El Gobierno negocia a contrarreloj con la oposición, tras el escándalo en el debate por la reforma previsional

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«Paso a paso». El funcionario, uno de los encargados de negociar con las provincias de parte de la Casa Rosada, eligió la frase que inmortalizó el ex director técnico del Racing Club del 2001 antes de conseguir el campeonato después de 35 años sin festejos. Ni euforia ni pesimismo: «Creemos que no debería haber peligro». Habían pasado ya unas cuantas horas del escándalo en el que se convirtió a media tarde el debate de comisión en la sala C del anexo del Congreso en torno a la polémica Reforma Previsional, y después de que el oficialismo lograra obtener el dictamen de mayoría.

Los gritos, insultos y trompadas al aire entre dirigentes, y en medio de los periodistas que cubrían el debate, alteraron ayer las conversaciones entre el Gobierno y la oposición en relación al paquete de reformas que Cambiemos quiere convertir en ley antes de fin de año. Pero para el oficialismo, el pacto alcanzado con los gobernadores y anunciado hace un mes en conferencia de prensa en la Casa Rosada no debería romperse de cara a la sesión que podría tener lugar mañana o la semana próxima en la Cámara baja, según confiaron a este medio fuentes parlamentarias y del Ejecutivo.

«Los K nos embarraron la comisión, montaron un show», se lamentaba pasadas las 22.30 de ayer uno de los principales diputados de Cambiemos que todavía seguía en su despacho abocado a la corrección de dictámenes. En Casa Rosada, el más enfrascado en el caliente debate en Diputados había sido el ministro Rogelio Frigerio, que siguió el bochorno por televisión en permanente contacto con Emilio Monzó y Nicolás Massot, con quienes había trabajado durante la mañana. Frigerio estará desde media mañana de hoy en la comisión de Presupuesto de la Cámara baja para defender el proyecto de Presupuesto 2018, una de las leyes que el Gobierno necesita sancionar antes de fin de año y por la que el ministro suspendió su viaje a Córdoba junto a Mauricio Macri.

Es que lo que parecía un fin de año de fuertes negociaciones entre el oficialismo y la oposición se convulsionó más de la cuenta por el pedido de desafuero de la ex presidenta Cristina Kirchner de la semana, por orden del juez Claudio Bonadio, y por el escándalo de ayer que incluyó escenas melodramáticas como el ofrecimiento de Massot de ir «por la guita a Ezeiza y Marcos Paz» o la intermediación de Agustín Rossi parado arriba de una mesa, a los gritos, para evitar las trompadas.

«Esto nos complica el clima interno. Creemos que tenemos los votos, pero en general, cuando hay leyes picantes, metemos restricciones al ingreso», volvía a lamentarse el diputado en alusión al «show» que, según el macrismo, armó la oposición K para sacar ventaja política. La vorágine parlamentaria por el apuro y el cúmulo de proyectos que el oficialismo incluyó en el llamado a sesiones extraordinarias hizo que al diputado Eduardo Amadeo se le olvidara filtrar ayer el acceso a la sala. Al menos según sus compañeros de bloque.

A última hora del martes, no estaba definido si Cambiemos convocaría a sesión para mañana o esperaría a la semana próxima para debatir la Ley de Responsabilidad Fiscal, el Pacto Fiscal y la Reforma Previsional, el más polémico de los proyectos, que modifica el cálculo de aumento de las jubilaciones y que desde hace semanas es blanco de durísimas críticas por parte de toda la oposición y de los especialistas en cuestiones previsionales.

Una versión del martes daba cuenta del apuro de algunos sectores en convocar a los legisladores al recinto para mañana por la coincidencia, la próxima semana y en medio de un complejo clima social, con el aniversario de las jornadas más violentas de la caída del ex presidente Fernando de la Rúa, en el 2001. El mismo año del Racing campeón de Reinaldo «Mostaza» Merlo.

El Gobierno se aferra a la suerte de alianza que selló con los gobernadores -con excepción de Alicia Kirchner y Alberto Rodríguez Saá- y que fue oficializada en la tarde del jueves 16 de noviembre, en la que se anunció en conferencia de prensa el supuesto»acuerdo histórico» en materia fiscal y previsional. En Casa Rosada seguían confiados el martes en que la «presión politizada» tras la discusión tumultuosa en el anexo del Congreso no surtiera efecto sobre los diputados del interbloque Argentina Federal -35 en total- que responden a los gobernadores.

«Si de esos 35 la mitad más uno vota con Cambiemos, la ley sale. Si la mayoría no acompaña, no sale», decían con lógica en el despacho de uno de esos legisladores que tiene el respaldo de un gobernador peronista. Son 19 de un lado, y 16 del otro. El Ejecutivo no cuenta, por ejemplo, con votos como los de Diego Bossio o Eduardo Bucca. «Lo estamos discutiendo», le dijo el lunes el salteño Pablo Kosiner, flamante jefe del interbloque justicialista, al diario La Nación, 24 horas antes del bochorno en comisión. Con evidente incomodidad.

Por el contrario, la Casa Rosada sí contaría con el acompañamiento de los seis diputados del bloque Frente Cívico por Santiago que responden a Gerardo Zamora. El gobernador se alzó de hombros cuando hace dos semanas un asesor le preguntó durante la jura de Cristina Kirchner como senadora por su apoyo al paquete de reformas impulsado por el Gobierno. Admitía, con ese gesto, que sus legisladores votarían junto al oficialismo.

Al brote de ira de ayer de Massot, que hizo alusión a los ex funcionarios K presos en las cárceles de Ezeiza y Marcos Paz, un manotazo de ahogado en reacción a los duros embates de los dirigentes afines a la anterior gestión, le siguió luego Sebastián Galiani, secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda que lidera Nicolás Dujovne. Un funcionario de perfil técnico y buenos modales, de predilección por los moños en desmedro de las corbatas, que empezó a gritar y a levantar sus brazos en tono burlón contra los diputados que a esa altura ya habían repartido un rosario de puteadas. Al rato, su auto oficial, el del secretario de Hacienda, Rodrigo Pena, y el del diputado Pablo Tonelli fueron atacados a patadas por manifestantes.

Para ese momento, el Gobierno contaba al menos con el respaldo de Elisa Carrió, que el fin de semana había amagado con diferenciarse del proyecto oficial y que el lunes fue convencida con el mismo argumento esgrimido ayer, en medio de sorprendentes dudas por parte de algunos funcionarios: que al final del próximo año los jubilados ganarían, según las estimaciones, un 5% por encima de la inflación. «Quédense tranquilos, yo lo voy a explicar en su momento. Tengan tranquilidad, no permitan que los llenen de miedo los delincuentes que se robaron el ANSES. Un beso. Lilita», escribió la diputada en su cuenta de Twitter.

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