La construcción política de Mauricio Macri es un hecho histórico inédito que la actual crisis económica esconde sin atenuantes. Desde 1916, la Casa Rosada fue ocupada por radicales, militares, peronistas, coaliciones conservadoras, gobiernos frágiles apoyados desde Puerta de Hierro, presidentes honestos acosados por los medios y los sindicatos, dictadores sangrientos, líderes pragmáticos y privatizadores, alianzas fracturadas por la inoperancia y matrimonios que soñaban con el poder eterno. Macri se apoyó en este pasado zigzagueante y diseñó una coalición inestable que mantiene a raya al Justicialismo y que tiene posibilidades de ganar en los comicios presidenciales de 2019. Si esto sucediera, ya no habrá partidos dominantes en la Argentina y al peronismo no le quedará otra alternativa que revisar su ideología y sus tácticas, si pretende recuperar el control de Balcarce 50.
Macri leyó pocos autores clásicos, no tiene formación militante y sus ideas políticas están cercanas al relato capitalista que Ayn Rand escribió en «La Rebelión de Atlas». Sin embargo, el Presidente exhibió su sensibilidad personal, enterró sus preconceptos personales y se corrió al centro del escenario ideológico cuando ordenó una formidable ayuda estatal para los movimientos sociales que tratan de contener a millones de pobres que sufren el ajuste económico.
Esta decisión de Macri encierra una paradoja en la construcción de poder. Los líderes de los movimientos sociales aborrecen al Presidente, comulgan con Francisco en Santa Marta y sueñan con el regreso de Cristina Fernández a la Casa Rosada. CFK, a diferencia de Cambiemos, no hizo nada para terminar con el clientelismo político y aceptó una distribución opaca de millones de dólares que debían haber beneficiado a los niveles más castigados de la Argentina (Hebe de Bonafini será juzgada por ese modus operandi que dejó sin casa y sin sueños a miles de votantes del peronismo).
Macri sabe que, en términos electorales, las partidas asignadas a los movimientos sociales da suma cero, pero ha entendido la importancia del Estado en la contención social, y hace mucho que decidió no hacer especulaciones políticas con los fondos para los movimientos sociales. Esta perspectiva de gobierno es aprovechada por facciones del peronismo que buscan un candidato presidencial para derrotarlo en 2019.
Con todo, la sensibilidad de Macri no alcanzó para rellenar su escaso conocimiento sobre los planes de ajuste que ejecutó el Fondo Monetario Internacional en América Latina. El FMI promovió medidas económicas que conmovieron a la región y sus créditos blandos siempre implican una caída vertical de salarios, jubilaciones, inversiones públicas y partidas destinadas a los sectores más castigados. Macri y sus contradicciones: destina millones a los movimientos sociales –que no lo votan—y acepta medidas de ajuste del FMI que caen sin piedad sobre la clase media, sus votantes que lo eligieron a él por sobre Daniel Scioli en 2015 y que dudan en apoyarlo de nuevo en 2019.
El Presidente confió en un puñado de funcionarios formados en Estados Unidos y con experiencia en el complejo mundo financiero de Wall Street. Esa confianza sin condicionamiento político trabó su carrera apacible rumbo a la reelección presidencial.
Macri creyó en sus gurúes del Banco Central y el Palacio de Hacienda, y cuando su curva de aprendizaje le exhibió que su Gobierno caía en picada, se apoyó en su instinto calabrés, invirtió una cuota importante de apoyo externo y cerró con el FMI un plan de ajuste que hizo crujir a la sociedad.
El Presidente aún no acepta las reglas de la política tradicional –»rosca», en términos simples—y se cargó en su imagen pública un programa monetario que olía a napalm para la clase media que apoyaba sus sueños de gobierno. Macri compite con CFK u otras variables del peronismo, y su triunfo en 2019 es una incógnita que la situación económica aún no despeja.
La Corte, los cuadernos y la corrupción
Macri es ingeniero y tiene poca experiencia en tribunales. Es la primera vez en democracia, desde Raúl Alfonsín hasta aquí, que la Corte Suprema es una variable política que no responde a los impulsos directos de la Casa Rosada. Los jueces de la Corte escuchan a los emisarios de Cambiemos, pero no están inclinados a facilitar la agenda institucional de Balcarce 50. Macri asume la fragilidad de la relación política entre la Corte y la Presidencia, pero plantea nuevas reglas de juego que en la política tradicional evalúan como un suicidio calabrés. El Presidente intenta la independencia efectiva del alto tribunal, aunque ello implique fallos que puedan afectar la reducción del gasto público que negoció con Christian Lagarde.
