TN.com.ar lo intentó. Quisimos dar con dos simples números: el porcentaje de mujeres que participaron en el G20 (entre los grupos de trabajo y los de afinidad, además de la cumbre) y, en particular, el porcentaje de mujeres argentinas entre los representantes. Pero digamos las cosas como son: no lo logramos. Y las excusas, dice un viejo axioma del periodismo, no se publican. ¿O si?
La perspectiva de género era una prioridad para este G20 y atravesó transversalmente las reuniones de cada área de trabajo. Sin embargo, lo que sabemos con certeza es que, mientras los movimientos de mujeres se hacen escuchar a lo largo y a lo ancho del mundo, es que sólo dos de los veinte primeros mandatarios que asistieron son mujeres. Sobre el resto de los representantes de menor jerarquía, por los motivos antes expuestos, no podemos dar mayor precisión. No se cuenta con el dato desagregado de participación.
Se preguntarán ustedes por qué la obsesión con el dato. Simple: es difícil hablar de igualar derechos en un contexto no diverso. Si no está garantizada la representación de las voces históricamente postergadas, es casi impensable que podamos dar con una «agenda de género» que abarque las necesidades de manera exhaustiva y con verdadera comprensión de los fenómenos sociales y culturales que hacen a la raíz casi atávica de la desigualdad.
Por eso nos desvela el dato. Y por eso deberían preocuparnos los datos en general. «Uno siempre tiene derecho a su opinión, pero no a sus hechos», dice una frase atribuida al político y sociólogo Daniel Patrick Moynihan. Y esa es quizás otra regla de oro de la información: los hechos son lo que son, más allá de lo que nuestra visión de mundo nos quiera hacer. Y en ocasiones funcionan como el antídoto perfecto para consignas que pueden en realidad ser meras expresiones de deseo.
En su sitio, y bajo un título sin dudas alentador, el G20 exhibe orgullosamente que: «la agenda de género atraviesa el G20 en 2018». De hecho, en el documento sobre la visión de la Presidencia Argentina en el G20 se establece: “Sabemos que la única manera de alcanzar un verdadero desarrollo equitativo y sostenible es asegurando que tanto las mujeres como los hombres se beneficien por igual. Impulsaremos el empoderamiento de las mujeres, la eliminación de disparidades de género en el empleo, la ciencia, la tecnología y la educación, y la protección contra todas las formas de violencia basadas en género”.
Entiéndase bien: es una gran noticia que la agenda de género sea prioridad en una cumbre que reúne a los líderes del mundo, pero es necesario asegurarse que sea representadas significativamente en las mesas de debate.
En algunas de las reuniones (de nuevo: no sabemos cuántas mujeres participaron de las ellas), las conclusiones alcanzadas fueron relevantes: la necesidad de reducir la brecha en acceso a la educación (en particular, la digital), también la necesidad de hacer frente a la disparidad en el ámbito laboral y de distribuir de manera más equitativa las tareas de cuidado.
Pero el gran interrogante es: ¿lograrán convertirse en políticas públicas? De ser así, ¿cómo seguirá para la Argentina el camino hacia una mayor paridad? En medio de tanta incertidumbre, la realidad sigue confirmando que los esfuerzos genuinos por avanzar en esta materia no nos pueden estancar en la mera corrección política. No sería sano ni aceptable que queden en meras expresiones de deseo.
Por lo pronto, sabemos hoy que el documento final puso la lupa sobre un tema clave: el acceso de las niñas a la educación, un eje neurálgico para su desarrollo personal y profesional en el futuro.
Adelante, ahora, líderes del mundo. La concreción de políticas que cimienten el camino de un mundo más igual, en el que hombres y mujeres accedan a las mismas oportunidades, está en sus manos.