El Conurbano bonaerense vuelve a inquietar al Gobierno

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La última vez que los funcionarios nacionales pisaron en masa el Conurbano bonaerense fue el sábado 19 de mayo, hace casi dos meses.

A Marcos Peña le fue mejor de lo que creía porque en las horas previas se había mostrado algo inquieto. Esa mañana eligió tocar timbres en Hurlingham junto a Lucas Delfino, referente municipal de Cambiemos, y Rosendo Grobocopatel, su secretario privado, además de un puñado de asesores y militantes locales.

Le tocó, de todos modos, hacerle frente a una charla desafortunada. No fue un cruce porque el funcionario más influyente de la administración de Mauricio Macri solo se limitó a escuchar al vecino que lo increpó durante largos minutos. Se reconoció como votante de Cambiemos. Pero se encargó de mostrar su descontento. De la peor manera: «Yo voté el cambio, ¿y sabe lo que es el cambio? Es una mierda», casi que le gritó.

Fue el último timbreo del PRO en el corazón del Conurbano bonaerense, donde la actividad que el equipo de comunicación del PRO desplegó en estos años tiene su razón de ser y el lugar en el cual el malhumor social se palpa y se expresa con mayor crudeza. En José C. Paz, por ejemplo, uno de los distritos más castigados, la imagen del Presidente apenas supera los 10 puntos.

En las últimas semanas, Peña estuvo a la cabeza de una reunión partidaria en la que pidió buscarle una alternativa a los timbreos, como publicó Infobae hace ocho días. «Algo superador» ante el desgaste del formato, analizó junto a algunos dirigentes partidarios. Y encomendó trasladarle la tarea a Jaime Durán Barba, que horas después debió ser internado de urgencia por una dolencia cardíaca. La mañana que este medio publicó la información, y tras algunos debates intrascendentes entre funcionarios en grupos de WhatsApp, el PRO convocó a un nuevo timbreo para el próximo sábado 28 de julio.

En estos meses, el Conurbano bonaerense se volvió mucho más inquietante para el Gobierno.

Según las mediciones que llegaron en estos días a los despachos de la Jefatura de Gabinete, Macri perdió 10 puntos en el Gran Buenos Aires en los últimos 60 días mientras mantiene cierta estabilidad en el resto del país.

«Definitivamente están en su peor momento», asegura un analista político de los más consultados y rigurosos del mercado. Se pregunta si, efectivamente, lo peor ya pasó, como de nuevo trasciende desde algunos de los principales despachos del poder central.

Hace tiempo que en el conurbano es más lo que pesa la impopularidad de Macri que lo que arrastra María Eugenia Vidal, la dirigente con mejor imagen del oficialismo.

La semana pasada, Dante Sica visitó el Gran Buenos Aires en las primeras de una serie de reuniones que planea tener con los intendentes bonaerenses. Un cambio sorprendente en el Ministerio de Producción: Francisco Cabrera, antecesor de Sica, figuraba en el podio de los funcionarios más fustigados por los jefes comunales del PRO por la crítica situación de las industrias radicadas en esas localidades.

El ministro empezó sus recorridas por Lanús, el municipio de Néstor Grindetti, uno de los más activos intendentes macristas que conforma el «grupo de los cuatro» junto a Jorge Macri, Julio Garro y Ramiro Tagliaferro. Tienen buena sintonía con muchos de sus colegas del PJ. En algunos casos hasta incluso más que con Nicolás Ducoté, Martiniano Molina y Diego Valenzuela, los otros tres intendentes del Gran Buenos Aires del macrismo que no entran en ese grupo.

El jueves, por caso, no participaron de la reunión que Macri, Garro, Tagliaferro y Grindetti mantuvieron con Javier Iguacel en las oficinas del ministro, frente a Plaza de Mayo, en la que se plantearon diversos cuestionamientos vinculados con las tarifas de energía en esos distritos.

