermanos, mis primos, somos una familia grande de ambos lados y es como que les quita un poco de libertad a todos. Eso fue lo más difícil de manejar y sigue siéndolo.  Más en una Argentina muchas veces agresiva y también muy afectiva. Pero bueno, viene con la tarea.

—Una vez alguien de mucha confianza de Macri, me dijo: «Podés meterte con cualquiera de su gabinete, pero ni se te ocurra tocarlo a Marcos Peña». Mata por vos. ¿Por qué?

—Construimos mucha confianza en estos años trabajando juntos. Creo que la confianza es algo súper valioso en un proceso como este. Cuando hay un clima tan agresivo, tan enfermo en la política argentina, es importante construir una relación sana, tener los mismos objetivos, y entendernos. Siempre él en su rol de jefe y yo en mi rol de ayudarlo sin buscar ser amigo.

—No son amigos.

—No, no. Obviamente vas construyendo un vínculo de mucha confianza, pero distinto al de una amistad. Los amigos son los amigos de cada uno.

—Lopetegui, Quintana, Aranguren, Stanley, Dujovne… son todos mega ricos. ¿Sos el más pobre del gabinete?

—Eso es gracioso. No hice el trabajo -lo tendría que hacer-, pero también debo ser el más pobre del gabinete kirchnerista. Como decía Lilita el otro día, fue un gabinete de gente que fue pobre hasta que llegó al poder, y a partir de ahí fue rica.

—Pero critican a Mauricio porque es rico…

—Mauricio, al revés. Es un tipo que ha ido perdiendo patrimonio y le ha ido cada vez peor. Y yo veo trabajar a muchos de los que están acá, (Mario) Quintana y (Gustavo) Lopetegui, por ejemplo, son dos personas que ojalá la Argentina tuviera más gente así, que tienen más para perder que ganar en la función pública.

—¿Les suma que esté tan dividido el peronismo? Florencio, Massa, Cristina…

—Lo que más nos suma es que Cambiemos esté unido, cosa que hace dos años no era tan obvia. Para mí, por lejos, ese es el dato político más importante hoy. Como estamos unidos eso promueve que haya fragmentación de lo que está del otro lado, que creo que tiene una crisis de identidad desde hace mucho tiempo. ¿Qué es ser peronista? ¿Ser menemista, ser duhaldista, ser kirchnerista, ser cristinista, ser de La Cámpora? Han sido tantas cosas que al final no son nada. Hoy son más que nada esta expresión de gente con ambición de poder y que va adaptando su discurso para lograrlo.

—¿Incluís a Sergio Massa en esta definición?

—Creo que en eso Sergio Massa es un campeón en eso, porque termina siendo alguien que adapta permanentemente su discurso a quien le puede dar una pequeña ventaja.

—¿Un oportunista?

— Y sí. O tribunero, como dijo Margarita Stolbizer en su momento.

—Bueno, pero Lilita también lo criticó a Mauricio y están juntos.

—No, no estoy diciendo que es una contradicción de Margarita, pero lo definió muy bien porque lo termina convirtiendo en una persona poco confiable. Y lo mismo decimos de Martín Lousteau o de Randazzo. Nosotros no lo descalificamos porque estuvo con Cristina, lo que decimos es ¿qué vas a hacer de acá para adelante? Pero sé claro, decilo. Hoy por hoy, lo más importante es que esos candidatos digan si van a ser parte del cambio o si van a ser parte de la agenda de Cristina para bloquear ese cambio.

—O sea, definís como un oportunista a Massa.

—Es una persona talentosa pero poco confiable. Pero también joven, con lo cual tiene todo el futuro para demostrar que eso no es verdad.

—¿Y a Florencio Randazzo?

—Lo conozco menos. Me da la sensación que tiene una cierta dignidad que no tuvieron otros ministros kirchneristas, pero que tiene que terminar de jugar más claro y decir qué es y qué representa. Lo veo rodeado de ciertas personas y digo ¿esto es algo nuevo? Pero ojalá que sea alguien que aporte, que venga a traer ideas frescas y que dé la discusión dentro del peronismo.

