Cucarachas, gimnasia con baldes y un póster particular de bienvenida: los días de Boudou en la cárcel

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El ex vicepresidente Amado Boudou fue liberado el viernes luego de dos decisiones de la Cámara Federal en las cuales le habían dictado prisión preventiva. Pese a la liberación, el ex funcionario kirchnerista continúa muy complicado en varias causas judiciales, entre ellas Ciccone, donde está acusado de apropiarse de la imprenta de billetes para hacer negocios con el Estado.

Este lunes, Boudou brindó una extensa entrevista al periodista Daniel Tognetti enradio Del Plata donde contó detalles sobre sus 70 días en prisión. Reveló, por ejemplo que Oscar Parrilli, Juan Cabandié y Raúl Zaffaroni fueron a visitarlo.

En esta nota, sus vivencias más destacadas en el penal de Ezeiza contadas en primera persona:

La prisión tiene varias aristas. Para los que leímos Un día en la vida de Iván Denísovich, esto es un paraíso. Pero son condiciones de detención muy duras, muy duras. El afuera no existe para vos. Convivís con 8 personas que no conocías antes y no tenés tiempo para desarrollar el rol de cada uno, como pasa en la familia o en el grupo de amigos. Lo primero que uno debe hacer es entender que está ahí y no se va a ir al día siguiente. Los que se ponen ansiosos, pierden.

Mientras iba en el camión, encadenado, esposado, iba pensando «yo tengo que salir mejor de que lo que entro a esta situación». Y eso se compone con una cuestión física y una intelectual.

Hay que darle mucha bola al ejercicio, en condiciones tumberas. Nuestras pesas eran los tachos de agua llenos de lavandina, un palo de escoba que los unía, tachos de pintura que usábamos para hacer flexiones de brazo. Como sea, hay que hacer ejercicio. Hay que imponerse una rutina todos los días.

En nuestro grupo había un militar colombiano que era la persona encargada de organizar la rutina física. Él llevaba adelante todo eso.

Lo otro que hice fue imponerme una parte de lectura, que lo dividí en tres partes: una recreativa, una de historia y otra de economía. A eso también hay que darle bola todos los días.

Yo les agradezco mucho a las personas con las que me tocó convivir. Es emocionante. Uno no está para juzgar a nadie. Es una convivencia especial, muy importante. Se genera un vínculo fuerte, importante. Con algunos pasa más por la charla de temas políticos, con otros los temas familiares.

Cuando entramos era cucarachalandia. La más chica tenía el tamaño de un gato. Son pequeños logros. Al principio perdíamos todos los días por goleada la guerra. Y después de 30 días, la ganamos. Cuantro entró Carlos Kirchner, ya no había más cucarachas.

El Servicio Penitenciario hace cosas para que el interno tenga alguna actividad. Nosotros jugábamos al fútbol tres veces por semana, jugábamos al ping pong. Había también asistencia psicológica. Había un taller de música que empezó a funcionar. Si algún día puedo volver como colaborador, me encantaría poder hacerlo para los compañeros que están ahí.

Hay una biblioteca y hay un televisor que a veces se ven pocos canales. Los que más se ven son los que uno menos ganas tiene de ver. Para nosotros, Bendita era un rito del grupo… Sentarnos a ver BentitaTV en el horario que lo podíamos ver era una gran compañía.

Mi celda estaba incendiada, quemada, y con un detalle: había un póster del presidente y de su señora, muy nuevito, recién puesto. La mía era la celda que peor estaba. No sé si fue un mensaje, pero yo lo tomé muy bien. Dejé ahí el póster hasta el último día. Debe estar ahí aún hoy.

La relación con el Servicio Penitenciario Federal fue súper profesional. Nunca fue laxa o relajada, pero tampoco fue humillante. Es una cosa para destacar. Lo mismo que el sistema de traslados, fue muy profesional. El sistema médico también es muy profesional y la asistencia psicológica.

Te dan dos comidas por día. Son bandejitas. Pollo, un pedazo de pizza. El pan es increíble. Eso no me permitió bajar todo lo que quería con el ejercicio. Además, hay que agradecer a los compañeros y compañeras que mandaban cosas. Cuando llega la encomienda, es un momento de alegría para todo el grupo. El grupo hacía todo en forma colectiva. Se arma un rancho y en el grupo nuestro eran todos fanáticos de la limpieza.

Cuando llegó la olla también fue una fiesta porque íbamos a poder cocinar para nuestro espacio. Pudimos hacer capeletines con salsa. Fue una gran felicidad compartir esa comida.

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