El caso más conocido sucedió en 2016, cuando el FBI le pidió ayuda a Apple para acceder al iPhone del atacante que abrió fuego en una dependencia pública en San Bernardino, California, y mató a 15 personas. Apple se negó; el FBI recurrió a la justicia. «Las implicancias de las exigencias del gobierno son escalofriantes», dijo Tim Cook, CEO de Apple, y volvió a negar la colaboración de la empresa.
Entonces el FBI anunció que había entregado el aparato a un grupo que no identificó para que lo hackeara, y que ya no necesitaba de Apple. Desde marzo de 2018, además, la compañía Grayshift, fundada por un ex ingeniero de Apple, comenzó a vender en USD 15.000 un instrumento, GrayKey, para que la policía pudiera romper las claves directamente.
Al cerrar ese vacío, Apple reinició un debate sobre el derecho que tienen las autoridades para acceder a los teléfonos de los individuos. También restringió mucho la posibilidad de que las aplicaciones pudieran recoger y compartir información de los usuarios del sistema operativo iOS.
Apple planea también una actualización de ese software para desactivar los puertos de carga y datos una hora después de cada cierre del iPhone. Es decir que para poder transferir datos de o al dispositivo mediante una conexión física (la entrada de energía o el contacto de los auriculares), que es el modo en que se desbloqueaban sus teléfonos hasta ahora, en realidad será necesario contar con la clave previamente.
Fuente: Infobae