Hace tiempo escupía bronca y resentimiento ante los escasos interlocutores que le quedaban. Su enojo contra el kirchnerismo se concentraba en dos personas: el ex ministro de Planificación Julio De Vido y el secretario presidencial Daniel Muñoz, receptor de los bolsos con las coimas en el domicilio de los Kirchner, según el relato del meticuloso Oscar Centeno. Con el primero se sentía «defraudado». Y a Muñoz no se cansaba de insultarlo, aunque ya estaba muerto. Acorralado por la causa de los cuadernos, Claudio Uberti se largó a hablar y acusó de manera directa a Néstor y Cristina Kirchner. Provocó un cimbronazo político y judicial histórico, desde ese día vive custodiado.
Aunque padeció sus maltratos constantes durante cuatro años, el ex titular del Organismo de Control de las Concesiones Viales (OCCOVI) tenía devoción por Kirchner: «Yo tenía una profunda admiración por él, por su empuje, por su forma», dijo en su indagatoria.
La muerte de Néstor Kirchner, en octubre de 2010, tuvo un impacto emocional inesperado en la vida Uberti. «Lloró más ese día que cuando se murió su padre», recuerda una de las personas que lo llamó aquel día para preguntarle si era cierto el rumor.
Pese a que el kirchnerismo lo había apartado, el ex funcionario viajó hasta Santa Cruz para intentar estar presente en el velatorio reservado. Su interlocutor fue Rudy Ulloa, otro de los imputados en la causa de los bolsos. Uberti habló varias veces con el ex chofer de Kirchner para intentar acercarse. No tuvo suerte.
Dolido por el destrato, regresó a Buenos Aires e intentó ingresar a la Casa Rosada para estar cerca del ataúd. Otra vez le negaron la entrada. Mientras esperaba en una de las puertas, se cruzó con varios ex funcionarios. Al final se fue a su casa con las manos vacías. «Siempre recordada ese día con mucha tristeza», coincidieron dos personas que lo vieron en los últimos meses.
Ante la Justicia, Uberti se encargó de resaltar que Kirchner maltrataba, incluso fisicamente, a sus secretarios. Relató una anécdota de un viaje a Madrid, donde Muñoz le pegó a Rubén Zacarias (subjefe de Protocolo y Ceremonial) por pedido de Kirchner. No fue la única agresión. En la embajada argentina en Madrid, delante de varios testigos, el ex presidente le pegó una patada a Zacarias, confió a Infobae un ex funcionario que compartió esa gira.
Uberti acumula bronca desde entonces pero nunca había hablado en público contra el kirchnerismo. En privado, siempre que podía se quejaba. «Me trataron peor que a Miriam Quiroga», dijo en una charla privada días antes del escándalo de los cuadernos. Se refería a la ex secretaria de Néstor, la primera que habló de bolsos con dinero en manos de Daniel Muñoz.
El ex funcionario también nombró al ex secretario de los Kirchner: lo acusó de haber «saqueado» a Néstor horas después de su muerte. «El día que murió Néstor Kirchner en el departamento de Juncal había 60 millones de dólares», dijo el ex titular del organismo que controlaba las obras y las concesiones viales durante el gobierno del santacruceño.
La anécdota ya había circulado en los círculos de poder, con otras versiones. Algunos sostienen que el dinero podría haber estado en otro departamento oculto, previo al traslado a Santa Cruz por avión.
Uberti fue por más e involucró de manera directa a la ex presidenta Cristina Kirchner en la novela de los bolsos: afirmó que estuvo presente, varias veces, cuando fue a entregar las coimas. Sin que se lo preguntaran, confirmó que la ex presidenta maltrataba a sus empleados: «Tenía un destrato y una forma terrible de interactuar con la gente, no te saludaba, insultaba a sus colaboradores, especialmente a las mujeres».
Cristina le devolvió con una sutileza: se refirió a Uberti como «un funcionario de cuarta línea» y dijo que nunca conoció su dormitorio.
Además de denunciar a los Kirchner, Uberti aprovechó su indagatoria para descargar su «dolor». Dijo que lo convirtieron en un «paria» a partir del episodio de la valija de Antonini Wilson. «Claudio se transformó en una mala palabra, no le atendían el teléfono», graficó una de las pocas personas con las que habló el fin de semana que estuvo prófugo de la Justicia.
No solo había quedado apartado del poder, sino que además tenía serios problemas para encontrar trabajo.
La causa de los cuadernos lo devolvió a la exposición mediática que ya había experimentado con las causas de Antonini Wilson y la embajada paralela. Dicen que está «aliviado». Pero todavía tiene mucho más para contar.