La causa «Cuadernos K» puso en jaque la relación de Macri con importantes empresarios que conoció cuando su padre Franco era un referente de la economía nacional. El Presidente escuchó lamentos, juicios de valor y opiniones cercanas al apriete político. Confrontó con familiares directos, amigos de sangre y representantes de la denominada «patria contratista». Pero no movió un dedo, no hizo un solo llamado: dejó actuar al juez Claudio Bonadio y a los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rivolo, que avanzaron a niveles nunca vistos en la historia de Comodoro Py.
A Macri le preocupa el impacto económico de la causa Cuadernos y no tiene dudas respecto a los gestos políticos con sus amigos de toda la vida. Cuando era obvio que Paolo Rocca sería procesado, el Presidente viajó a Vaca Muerta y posó junto al CEO del grupo Techint.
Ese gesto describe a Macri: sabía las pruebas en contra de Rocca y no le importó. Para el Presidente la amistad tiene un valor intrínseco que excede un causa investigada en los tribunales porteños.
La lucha contra la corrupción en Argentina es un valor que se reconoce en el exterior. La situación procesal de Cristina y de la mayoría de los miembros de su gobierno aparece en cada una de las conversaciones que enfrenta Macri cada vez que aterriza en Estados Unidos y Europa. El Presidente comenta lo que sabe y continuación asegura que CFK no regresará a la Casa Rosada. Los interlocutores de Macri no entienden cómo Cristina puede ganar las elecciones presidenciales de 2019, pese a las causas abiertas que enfrenta en los juzgados de Comodoro Py. Ante ese comentario, Macri repite su perspectiva política y se encoge de hombros. Ya está harto de hacer lo mismo en cada gira que emprende a Europa y Estados Unidos.
El legado presidencial
Macri pensó que al comienzo de su cuarto año de mandato, la economía gradualista ya habría bajado la inflación a un dígito y que los niveles de pobreza podrían ofrecer un panorama menos desolador al recibido por la gestión de Cristina. Pero ese sueño colapsó por errores propios y causas vinculadas a la interdependencia económica. Sin embargo, el Presidente no sólo organizó con éxito la Cumbre del G20, sino que además ratificó que el maltrecho orden global lo mantiene como una referencia regional. Y ese sostén geopolítico, a su vez, permitió a la administración de Cambiemos cerrar dos acuerdos sucesivos con el Fondo Monetario Internacional.
Al margen de las diferencias ideológicas o de los proyectos de poder vinculados a la agenda mundial, Macri es respaldado por Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin y Emmanuel Macron, entre otros líderes globales. No hay antecedentes en la historia de la democracia moderna argentina que un presidente exhiba semejante apoyo internacional. Raúl Alfonsín contó con Europa, Carlos Menem con Estados Unidos y el matrimonio Kirchner con Venezuela y Cuba. Macri es apuntalado por países de los cinco continentes y,si se proyecta hacia adelante su plan económico, pareciera que su política exterior será el legado de su primer mandato.
El Presidente no puede ofrecer cifras contundentes vinculadas a la economía, ni tampoco demostrar que cumplió con sus promesas vinculadas a la pobreza y a la indigencia. Sin embargo, Macri está en condiciones de probar que no hubo corrupción en la obra pública y que la libertad de prensa está en su máxima expresión. Pero esos son valores que pertenecen al propio sistema democrático, aunque en épocas de Néstor y Cristina fueron colocados entre paréntesis. Lázaro Báez y 678 son ejemplos de un tiempo inolvidable.
En este contexto, y a pesar de las miradas diferentes que exhiben Susana Malcorra y Jorge Faurie, la política exterior sobresale en los resultados institucionales de los primeros tres años de mandato presidencial. Macri conectó a la Argentina con el mundo y logró el hecho histórico de la Cumbre del G20. No es poco para un presidente que se aburre cuando viaja a la Asamblea General de las Naciones Unidas, cita obligada de la diplomacia mundial.