«Mirá, tengo este problema. Yo me quedé con todo este dinero a mi nombre y no se lo quiero dejar a mi mujer, esto es parte de una fortuna que no es mía«. Con estas palabras, a punto de morir de un cáncer fulminante, Daniel Muñoz, el ex secretario de Néstor Kirchner, le reveló a Juan Manuel Campillo, el ex ministro de Hacienda de Santa Cruz, que los millones que había repartido en propiedades, compañías e inversiones tenían otros dueños. No dio nombres, pero no hizo falta. «Si bien no lo dijimos puntualmente, se dio por sobre entendido y estaba ‘en el aire’ que eran de Néstor y Cristina», apuntó el ex funcionario.
La escena forma parte de la declaración que Campillo prestó a fines de enero ante el fiscal Carlos Rívolo, cuando amplió su exposición como imputado-colaborador, para ratificar qué rol cumplió cada uno en el entramado de lavado de dinero que funcionó detrás de Muñoz y su viuda, Carolina Pochetti, para poder vender a las apuradas los 16 departamentos que habían comprado por 70 millones de dólares en Miami y Nueva York y que habían quedado al descubierto con el escándalo de los Panamá Papers. Fue Isidro Bounine, secretario de Cristina Kirchner, quien lo contactó para hacer la operación y para Campillo era claro que seguía trabajando para la ex presidenta.
«Siempre supuse que todo esto podía provenir del matrimonio presidencial, entiéndase a Néstor y Cristina, y que no era de Muñoz. Era una obviedad que él nunca lo pudo haber generado este dinero por su cuenta y de manera lícita –afirmó Campillo en la declaración a la que accedió Infobae-. Yo no pregunté el origen de los fondos, ya que como ellos eran secretarios ‘de’, implica guardar secretos y trae aparejadas muchas cosas. Yo solamente le conocí como trabajos sus cargos públicos y un día me llamó y me planteó este problema», amplió.
Hasta ahora, la investigación por los cuadernos de la corrupción ha establecido que Muñoz era la persona que recibía el dinero que iba dirigido hacía Néstor y Cristina Kirchner. Las entregas se hacían en el departamento de la calle Uruguay o incluso en la residencia de Olivos. Pilotos y ex secretarios privados también dijeron que, en los viajes al sur, era Muñoz el que custodiaba los bolsos.
«No sé si la plata era de Néstor o si la compartían. Es un secreto que se llevaron los dos a la tumba«, dijo Carolina Pochetti en su declaración como arrepentida, que fue publicada por Infobae el sábado pasado.
En un viaje a Estados Unidos, un fuerte dolor de espalda lo obligó ir a atenderse a una clínica. Sergio Todisco, uno de los testaferros que se convirtió en arrepentido, relató: «Daniel Muñoz me manda un mensaje de que le dolía mucho la espalda y yo le recomiendo que tome un calmante. Consultó con un médico en un hospital en Miami, Mont Sinaí, adonde lo acompañó Liz (Elizabet Ortiz Municoy, una de las testaferras arrepentidas), y le descubren un tumor del tamaño de una naranja en la columna«. Al día siguiente volvieron todos a la Argentina y lo operaron en la clínica Fleni. Poco tiempo antes había estallado el escándalo de los Panamá Papers. (3 de abril de 2016). Muñoz murió el 25 de mayo de 2016, justo al cumplirse un aniversario de que Néstor Kirchner llegaba a la casa de Gobierno.
Según se desprende de las declaraciones a la que accedió este medio, Todisco también afirmó: «Alguna vez escuché, de parte de Muñoz que tenía algo así como 250 propiedades y no sabía qué hacer. Lo contó como si fuese un problema».
La palabra «problema» también surge en boca de Muñoz a través de Campillo, cuando el ex hombre de confianza de Néstor estaba muriendo y le pidió ayuda. Fue un diálogo en clave espiritual e intimista en el que Campillo le aseguró que lo que lo estaba matando a él no era el cáncer sino el problema. Es que Campillo estudió metafísica y por eso también hasta le había hablado de la ley del karma a la ex presidente, en una carta que nunca llegó a enviarle.
La confesión
«Muñoz estaba preocupado por sus hijos, tanto los del primer matrimonio como los que tenía Pochetti. Esa fue una reunión en el domicilio de la calle Williams que comenzó por la tarde y terminó por la noche. En el mismo encuentro habían estado presentes Bounine y Pochetti por la tarde, quienes luego se retiraron de la reunión, siendo que Bounine se retiró de la vivienda y Pochetti se quedó, ya que vivía allí con su madre, sus hijos y Muñoz», contó al ampliar su declaración. De paso, describió a Pochetti como una persona «muy ambiciosa» que quería todos los bienes para ella, para su familia y para sus hijos» y así perjudicar a los que Muñoz había tenido con su primera mujer.
