Cristina ya no es líder de mayorías, pero sigue siendo la principal opositora

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En esa pasión tan nuestra por el despilfarro de dinero y las emociones inútiles, ayer los argentinos nos patinamos algo más de 2.500 millones de pesos en un ensayo general de la verdadera elección legislativa que tendrá lugar en octubre. Sólo hubo competencia entre precandidatos de una misma fuerza -el objetivo único de las primarias- en menos del 30 por ciento de los 130 frentes electorales que se presentaron en todo el país. En un nuevo récord del absurdo, en siete provincias se movilizaron gente y recursos sin que hubiese en ese distrito ni una sola primaria competitiva.

El sistema de PASO fue ideado por Néstor Kirchner tras su derrota en las legislativas de 2009 con la ilusión de ordenar la interna peronista. Fue impulsado por su esposa, entonces Presidente, como una idea democratizadora y revitalizadora de los partidos políticos. Y en lo formal podría serlo, si Argentina fuera Suecia o alguna otra democracia avanzada. Pero no para un país con los vicios de nuestra dirigencia, en la que es más sencillo armar un partido nuevo que organizar una competencia honesta y abierta entre candidatos de una misma fuerza. El colmo del absurdo de la breve historia de las PASO se alcanzó cuando la misma Cristina Kirchner que había impulsado la ley de primarias como Presidente decidió huir de la PASO de su partido y crear su propio frente cuando le llegó la oportunidad de demostrar las virtudes la ley.

Con un poco de sensatez, los legisladores derogarán este engendro en el que no creen ni sus creadores y la de ayer habrá sido la última PASO en Argentina.

Con todo, los resultados de ayer parecieron dejar dos datos duros, si es que se ratifican sin grandes variaciones en octubre.

Con las dificultades del primer año y medio de gestión a cuestas y el kirchnerismo azuzando el fantasma de la salida en helicóptero, Macri necesitaba imperiosamente atravesar airoso el primer desafío electoral de su mandato, tal como lo lograron Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner. El único que fracasó en su primer test en las urnas como gobernante fue De la Rúa, como preanuncio definitivo de su dramática salida del poder dos meses después.

Cambiemos no sólo ratificó ayer que es la primera fuerza a nivel nacional sino que logró imponerse en varios distritos por primera vez. Resta por ver si logra dar el golpe más deseado en la Provincia de Buenos Aires, derrotando a Cristina.

Pero nada de esto de debería enceguecer a Macri. Con algo más de un tercio de los votos en todo el país, el suyo seguirá siendo un gobierno de minoría como no ha habido otro desde 1983, lo que lo obligará a buscar acuerdos con la oposición aun después del recambio legislativo.

El segundo dato que dejan los comicios de ayer fue que Cristina Kirchner podrá tener muchas condiciones, pero no la de estratega electoral. Hasta ayer, estaba invicta en las ocho elecciones que había enfrentado en su vida, siempre jugando como candidata oficialista, como parte de la estrategia diseñada por su esposo, primero en Santa Cruz y luego en el gobierno nacional.

Kirchner -lo reconocen sus partidarios y detractores- era un hábil arquitecto político, capaz de tender puentes con enemigos, retorcer leyes y alcanzar acuerdos inverosímiles con tal de ganar una elección. Pero Cristina no es Néstor. Siempre estuvo alejada de las negociaciones y «la rosca». Tras la muerte de su esposo, no encontró remplazo para esa tarea. Confió siempre ciegamente en su liderazgo y la potencia de su dedo. Pero fracasó en 2013 y 2015, cuando armó las boletas del Frente para la Victoria desde la Quinta de Olivos.

Esta vez araña un empate, con su propio nombre al tope de la boleta.

Es evidente que si hubiera aceptado competir en la primaria con Florencio Randazzo, su frente hubiese sido con comodidad el más votado ayer en la Provincia. Pero fiel a su instinto expulsivo, prefirió replegarse en su núcleo más duro.

El domingo, las encuestas que le otorgaban una clara victoria hace algunas semanas se habían esfumado y, más allá de su puesta en escena victoriosa de la madrugada, prendía velas para que el resultado final la mostrase finalmente unos pocos votos por encima de la carismática fórmula Esteban Bullrich-Gladys González.

Hasta en Santa Cruz, su lugar en el mundo, el kirchnerismo sufrió una derrota estrepitosa.
Con todo, se apuran también los que quieren enterrarla antes de tiempo. Cristina no es hoy una líder de mayorías, pero seguirá siendo la principal contendiente del Gobierno y una enorme piedra en el zapato para los peronistas que aspiran a dar vuelta la página del kirchnerismo y reconstruir su fuerza tras la derrota de 2015.

La grieta, esta guerra de dos mundos a la criolla, seguirá abierta, al menos, hasta 2019.

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