Una mañana, se levantará de la mesa para ya no volver… En unas semanas Gerardo Rozín se irá de Morfi, todos a la mesa, el programa de Telefe que comenzó en junio de 2015, por una decisión personal. Aunque le costará. Y mucho. «Para mí es muy fuerte dejar ‘Morfi'», confesó el conductor, en diálogo con el programa radial Modo Sábado, de Radio Nacional.
Acto seguido, explicó los motivos. El primero tiene que ver directamente con él. «Yo vine de Rosario para ser guionista; en el medio fui Gerente de Programación -recordó-. Cuando tenés una espalda mínima o apropiada y no te la jugás por lo que querés hacer, es porque te volviste un pelotudo importantísimo. Hay un par de ficciones que llevo 10 años queriendo hacer, y que nunca las moví lo suficiente. Por ahí no gustan, pero tengo que intentarlo».
Rozín tiene una productora propia que «necesita crecer», y para eso hace falta «hacer más programas». Y hace falta tiempo. «Pero con seis días por semana en vivo, tres horas, no hay manera de tener cabeza para otra cosa… O yo, por lo menos, no lo puedo hacer», se sinceró.
La segunda razón, en tanto, está más relacionada con su rol en el programa de Telefe que encabeza junto a Zaira Nara. Cuestión de formas. O de estilo, más bien. «Yo tengo un peso ahí adentro (en Morfi), y el programa tiene que ser más liviano o más quilombero. Y yo voy por liviano, por más divertido. Me cuesta mucho no hacer editoriales, y el programa no lo necesita. Y estoy en un momento donde tengo ganas de hablar», explicó. Por eso dice que una de las tantas versiones del ciclo, Morfi café, «tiene una alegría que yo no voy a tener nunca».
Será el actor Damián De Santo quien tome la posta. «Es un tipo extraordinario. Yo tenía dos o tres nombres, ninguno parecido a Damián. Tenía un nombre para cada estilo del programa en el que Morfi se podría reconvertir», dijo, y concluyó: «Damián es inteligentísimo, un tipo brillante».
Una mañana, De Santo se sentará en la cabecera de la mesa, frente a los televidentes. Y llegará el momento de servir un nuevo menú. A partir de ahí, todo estará por probarse. Y por verse, justamente.