Donald Trump y el FMI estuvieron a cargo de las buenas noticias en la última semana. Ambos destacaron el total respaldo para apoyar financieramente a la Argentina, llevando alivio al mercado financiero. Pero no todas las noticias que llegaron desde el Norte fueron tan positivas. El viernes se confirmó que la Reserva Federal subirá dos veces más la tasa de interés hasta fin de año (una septiembre y otra en diciembre), lo que le agrega todavía más presión a los mercados emergentes y presagia una salida de capitales aún mas acelerada en los próximos meses.
La certeza de dos subas de tasas adicionales llegó con los datos de fuerte aumento del empleo y también de los salarios en Estados Unidos, obligando a una política más restrictiva para evitar presiones inflacionarias. Para fin de 2018, una inversión de cortísimo plazo en bonos del Tesoro americanos ya estará pagando una tasa cercana al 3% anual en dólares.
El panorama financiero, por lo tanto, seguirá siendo desfavorable para la Argentina. Y complica la posibilidad de una recuperación significativa de los bonos y una baja del riesgo país. En otras palabras, es altamente probable que los mercados sigan cerrados para emisiones locales, aún cuando el FMI aprueba adelantar sus desembolsos al 2019, por un total de USD 29.000 millones.
El único requisito insalvable para recibir ese desembolso extraordinario del Fondo es la aprobación en el Congreso del Presupuesto 2019 con equilibrio fiscal primario, lo que el Gobierno presentó esta semana con bombos y platillos como «déficit cero». Pero aún así seguirá precisando de fondos frescos para hacer frente a los pagos de intereses de la deuda, por más de USD 10.000 millones. Todo el dinero necesario, de acuerdo a este esquema, provendrá de los desembolsos del Fondo, no siendo necesario recurrir al financiamiento de los mercados.
¿Cómo hará finalmente el Gobierno para llegar a esa meta de equilibrio fiscal? ¿Cómo puede ser que, finalmente, lo que era imposible conseguir hace pocos meses se logra casi de la noche a la mañana? La respuesta a esas preguntas es una sola: con un fuerte aumento -una vez más- de la presión tributaria. Todo lo contrario a lo que intentó hacer el Presidente Mauricio Macri desde que llegó al poder y sobre todo a partir de la reforma tributaria aprobada a fines del año pasado.
El acuerdo con las provincias que ya se ocupó de sellar el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, deja otra certeza sobre la etapa que se viene. Prácticamente no hay esfuerzo alguno para bajar el gasto público. Hay muy escasas señales de parte de los políticos argentinos sobre la necesidad de ajustarse el cinturón en un momento dramático. A ellos no le llegó la crisis.
En cambio, el cinturón se lo volverán a ajustar los privados. Una vez más fue Carlos Melconian quien mejor graficó lo que se viene: «El menú para los próximos meses ya no es más pollo con puré de calabaza. Ahora es pechuguita o puré», señaló en la conferencia del IAEF el último jueves.
Para pasar del déficit primario de 2,6% de este año a 0% el que viene el ahorro que debe alcanzarse es de $ 500.000 millones. Sólo una parte menor será el ahorro nacional en gastos corrientes y operativos. El resto recaerá como un martillazo en el sector privado.
Ni siquiera el Poder Ejecutivo tuvo el decoro de presentar la reducción de ministerios a casi la mitad como un ahorro operativo. Eso que se busca en cualquier empresa a la hora de fusionar áreas y achicar cadenas de mando no se aplica en el Gobierno. Incluso, se ocuparon de aclarar que no habrá ahorros de ningún tipo por la eliminación de diez ministerios, con sus secretarias y subsecretarias. Tampoco se achicarán los cargos políticos. Todo el mundo, al parecer, es imprescindible. Y hubo una sola renuncia, la de Mario Quintana. Se trató, además, un peligroso mensaje para el resto de la dirigencia política, ya sea gobernadores, intendentes o legisladores. Acá no se achica nadie. Y menos en vísperas de un año electoral.