—¿Para vos qué es hoy el peronismo?

—Hoy por hoy da la sensación, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, que el peronismo es Cristina. Eso es hoy lo que los representa.

—Si Cristina pierde, ¿se murió el peronismo?

—Yo no creo, en general, que podamos dar certificado de defunción. Pero si preguntás qué es hoy el peronismo vas a encontrar cien respuestas distintas. Y no es un partido político, porque ni siquiera se presenta el PJ con Cristina sino por otro lado. El presidente del PJ, va en una lista distinta que la de su partido. El vicepresidente Scioli, también. En cada provincia se presentan con un sello diferente. Todo eso habla de una cierta crisis de identidad. Pero no creo que haya que darlo por muerto. Dependerá de ellos….

—¿Te imaginas a Cristina perdiendo por un punto o ganando por un punto?

—Tengo un sesgo hacia el optimismo un poco alto. Trato de pensar en positivo. Es mi formación. No me cierra el escenario de que Cristina gane porque veo que hay una mayoría que quiere un cambio. Y no veo a la Argentina suicidándose y tirando todo este esfuerzo por la borda. Lo más duro ya pasó. Todavía tenemos mucho camino que recorrer, y no veo a esa enorme mayoría de argentinos diciendo «ya está, nos rendimos, no hay nada que hacer, tienen que volver Aníbal, Cristina, Moreno».

—¿Qué decís de ellos?

—Lo único que decimos es, ya gobernaron. O sea que, más allá del discurso, está claro lo bueno y lo malo. Tendrán sus virtudes y sus defectos, pero está claro lo que son.

—¿Qué pasa con los indecisos?

—A los votantes que están dudando les digo: no se olviden de que ustedes son los protagonistas de toda esta historia. Nosotros estaremos un tiempo, pero vivimos acá y nuestros hijos van a vivir acá. Y hay que pensar que la resignación y el miedo son nuestros principales enemigos. Ni Massa, ni Randazzo, ni Cristina: la resignación y el miedo.
Lo peor ya pasó y todavía hay mucho camino que recorrer. Y no creo que la mayoría de la gente diga ‘ya está, nos rendimos, tienen que volver Cristina, Aníbal y Moreno’

—¿Cristina apuesta al miedo?

—Lo que susurra Cristina todos los días es «¿Viste que no se puede otra cosa? ¿Viste que te iban a fallar?». No te está dando una esperanza, no puede contagiarla. Nosotros vamos a seguir laburando todos los días para demostrar que sí.

-Ustedes dicen «se puede» y se necesita tener esperanza, pero muchos la están pasando mal. ¿Qué le dirías a esa gente?

—Primero: que tenemos un país espectacular, una gente increíble. Cuanto más recorrés el mundo, ves que no podemos dudar de nosotros mismos. Tenemos un problema de autoestima que hay que demostrar todos los días que se puede salir adelante. Segundo: cada obra pública que se está viendo es la demostración de que eso que parecía imposible se puede lograr. Llega el asfalto, llegan las cloacas, ahora llega el crédito hipotecario, y se puede viajar en avión, y se puede conectar el país. Esto es día a día. Son como pequeñas anclas de la esperanza que demuestran que estamos para más. Tirar la toalla no es una opción.

—¿Habré estado hablando con un futuro presidente? La silla de Mauricio, ¿es una silla tentadora para el futuro?

—Te juro que no, no, no, no. No, porque creo que la vocación de uno tiene que estar clara desde el arranque y mi vocación siempre ha sido acompañarlo, ayudarlo. Y esta tarea es espectacular, me encanta. Con eso sobra.

—Humildemente, no creo que sea Durán Barba: sos vos.

—(se toma su tiempo, se ríe). Somos un equipo.

—Sos vos, Marcos Peña.

—Ja, ja, ja.

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