Recostada sobre la mesa de un comedor de cuatro sillas de madera que sobrevive entre los embates de las goteras del techo de zinc de una modesta vivienda enclavada en una de las populares barriadas del oeste de Caracas, una delgada adolescente muestra con orgullo las dos coronas y nueve bandas que ha conquistado en pequeños concursos locales de belleza.
En Venezuela, país que ostenta el récord mundial de la mayor cantidad de coronas de belleza, no es raro cruzarse con una joven como Johandrys Colls Linarez, que a sus 16 años ya emprendió el camino que siguen muchas compatriotas para prepararse para ser reinas y competir en certámenes internacionales.
Al hablar de los concursos, los grandes ojos castaños de Johandrys de inmediato se iluminan. La joven venezolana relata con emoción desde la pequeña sala de su casa, cuyas paredes están adornadas con algunas fotografías de ella y sus tres hermanas, que cuando tenía seis años se sentaba junto a sus familiares a ver en la televisión el popular show nocturno de Miss Venezuela y luego tomaba los zapatos de tacón de su mamá y tías y comenzaba a imitar a las candidatas desfilando.
«Es algo inspirador. Es algo muy lindo ver cómo concursan las mises y demuestran su talento al mundo entero», asegura.
El mundo de los certámenes de belleza se estremeció este año por polémicas acciones como la que acordó Miss América, de eliminar el desfile en traje de baño, y más recientemente la de Miss España, de elegir por primera vez a una joven transexual para representar al país ibérico en Miss Universo.
Además hubo un escándalo de supuesta prostitución que recientemente golpeó el popular certamen de Miss Venezuela y lo llevó a su reestructuración, así como los casos de abuso sexual que sacudieron el mundo del espectáculo y animaron el movimiento mundial de #MeToo (#Yo también). Sin embargo, nada esto desanima a Johandrys ni a sus padres –un carnicero y una maestra– que entre sacrificios económicos inscribieron a su hija en una de las academias de modelaje más reconocidas del país para completar su formación como futura reina de belleza.
La posibilidad de que la decisión del certamen Miss América pueda extenderse a Venezuela o al resto de la región no luce factible para Osmel Sousa, quien es conocido como el «zar de la belleza».
«Nuestros pueblos están acostumbrados a ver los concursos de belleza, y ver la salida en traje de baño es prácticamente lo más importante en un concurso», indicó Sousa, quien en febrero dejó la dirección de Miss Venezuela, que encabezó por casi cuatro décadas, y hace unos días anunció su retorno a los certámenes con el lanzamiento de su proyecto «El Concurso».
Si bien el desfile en traje de baño es considerado por los movimientos feministascomo la exhibición del cuerpo de la mujer, para la exmiss Mundo 1995, Jacqueline Aguilera, miembro del comité ejecutivo de Miss Venezuela, esa presentación «potencia los atributos de las que merezcan destacar», y «enriquece» a estos certámenes, que se han transformado en vitrinas fundamentales para todas las industrias que hay en torno al mundo de la belleza.
La reciente polémica que se desató en torno a Miss Venezuela animó a los detractores locales de los certámenes que los señalan como «centros de perversión».
Las críticas se vieron alimentadas por denuncias que se difundieron en las redes sociales en las que se acusaron a algunas candidatas de relacionarse con figuras del gobierno a cambio de beneficios económicos para pagar los costosos trajes y joyas, y hacerse cirugías plásticas.
Sousa, quien por casi cuatro décadas dirigió Miss Venezuela, también se vio salpicado por las denuncias y debió salir a defender su gestión y negar públicamente que actuó en perjuicio de alguna candidata. El zar de la belleza dijo recientemente en conferencia de prensa que confían en que haya las «investigaciones necesarias penales» en torno a esas denuncias. «Estamos hablando de vidas y la reputación de personas y muchachas de familias honorables que han pasado por los certámenes», acotó.
Pese a los cuestionamientos, y en medio de la compleja crisis económica y socialque golpe al país suramericano agobiado por la hiperinflación, la severa escasez de alimentos y medicinas, una creciente pobreza y el deterioro de todos los servicios, los certámenes siguen teniendo un fuerte arraigo en Venezuela, y decenas de jóvenes de todos los estratos sociales siguen acudiendo para inscribirse en los concursos de los que han salido reinas que han terminado como empresarias, artistas, y dirigentes políticas que han llegado a ser gobernadoras y optar por la presidencia.
Esther Pineda, experta en estudios de la mujer y doctora en Ciencias Sociales, atribuye esa gran presencia a que las sociedades latinoamericanas son «significativamente machistas», y a que el valor social de la mujer continúa siendo dado por «su cuerpo y su apego a los estereotipos de belleza».
En el caso de Venezuela, Pineda estima que la belleza física es vista «como un valor» al cual se le da más importancia que cualquier atributo, comportamiento, conocimiento, capacidad o destreza, y sostuvo que los certámenes se han instalado en el imaginario colectivo gracias al «bombardeo mediático» y la construcción de la denominada «cultura miss» en la que se «exacerba la venezolanidad en función de las coronas obtenidas en los concursos».
Aunque el movimiento #MeToo, que surgió el año pasado en Estados Unidos a raíz de las acusaciones de violencia sexual en Hollywood no ha tenido mayor impacto en Latinoamérica, en los últimos meses han tomado fuerza en la región algunos movimientos feministas como el «Ni una menos» en Argentina para protestar contra los feminicidios.
En medio de un pasillo de un lujoso hotel capitalino del este de la capital, Oxlaniela Oropeza, una delgada estudiante universitaria de estatura media y tez morena, aguarda sentada junto a otras ocho participantes su turno para desfilar en bikini y con sandalias de tacón alto en un casting del concurso de Nuestra Belleza Venezuela.
Oxlaniela, de 20 años, no puede ocultar la alegría que le genera comenzar el camino para alcanzar su sueño y relata emocionada que «desde pequeñita, cuando tenía seis años, la meta ha sido el Miss Venezuela. Siempre ha estado ahí como un sueño y espero muy pronto, en un futuro no muy lejano, alcanzarlo».
El escándalo de Miss Venezuela no desanima a Oxlaniela, quien asegura que no siente ningún temor de desviarse porque «tengo mis valores intactos y eso nadie me lo quita».
Desde su casa, Johandrys juguetea entre sus manos con una de sus coronas mientras su madre, Lisbeth, reconoce que su hija deberá enfrentar muchos riesgos y dificultades, incluyendo las económicas, en el camino que decidió transitar para alcanzar su sueño de reina de belleza.
«Espero que la crianza y la educación que yo le estoy dando a mi hija sirva para que a futuro todas las cosas malas que vengan hacia ella, ella les diga que no», afirmó la madre.
Con información de AP
Fuente: Infobae