Uno de ellos relacionado al aumento de la energía  en el alumbrado público y en los edificios municipales desde diciembre del 2015 a la fecha. En uno de esos distritos, el incremento fue del 2.800%. Los intendentes están furiosos.

Hasta hace no muchos meses, las expectativas del oficialismo en el conurbano eran otras. La crisis del programa económico de Cambiemos caló hondo en el optimismo de la dirigencia.

Es el caso de los denominados «sin tierra», los aspirantes a intendentes que quieren desterrar al PJ en distritos como San Martín, Escobar, Almirante Brown, Esteban Echeverría, Hurlingham, Florencio Varela, Ituzaingó o José C. Paz, por citar algunos ejemplos. Varios de esos dirigentes tienen el apoyo político, moral y económico de Horacio Rodríguez Larreta, el menos prejuicioso y el más versátil de la mesa chica que rodea a Macri. El jefe de Gobierno solventa el trabajo de Durán Barba y sus equipos en esas localidades.

Varios de esos dirigentes se imaginaban meses atrás frente a los municipios en diciembre del próximo año. No es que hayan perdido la fe, si no que el escenario cambió. Uno de ellos tuvo que abrir los pasajes y devolver los hoteles que tenía reservados desde hacía rato para el mundial de fútbol de Rusia. Le pasó mismo que a un ministro nacional que juega los miércoles en los picados de Olivos: tuvo que resignar el viaje al mundial junto a su familia.

El Gobierno ahora se conforma incluso con retener distritos. A algunos, la gestión se le hizo cuesta arriba, como el caso de Molina en Quilmes.

El Gran Buenos Aires inquieta a María Eugenia Vidal, que en estas semanas se mostró más activa que nunca en las mesas de decisiones del PRO en las que manda junto a Peña y Rodríguez Larreta. Peña no perdió poder. Pero son cada vez más los que se animan a señalarlo por la crisis del gradualismo económico.

Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos de Macri que volvió a influir en las decisiones del Presidente, voló bastante molesto hacia los Estados Unidos semanas atrás. Le atribuyen algunas de las recientes decisiones del jefe de Estado junto a Vidal y Rodríguez Larreta.

Pero antes de subir al avión le confió a sus amigos que, en realidad, el esquema de poder y de decisiones del PRO no habría cambiado demasiado.

El Gobierno necesita, al menos, el conurbano ordenado, como lo garantizaron hasta ahora los intendentes del PJ y movimientos sociales como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), el Movimiento Evita, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Juan Grabois, Daniel Menéndez, Juan Carlos Alderete y Emilio Pérsico tienen un excelente vínculo con la cúpula del Ministerio de Desarrollo Social.

Pero tienen el mismo problema que acarrea desde hace tiempo la CGT: la crisis social es indisimulable y las bases empujan por respuestas mucho más combativas. La relación entre los obispos del Gran Buenos Aires y Carolina Stanley es una pata relevante en el sistema de contención social.

El oficialismo planea en ese sentido acciones para dosificar el malhumor social. En todas sus variantes. Durante el verano, las instalaciones públicas que instaló la provincia de Buenos Aires en las playas de Mar del Plata podrían extenderse hacia otros distritos, como Necochea y el Partido de la Costa.

Peña mandó a analizar además la posibilidad de armar una especie de parque del sur del conurbano en torno a los piletones de Ezeiza inaugurados por Juan Perón en 1950, cerrados cinco años más tarde en la Revolución Libertadora y reabiertos en septiembre del 2013 por Cristina Kirchner.

Son centenares de parrillas y de hectáreas de bosques que la Casa Rosada quiere ordenar para el verano, que utilizan miles de bonaerenses y que en los papeles dependen del secretario Tomás Félix Elizalde pero en los hechos maneja Cecilia Stanley, jefa de la Unidad de Coordinación General del Ministerio de Desarrollo Social. La prima de la ministra que zafó del decreto que hizo eyectar del Gobierno a familiares directos de los ministros.

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