¿Tiene Albino derecho decirnos lo que está «bien» o «mal» en torno a lo sexual?

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¿Qué moviliza a una persona a declarar en público una sentencia errónea? Tal vez esta pregunta tenga múltiples respuestas posibles, pero si nos concentramos en el discurso dado en el Senado por el doctor Abel Albino capaz podríamos entender su motivación. Es que para afirmar categóricamente una sentencia contraria a varios años de estudios, a centenar de papers y al resultado de continuados experimentos, o se debe poseer una ignorancia supina o se debe tener una convicción lo suficientemente fuerte como para dar rienda suelta a la arrogancia y cerrar oídos a la evidencia.

Así pues, creemos que ha sido esto último lo que empujó al hoy célebre pediatra a desestimar al preservativo como método efectivo para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Claro que ahora podríamos cuestionarnos por qué existen convicciones morales que buscan legislar, regir y ordenar la vida sexual de los humanos. Tal como lo señala el filósofo Michel Foucault, la sexualidad es un ámbito en donde se produce saber, un mecanismo desde donde emergen «verdades» que se instituyen en las sociedades para establecer prácticas disciplinadoras.

En este sentido, si bien en la actualidad los discursos en torno a la sexualidad (entendiendo a esta palabra como algo que excede lo genital) se han ampliado y diversificado buscando volverse más inclusivos, lo cierto es que aún permanecen relatos e ideologías que pretenden señalar un orden «natural» e inmodificable en torno a las formas sexuales que han de llevar adelante las personas.

Por ello es que se encuentran narraciones que se construyen en torno a lo «bueno» y lo «malo» dentro de lo sexual, porque desde allí no sólo se defiende una visión antropológica, el deber ser de los humanos, sino también se construye una política. Ahora bien, casi ninguna disciplina se ve exenta de pensar la sexualidad y es por ello que emergen discursos sanitarios que aplican su matiz de salubridad a lo sexual, indicando desde sus estudios e investigaciones (las cuales tampoco debemos creer que están totalmente libres de ideologías) aportes sobre conductas que favorezcan la integridad física.

Sin embargo el salto de decir que una práctica sexual es «buena» porque tiene bajo o nulo riesgo de perjuicio a la salud a decir que es «buena» porque respeta un orden pre-establecido es excesivo, aun cuando se repita el adjetivo. A tal respecto podemos afirmar que la motivación de Albino se da por este segundo ítem, es decir, por la pretensión de instituir prácticas inamovibles que han de regir las conductas humanas en torno a una verdad universal que disciplina desde lo moral. De aquí se entiende entonces que, si para este hombre las relaciones sexuales entre humanos deben considerarse con fines únicamente reproductivos y unitivos, el profiláctico no tiene razón de ser.

Históricamente las grandes ideologías dominantes han legislado las conductas sexuales humanas tanto por el valor de la reproducción de la especie como por la función disciplinante que conlleva esta legislación. Establecer un «orden» que alcanza a todos los humanos, legitimar ese orden en un valor superior al humano, instituir una «normalidad» y una «alteridad» en función de eso que postuló y castigar a quienes no se adapten: esta ha sido y continúa siendo la lógica que impera en torno a lo sexual. ¿Será que Albino estimula el no uso del preservativo para que aquellos que no cumplan con lo que él cree que deben cumplir sufran el «castigo» de la enfermedad?

Quizás todos tengamos ideas sobre cómo ha de desarrollarse una sexualidad más plena y satisfactoria tanto para uno mismo como para los otros, pero ¿estamos convencidos que esta creencia es la mejor y la que todos deberían respetar o estamos dispuestos a aceptar la diversidad? Si, aun cuando nos cueste entenderlo, podemos aceptar que existan otras visiones (siempre y cuando respeten los derechos básicos de las personas) entonces estaremos haciendo nuestra pequeña revolución contra la mirada disciplinadora sobre lo sexual. Si no, tal vez estemos más cerca del Dr. Albino de lo que podríamos querer.

Fuente: MinutoUno

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