Los hinchas albiceletes se adueñaron de la fiesta desde muy temprano en Moscú

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La camiseta celeste y blanca puesta, empapada de esa emoción de la previa del inicio de un Mundial a flor de piel, con los cánticos de siempre para descargar tensiones y los ojos húmedos de expectativa, más los bombos y las banderas, completan la síntesis de lo que es un hincha argentino a 15.000 kilómetros de su hogar, “dejando todo” por alentar “a Leo Messi” y compañía en Rusia.

No hay obstáculos que impiden meter un banderazo en cada esquina, y dedo índice vertical sobre boca y nariz que acalle tanta alegría. Así en Belo Horizonte como en Moscú, en el norte y en el sur, en el este o el oeste, siempre flamea la bandera argentina cuando juega la Selección.


El estadio de Spartak Moscú, donde debuta la Selección dirigida por Jorge Sampaoli ante Islandia, se convirtió desde muy temprano en la mañana en el centro de reunión de hinchas que fueron llegando desde distintos puntos de la Argentina hasta la capital rusa “como pudieron”, algunos con el futuro inmediato resuelto, pero muchos otros sin saber donde van a dormir mañana.

La llegada al estadio del club más popular de Rusia se produce a través del subte que une el centro de la ciudad con este escenario situado en el anillo exterior de esta Moscú diseñada con anillos concéntricos que desembocan en la Plaza Roja y el Kremlin.

El subte transita a 100 metros bajo la superficie, y se accede a través de escaleras mecánicas de 700 escalones iluminadas con faroles artesanales en igual cantidad, que dan luz a cada paso.

La salida del subte fue esta tarde (en Rusia) como una gran boca escupiendo a miles de hinchas argentinos como si se tratara de una enorme lengua albiceleste.
La concentración inmediata entrelazó banderas de Río Negro y Neuquén con otras de Salta, Mendoza, Corrientes, Formosa, Santa Fe y Córdoba, aunque todo el país estuvo representado, desde pequeñas ciudades como Quitilipi o Moquehuá, hasta otras de mayor envergadura como Venado Tuerto, Cañada de Gómez, Tartagal o Cipolletti.

“Estuve en Brasil y fue más fácil, porque venir aquí fue muy costoso. De hecho, tuve que renunciar a mi trabajo para hacerlo. Pero ya con esta fiesta previa al partido estoy hecho”, se confesó Juan Andrés Garbarino, de la localidad de Burzaco, que en 2014 compartió la fiesta mundialista con su hermano Juan Martín.

“Lo extraño a él y a mis dos grandes amigos, los mellizos Claudio y Nicolás Vitale, que son de Longchamps, porque aquella vez la pasamos muy bien”, remarcó Juan Andrés, que llegó a Rusia junto a Pablo Rey.

Unos 15.000 hinchas, la totalidad de los que viajaron a Rusia desde Argentina pero también provenientes de algunos países europeos, se dieron cita en la estación de subte Spartak, con la ilusión a cuestas por el mundo detrás de Argentina. Como para que en la conferencia de ayer Sampaoli no dijera que se le pone “la piel de gallina” cuando piensa en toda la gente a la que le está representando una emoción única que se puede ver y tocar. Es celeste y blanca, y palpita.

El Tribuno

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