Cristina Kirchner, Hugo Moyano y hasta Sergio Massa contribuyen a disimular los errores con el gas

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Está de moda que los políticos y sindicalistas se disculpen de las acusaciones en su contra señalando que son todos inventos, pergeñados por el Gobierno para distraer la atención de la gente de las complicaciones económicas en aumento.

En los últimos días hizo punta una vez más Cristina Kirchner, desestimando el planteo del fiscal Germán Moldes en apoyo del pedido de detención de Claudio Bonadio, que se sumó a la elevación a juicio oral en contra suya y de sus hijos por la causa de Los Sauces. La expresidenta aludió a la simultaneidad entre esas novedades judiciales y las idas y vueltas del gobierno con el recargo retroactivo en el suministro de gas, que primero se quiso imponer a los consumidores, y después se cargó en los contribuyentes en general, a través de un compromiso de pago de la administración. «Pura cortina de humo para distraer a la gente», concluyó.

La siguió Hugo Moyano, disculpando a su hijo Pablo porque según él lo único que le habrían hallado es «una cuenta en el exterior», cuando en verdad se lo acusa de varios delitos bastante graves, y señalando una vez más que el Ejecutivo persigue a su familia para desalentar las protestas y ahora también para disimular el recargo del gas. Pese a que ya días antes de esa decisión judicial el conflicto por el recargo se había desactivado.

Para completarla, Sergio Massa hizo algo parecido. De visita en Bahía Blanca se mandó con todo contra los que exportan bienes primarios. Según él, «hay que terminar con ellos», así de corta, porque «nos saquean» y perjudican el «trabajo argentino».

Saqueo, lo que se dice saqueo, en rigor es lo que hacen los gobiernos corruptos, los políticos, empresarios y sindicalistas prebendarios. Pero Massa se ve que tiene una idea algo laxa y selectiva de lo que significa, y de lo que le hace daño al país. Según su perspectiva, si alguien vende un producto con poco valor agregado es culpable de alta traición a la patria. No es que actúa racionalmente dentro de un sistema económico que por algunas razones de peso no está muy bien preparado para producir y vender otros bienes más complejos. La carga de la responsabilidad se invierte: el problema no estaría en los sectores poco productivos y poco competitivos (para empezar, el propio sector público), sino en los que pese a todas las dificultades del entorno logran serlo y que nos compren al menos algunos pocos bienes. De racionalidad económica, en el argumento de Massa, nada de nada, pura descalificación.

Después quiso disimular un poco la barrabasada y frenar la catarata de expresiones de repudio de los sectores agropecuarios, aclarando que sólo se refería a la minería. Insistir con una ridiculez pero más acotada no parece ser la mejor forma de disimular una metida de pata total y absoluta.

Y como no iba a alcanzar agregó que la culpa de todo la tenían los trolls del gobierno que habrían generado la «confusión» para disimular lo mal que sus jefes están haciendo las cosas en el terreno económico. Graciela Camaño aludió más directamente a «la desinformación y la construcción de noticias falsas» como «estrategia del oficialismo». De nuevo, el argumento de la distracción.

Claro que el oficialismo festeja cada vez que sus opositores más virulentos quedan en off side por pecados actuales o acumulados en el pasado. Pero ¿tiene algún sentido reprochárselo? Menos todavía lo tiene cuando apenas le alcanza con sus recursos para atajar todos los problemas que tiene encima y errores propios siguen complicando innecesariamente esa situación.

Pero además y por sobre todo que los opositores insistan en aludir a los errores del Gobierno para disculparse de sus pecados no hace más que facilitarle las cosas a Mauricio Macri y los suyos: parecen ignorar que una cosa es la discusión de políticas, terreno en el que casi todo es opinable, las consecuencias son siempre en alguna medida inciertas y por eso precisamente es que los conflictos entre intereses y opiniones en pugna se resuelven a través del voto, y otra muy distinta lo que sucede con los asuntos en que es posible e incluso obligatorio distinguir lo verdadero de lo falso, lo legal de lo ilegal, y hay poco o ningún espacio para la opinión.

Moyano también dijo que la investigación en su contra es para desviar la atención del aumento de gas.

Si Cristina y Pablo Moyano son culpables de lo que se les acusa no tiene sentido relacionarlo al hecho de que Macri tal vez para estimular la inversión de las petroleras esté siendo demasiado exigente en los esfuerzos que impone a los consumidores. Si Massa descalificó ofensivamente a los productores de bienes primarios no tiene sentido vincularlo con que el oficialismo resultó una vez más ambiguo entre el principio de que cada quien debe pagar lo suyo y el de que el Estado debe cubrir con lo que recauda por impuestos los costos que para los consumidores sean difíciles de afrontar, independientemente de sus niveles de ingreso.

Como los opositores no distinguen una cosa de la otra pierden la oportunidad de discutir en serio si el gobierno usa buenos o malos criterios, o si pasa de unos a otros con liviandad, sin explicaciones y a veces sin criterio alguno. En suma, queriendo deslegitimarlo y disculparse obtienen el resultado opuesto: ¿cómo tomarse en serio la acusación de que se gobierna mal si los que insisten en señalarlo pretenden que esos fallos sirvan para que se deje pasar los abusos y las falsedades de todo tipo que pesan sobre sus espaldas? Más les convendría separar las cosas si quieren estar en mejores condiciones de discutir las malas decisiones oficiales. Mientras no lo hagan estas seguirán pasando de largo, sin imponerle mayores costos al oficialismo.

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