Cuando finamente se quedaron los dos solos, como lo vio cansado, Campillo le preguntó «si quería seguir en otro momento» y él dijo que no porque «le hacía bien hablar. Él tenía una carpeta con la descripción de todos sus bienes, en donde había declaraciones juradas firmadas por el contador Víctor Manzanares. En esa carpeta estaban sus bienes y sociedades en Argentina y en el exterior. Mi convocatoria era para los bienes en el exterior. En esa reunión que duró varias horas él me confiesa: ‘Tengo un problema'».
«Me dice, ‘mirá, yo me quedé con todo este dinero a mi nombre y no se lo quiero dejar a mi mujer, esto es parte de una fortuna que no es mía’. Me muestra una carpeta color amarilla y hace un repaso de las cosas. Dio por entendido que yo sabía que eso no era de él y que provenía de otras personas más importantes y no le quería dejar ese ‘problema’ a su esposa ni a nadie de su entorno. Me dice que Manzanares era su socio y contador por la parte local y que lo de Argentina no entraba en la negociación, que solo era convocado por lo del exterior, destacando que estos bienes de Argentina también formaban parte del ‘problema’«, relató.
La respuesta de Campillo fue inmediata: «Le dije que lo podía ayudar y me preguntó cuánto le iba a cobrar. Le comenté que cualquiera le iba a pedir el 20% y a él le pareció mucho. Le ofrecí el 10% y le pareció bien. Le dije, ‘si pretendés que alguien se juegue su cabeza, tenés que pagar bien'». Fue en ese momento que le pidió que viajara a Estados Unidos y hablara con Elizabeth Ortiz Municoy, la agente inmobiliaria que aparecía como la principal prestanombre junto al que fuera su marido, Sergio Todisco.
«Él (Muñoz) en esa reunión no ofreció ninguna propuesta de qué hacer con los bienes y yo le propuse que lo reintegre, a lo que me respondió que eso le iba a generar un grave problema con su mujer. Ante esto le pregunté, ¿quién se está muriendo, vos o tu mujer? Y le dije: ‘Solucioná tu problema con ella’. Yo reintegraría todo a quien corresponda. Lo que te está matando a vos es esto, este problema. Yo estudié tres años de metafísica y tengo tercer nivel de energía zen y larga vida. Yo le dije que ‘el cáncer lo causan los rencores y los odios, entonces sacate de encima los odios y los rencores y dásela a sus legítimos dueños y no te morís más’. Yo te puedo ayudar más con el cáncer que con los bienes».
Campillo avanzó en el relato: «Cuando me refiero a sus legítimos dueños, si bien no lo dijimos puntualmente, se dio por sobre entendido y estaba en el aire que eran de Néstor y Cristina. Yo le repetía: ‘Desarmá, reintegralos y se te solucionan todos los problemas. El todo es la sumatoria de la partes, con esto quiero decir que si sumamos a Muñoz, Gutiérrez, Bounine, Álvarez y Compañía, en grado de importancia, se llega al todo. Yo tomé esa reunión como que se estaba sincerando. Fue una de las pocas veces que estuvimos solos. Para mí el estaba coaccionado por su esposa. Con Isidro eran parte de un todo, se conocían mucho, hablaban en un mismo código».
A criterio de Campillo, Bounine fue una suerte de «custodia», que participó «en todas las reuniones» y fue nombrado por Muñoz como su interlocutor. «A mí me llamó la atención que el día que Muñoz muere, Bounine estaba en Estados Unidos. Entendí que evidentemente estaba haciendo algo tan importante como para no estar acá. Fallecido Muñoz, yo no tenía más nada que hacer ahí, a excepción que Bounine me dé alguna nueva instrucción. Toda vez que ello no sucedió fue que Isidro me pagó los doscientos mil euros y luego de ello no nos vimos más por este tema. Con la muerte de Muñoz se dio una especie de ‘silencio de final'».
«Yo no lo iba a estafar a Muñoz en su lecho de muerte y no quería que sea estafado por Pochetti, pero no se pudo hacer porque en el medio de todo esto se murió», añadió. Ratificó que cuando finalmente vio cómo el abogado Miguel Angel Plo y el resto iban a hacer las cosas, con un simple «cambio de ropaje» y decidió no participar. Lo comunicó y se apartó. Tuvo que reclamarle el pago por sus servicios a Pochetti y a Bounine, que le entregó 200 mil euros. Los planteos fueron hechos por mensajes de Telegram que se autodestruyeron.
Fuente: Infobae