En el 2003 decía que era uno de los «empresarios ligados al robo del país». En el 2008 lo calificó de «incompetente». «You are stupid?», le dedicó Elisa Carrió a Mauricio Macri una noche en el programa Desde el llano, de TN. Cinco años después, en octubre del 2013, en los mismos estudios de televisión, pero durante el debate electoral en A Dos Voces, y frente a los candidatos Juan Cabandié y Sergio Bergman, Carrió volvió a cargar contra el PRO. Cambiemos no estaba en los planes de nadie. «Ellos no luchan contra la corrupción», se diferenció «Lilita» del rabino, después de denunciar con nombre y apellido los negocios porteños del «juego y la obra pública» ligados a empresarios del riñón de Macri.
En el entorno de la líder de la Coalición Cívica ahora recuerdan las tardes en las que un año y meses después el empresario Javier Campos Malbrán, flamante diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, se sentaba entre los asistentes a las clases de Carrió del Instituto Hannah Arendt. Algunos de los asesores más íntimos de la diputada llegaron a pensar que podía tratarse de un agente de inteligencia, que según ellos abundaban durante esas charlas. Hasta que, un día, Campos Malbrán se presentó. Cercano al entonces jefe de Gobierno porteño, el empresario llevaba mensajes conciliadores de Macri. «Él es Javier, va a ser muy importante más adelante», lo presentó en una oportunidad ante sus dirigentes de confianza en el bar de abajo del instituto, en la vieja sede de la calle Rivadavia, a metros del Congreso, y después de almorzar con él durante horas junto a un colaborador en su histórico departamento de la avenida Santa Fe.
Las horas previas al sábado 31 de enero del 2015, aquel mediodía en el que oficializaron que irían juntos a las elecciones presidenciales con una foto en el parque Thays, en Recoleta, Macri y Carrió terminaron de sellar el acuerdo en la casa de la madre de Campos Malbrán. Junto a Emilio Monzó, el empresario fue vital en la conformación de dicho pacto.
Tres años después, la relación entre el Presidente y la diputada, su socia más relevante dentro de la alianza Cambiemos, perduró en el tiempo, con reiterados cortocircuitos que sacudieron a la Casa Rosada durante estos dos años de gestión de Macri. El último chispazo fue esta semana, tras el acuerdo entre Enrique Nosiglia y Daniel Angelici por la jefatura del comité nacional de la UCR. Angelici contestó cuatro días después al comunicado de la Coalición Cívica que el domingo pasado cargó contra ambos dirigentes radicales con una foto junto al «Coti» en una cena de Boca Juniors.
El presidente xeneize es uno de los enemigos del entorno presidencial que Carrió eligió para marcarle la cancha a Macri. Al menos eso es lo que cree Angelici. La historia cuenta que la diputada ni siquiera sabía de su existencia hasta que le llegó información de una gestión judicial del dirigente que impactó de lleno en una de las causas que «Lilita» seguía con atención.
Hacía tiempo que Carrió no cargaba públicamente contra Angelici. En parte por las gestiones del Presidente. Y porque, según el entorno de la diputada, no habían «identificado» gestiones judiciales en los últimos meses. El pico de máxima tensión de la disputa fue hace un año, en noviembre del 2016, en la mesa de Mirtha Legrand. «Es un delincuente», le dedicó por televisión. El presidente de Boca tuvo que calmar a sus hijos.
Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos de Macri, tuvo mejor suerte. Entendió que debía correrse del día a día. Habló un rato largo con el Presidente al otro día del triunfo electoral del 2015 en la quinta Los Abrojos y después de que Carrió prácticamente así lo exigiera la noche de los festejos en Costa Salguero, la primera vez que se veían cara a cara.
El que sí cayó en la volteada fue Jaime Durán Barba, el máximo estratega comunicacional del PRO, «el teñido», según la diputada. Nadie sabe explicar el porqué de ese encono, que ni siquiera se explica por los jugosos fondos que el ecuatoriano embolsa del macrismo y que se esconden detrás de una red de sociedades y empresarios cercanos a la cúpula macrista de los que Carrió no dice nada. Es más inexplicable aún si se tiene en cuenta que «Lilita» sí recibe en su casa de Exaltación de la Cruz a Santiago Nieto Montoya, el socio de Durán Barba que estuvo a cargo de la campaña porteña. Es otro de los milagros de Horacio Rodríguez Larreta.
Habrá que prestar atención al futuro de su relación con Marcos Peña. Ayer, en el cierre de un encuentro juvenil de la Coalición Civica, Carrió resaltó su vínculo con Macri, la gobernadora María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta, y abundó en que podía discrepar en alguna ley pero que no rompería con el Gobierno. Como si hiciera falta.
El jefe de Gobierno porteño, Diego Santilli, Mario Quintana, José Torello, Fabián Rodríguez Simón y Monzó son seis de los dirigentes oficiales que más y mejor nexo mantienen con Carrió, que cuando quiere habla directo con Macri, sin intermediarios y a solas. Tiene trato privilegiado. A ella no la cita en aeropuertos, aviones o traslados apurados en auto, como hace con varios de los funcionarios o dirigentes de confianza. A uno de ellos, por ejemplo, se lo olvidaron en el aeropuerto de La Rioja: hasta allí lo había llevado para hablar de un tema durante el vuelo.
Ricardo Lorenzetti es una de las históricas cruzadas de la diputada que divide opiniones y tensa relaciones entre la Casa Rosada y el máximo tribunal. El presidente de la Corte Suprema hizo notar su enojo durante todo el año. Lo padeció el ministro Germán Garavano. Es que la Justicia es en lo que Carrió más tiempo invierte, y es el rubro que más inquieta a Macri desde que se hizo cargo de la Presidencia.
Es paradójico. La diputada acorrala a la Justicia y pide celeridad mientras los asesores jurídicos del Presidente juran que el Gobierno no está detrás de la caída de ex funcionarios K. Cuentan que Macri no salía de su asombro al ver la imagen de Amado Boudou descalzo y humillado en su departamento de Puerto Madero. Y que eso terminó de sellar el futuro del juez Ariel Lijo, que avanzó sobre el ex vicepresidente cuando el kirchnerismo todavía estaba en auge. En la «mesa judicial» que rodea al jefe de Estado circula información que da cuenta de históricos operadores judiciales vinculados al peronismo que estarían más activos que nunca.
Es la primera vez que Carrió debe administrar poder real, revalidada por las urnas, aliada a un gobierno y a un presidente al que históricamente vinculó con lo peor del empresariado, en la soledad de su casa de Exaltación de la Cruz, con la salud maltrecha y rodeada de más de una veintena de custodios de la Policía local que se turnan para cuidarla. La noche del pasado 21 de noviembre, como contó el periodista Diego Schurman, la diputada entró apurada al Hospital Austral por una dolencia para descartar finalmente que se tratara de una cuestión cardíaca.
Como con el estrés y el cigarrillo, Carrió decide qué batallas dar dentro de la coalición de Gobierno. Desde la situación de Alejandra Gils Carbó, Angelici, el papa Francisco y las tarifas hasta la reforma previsional, Panamá Papers o la interna radical. La duda, a dos años del desembarco de Cambiemos en la Casa Rosada, es si la sociedad con Macri beneficia más a ella, a él o a los dos por igual.