La fórmula para crear a Manu Ginóbili: del pequeño fan de Golden State al «flaquito» inteligente y obsesivo

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¿Cómo se hace para crear un deportista perfecto? ¿Cuál es el movimiento preciso que hay que hacer para guiarlo por el camino correcto? ¿Qué fórmula hay detrás de Manu Ginóbili? Los interrogantes suenan demasiados osados. Quizás utópicos o verdaderamente inexistentes. A pesar de todo, las respuestas más cercanas a esas preguntas sólo pueden darlas aquellos que lo formaron en sus inicios.
Infobae reunió a los primeros tres entrenadores de Emanuel Ginóbili en su carrera profesional para celebrar sus 40 años: Oscar Sánchez, Daniel Rodríguez y Julio Lamas. Si bien cada uno vivió su propia aventura al lado del NBA, la conclusión del trío confluye en una misma definición: es uno de los seres humanos más inteligentes que conocieron.
«Lo primero que se me viene a la cabeza cuando me preguntás de él es el básquet, un jugador único», detalla Lamas, que en 1998 decidió apostar por un joven Manu por encima del experimentado Jorge Racca para jugar el Mundial en Grecia y así darle forma a su debut en el seleccionado nacional.
«Sigue haciendo los mismos gestos que cuando era chico. Histérico. Es increíble. Era un dotado y con algo que nadie debe saber: Emanuel tiene una familia que es NBA antes que él», advierte el Huevo Sánchez, amigo de todo el clan Ginóbili, que lo formó en las escuelitas de Bahiense del Norte y luego lo hizo debutar en la Liga Nacional de Básquet en Andino de La Rioja con 18 años.
«A mí me llamaba mucho la atención que siempre hacía algo que te sorprendía. En los partidos o en los entrenamientos. Ponía un tapón increíble o hacía algo increíble en ofensiva. Hasta en las cosas mínimas te llamaba la atención», lo recuerda con afecto Zeta Rodríguez, quien lo tuvo en Estudiantes de Bahía Blanca y a quien Manu definió como uno de los mejores entrenadores de su carrera junto con Ettore Messina –Kinder Bologna– y Gregg Popovich –San Antonio Spurs–.
Manu se inició profesionalmente en Andino y apenas duró tres años en Argentina: una temporada en el noroeste y otras dos en Estudiantes. Por entonces, la presencia de un argentino en la NBA era una quimera imposible de alcanzar.
Una anécdota de aquellos primeros pasos profesionales en La Rioja ya delataba el grado de su pasión por la competencia. «Un día estábamos en Roca y le digo a (Gustavo) Oroná: ‘Dale la derecha’. Él es zurdo hasta para masticar. Se fue por derecha, me la enterró y me dijo ‘seguí dándome la derecha…’. Un crack. Esas son cosas que demuestran los desafíos de él», recuerda Sánchez.

«Cuando tenés familia buena, buenos conductores, buenos compañeros, una vida privada excelente, sos un tipo de familia… Son muchos ingredientes para ser como es, el uno. Porque Emanuel es un ejemplo», lo define el Huevo. «Es un obsesivo, pero porque le gusta todo a la perfección. Es muy recto, muy derecho. Eso habla bien de él. Le caiga al que le caiga. Al amigo o al hermano», agrega.
Lamas describe a la perfección cuál es la llama interior que lo condujo rumbo al Olimpo de los deportistas más grandes de la historia. «Él es muy educado, como persona y deportivamente. Con los años fuimos dándonos cuenta de la ambición, la valentía, el amor al juego que hizo que lo conozca mejor desde todo punto de vista. Él sabe lo de él, pero también lo de todos los compañeros y los rivales. Es un fuera de serie Manu».
Ginóbili empezaba a despertar los elogios más pintorescos, como aquel que rememora Rodríguez: «Tenía un asistente que una vez me dijo ‘cortémoslo, a lo mejor en vez de venas tiene cables’. Porque era una computadora caminando ese chico». Y añade: «Es una de las personas más inteligentes que yo he conocido».
Antes de emigrar a Europa, Emanuel cumplió el sueño de compartir equipo con su hermano Sebastián en Estudiantes de Bahía Blanca. «Sepo y yo sabíamos que Manu era la carta más importante que tenía el equipo. Vos podías traer dos americanos o extranjeros, pero nosotros sabíamos que era el arma más importante», detalla el entrenador de ese conjunto.
Mientras todo esto se producía, Manu perseguía su sueño de alcanzar lo más alto como fanático de Golden State, principalmente por su admiración por el histórico Tim Hardaway: «Sí, era hincha de Golden State. Cuando yo viajaba le traía cosas de los Warriors –cuenta Sánchez–. Mirá cómo es la vida…».
EL CAMINO PARA LLEGAR A LA NBA

La brecha entre el sueño inalcanzable y la transformación de un mito se inició en 1997, cuando RC Buford –gerente general de San Antonio– se hizo presente en el Mundial juvenil de Melbourne para hablar con Lamas. «Pensé que era uno más que venía a preguntar por Victoriano, Oberto, Pepe Sánchez y Palladino. Cuando se sentó le digo de quién me querés preguntar. Y me hizo así –muestra el meñique–: ‘Del flaquito’. Empecé a seguir a Victoriano, Ginóbili y Oberto para ellos», recordó el DT de Argentina por entonces.

Ya era una pieza clave del club de Bahía Blanca y estaba próximo a iniciar su periplo por Europa. Así lo recuerda Zeta: «A la mitad de esa temporada nosotros trajimos un ex NBA, Grant Gondrezick. Él empezó a insistir en que Manu se fuera a una universidad americana, que eso le iba a abrir las puertas para algo muy importante». Sin embargo, era uno de los pocos que analizaba esa situación: «Nunca me hubiera imaginado a dónde llegó ni lo que hizo».

Fueron dos años de un seguimiento exhaustivo desde los Spurs, estudiando cada detalle del escolta. «Se interesaban en su inteligencia, preguntaban por su IQ, por su inglés, por su educación. Todos puntos altísimos de Manu. Ya era un jugador que tenía mucho conocimiento de la NBA. Él la miraba permanentemente», recuerda Lamas.
Para los integrantes de su entorno, no quedaban demasiadas dudas de sus cualidades tanto dentro como fuera de la cancha. «Emanuel habla italiano, inglés, es un tipo muy leído, muy abierto. Yo he visto en San Antonio gente que se fue porque no entendían nada. Además, un equipo que intelectualmente es tan amplio, como San Antonio, de repente decís ‘puta, no cazo nada'», explica Sánchez.
Mientras los Spurs continuaban analizando al detalle las probabilidades de acertar en la elección con Ginóbili, Manu se transformaba en rey de Europa en el Reggio Calabria y más tarde en el Kinder Bologna: «Hay un video editado de Bologna, es Jordan, creémelo –asevera el Huevo–. Una vez le pregunté a Gino (padre): ‘¿Qué pasa con este pibe? ¿por qué salió así?’. Vuela esta pibe. Se iba volando así como Jordan. Es increíble».
Emanuel ya estaba preparado para iniciar su camino rumbo al éxito. O, como bien lo define Lamas, a la luna: «Yo veía que estaba para grandes cosas, pero no me imaginé que tanto, no me imaginé que iba a llegar a la luna».

Fuente: Infobae

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