Eso sí, el gasto en obra pública se reducirá a la mitad en términos reales. Todo un desafío tratándose de un año electoral. Pero la consecuencia será menos empleo, ya que la construcción es mano de obra intensiva.
Todo el esfuerzo que niega la política deben hacerlo las familias y las empresas. No queda otra, si le objetivo es llegar al equilibrio fiscal en sólo un año. Éstas serán las principales fuentes que aportarán con el pago de más impuestos para llegar al «déficit cero» en 2019:
–La fórmula mágica son las retenciones las exportaciones, la receta de Eduardo Duhalde y su ministro Jorge Remes Lenicov para recaudar y tratar de levantar a la economía en 2002, tras la explosión de la Convertibilidad. Beneficiados por la suba de 100% del dólar en el año, los exportadores aportarán cerca de $ 280.000 millones adicionales el año próximo, es decir más de la mitad de todo el ajuste requerido.
–El otro gran impuesto, en este caso invisible, es la inflación. La suba del dólar permite sacarle una tajada a los exportadores, pero el consiguiente salto inflacionario le mete la mano en los bolsillos a los asalariados. La pérdida de poder adquisitivo será la más grande desde 2009 y consultoras como Kantar Worldpanel estiman que la caída del consumo masivo (alimentos y bebidas principalmente) llegará al 5% en el segundo semestre. El alivio de la presión impositiva que se esperaba el año próximo para la producción a través de la aplicación de la reforma tributaria y el compromiso del Pacto Fiscal quedó casi en la nada. Los gobernadores ya consiguieron que se postergue al menos un año la rebaja del impuesto a los Sellos, uno de los más distorsivos para la actividad comercial.Argumentan que no pueden perder otra fuente de ingresos teniendo en cuenta que el Gobierno ya les quitó el Fondo Federal Solidario (no coparticipa más las retenciones a la soja). Y se está negociando además que pasará con la tan publicitada baja de Ingresos Brutos, que debería arrancar el año próximo.
-También se avanza por pedido del peronismo en un incremento al 1% de la alícuota de Bienes Personales, es decir al patrimonio, que el Gobierno había reducido a 0,25%. Se gravaría a los argentinos que poseen activos en el exterior, tanto cuentas como inmuebles. Aún no está claro si se aplicaría a los activos locales en caso que superen los 5 millones de dólares.
El mayor pago de impuestos procura cerrar las cuentas públicas. Pero al mismo tiempo quita recursos para consumir en el caso de las familias o para efectuar inversiones en el caso de las empresas. No es extraño que bancos internacionales y consultoras empiecen a proyectar una recesión superior al 2% este año y que posiblemente el año próximo se prolongaría la caída de la actividad.
Una economía en plena contracción no es un buen escenario para recibir inversiones o para recuperar la confianza de los mercados.Y se estima que la deuda ya representará el 70% del PBI en 2019, un nivel que es percibido como mínimo como peligroso para un país sin acceso a los mercados como es el caso de Argentina.
Pero además de la preocupación por una economía que no tiene perspectivas de crecimiento, otros interrogantes carcomen a los inversores. ¿Cómo hará la Argentina para pagar la deuda en 2020, cuando ya no entre más dinero del FMI? y ¿está en condiciones Cambiemos de ganar las elecciones teniendo en cuenta el impacto de la crisis?
Conseguir la estabilidad del dólar es la mayor urgencia y el Banco Central parece haberlo logrado. Sobre todo luego de haber mostrado el último miércoles un margen mayor de intervención en el mercado cambiario, tras el visto que llegó desde el FMI.
Un tipo de cambio con menos volatilidad es una condición imprescindible para soñar con una salida de la crisis. Pero es apenas un inicio de larguísimo camino hace la recuperación. La luz al final del túnel todavía no se ve.
Pablo Wende/Infobae