La derecha italiana culpa al aborto por la baja tasa de natalidad

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La oficina del alcalde de esta ciudad italiana, Federico Sboarina, está decorada con las imágenes de ultrasonido de sus hijos, un crucifijo y una matrioska con la cara del presidente de Rusia, Vladimir Putin. Una tarde hace poco, sentado allí, Sboarina explicó por qué busca que Verona sea la primera «ciudad provida» de Italia.

«Es la ciudad del amor, de Romeo y Julieta, y el fruto del amor es la vida», dijo.

Bajo su mandato, Verona aprobó en 2018 una norma según la cual las mujeres que busquen interrumpir un embarazo, un procedimiento legalizado en Italia desde 1978, primero deben consultar a las agrupaciones antiaborto que ofrecen asistencia financiera.

La medida establece aún más obstáculos para las mujeres que quieran el procedimiento legal e hizo de Verona el centro conservador de Italia, una reputación que será cimentada del 29 al 31 de marzo pues la ciudad del norte italiano será sede de la reunión anual del Congreso Mundial de Familias (WCF).

El evento es el punto de encuentro internacional para la élite antiaborto y antigay más recalcitrante, además de que se trata de una organización vinculada a aliados de Putin; el presidente ruso se ha vuelto un icono mundial para quienes promueven  sociedades cimentadas en lo ellos que denominan «identidad» y «tradición».

La campaña antiaborto de Verona va en línea con los objetivos más generales de la ultraderecha italiana, dirigida por Matteo Salvini, ministro del Interior y líder del partido Liga Norte, quien también es el conferencista principal de la reunión del WCF.

Además de sus posturas antimigrantes y a favor de una mano dura para aplicar la ley, Salvini se ha unido a líderes tradicionalistas de la iglesia católica romana en su cruzada por los valores sociales conservadores.

«El cuerpo de las mujeres se ha vuelto un campo de batalla político» en Italia, denunció Giulia Siviero, activista feminista. «Lento pero seguro, ladrillo tras ladrillo, están debilitando la ley».

Siviero y otros manifestantes protestaron en contra de la legislación antiaborto de Verona el año pasado vistiéndose como los personajes de El cuento de la criada, la distopía en la que las mujeres son valuadas solamente por su capacidad reproductiva. Se reunieron en una galería enfrente del ayuntamiento, desde donde un consejero de la ciudad les respondió con un saludo fascista.

Salvini y sus aliados sostienen que los valores liberales han deshecho la familia tradicional y que eso ha contribuido a la baja en las tasas de natalidad, así como a la pérdida de identidad en Italia. En esencia, argumentan que los italianos, si no tienen bebés, corren el riesgo de ser remplazados por los migrantes y por musulmanes de África.

«No se puede repoblar Calabria, Cerdeña o Trentino con migrantes a quienes se les pague el dinero de los italianos», escribió Salvini en Twitter en noviembre, en referencia a zonas con las menores tasas de natalidad del país. Agregó que su misión era que la población creciera con personas nacidas en Italia en vez de «tomar pedazos de África y traerlos a Italia».

Activistas por los derechos de las mujeres y otras personas están preocupados de que en Verona, que fue uno de los bastiones de Benito Mussolini, esté volviendo a aumentar la inclinación por el fascismo.

Estos críticos aseguran que Salvini está haciendo uso del tema de la interrupción legal del embarazo para promover una agenda que limite el número de abortos para incrementar las cifras de italianos nativos.

El evento del WCF ha generado rechazo entre la misma coalición gobernante de Salvini: el viceprimer ministro Luigi Di Maio, del antisistema Movimiento Cinco Estrellas, lo calificó como una cumbre para «perdedores de derecha». Salvini respondió a las inquietudes sobre la agenda del encuentro el 26 de marzo; afirmó que la legalidad del aborto y del divorcio en Italia no estaban abiertos a discusión.

Los activistas están escépticos, especialmente en relación con el ministro para la Familia, Lorenzo Fontana, un archiconservador originario de Verona y miembro de la Liga Norte de Salvini, que es un promotor de la reunión.

En 2015, Fontana marchó en contra del matrimonio igualitario junto con el alcalde Sboarina y al lado de líderes fascistas locales de Verona, así como de miembros de barras bravas del fútbol y de grupos extremistas. Ha dicho que el matrimonio entre parejas del mismo sexo, los estudios de temas de género y la migración en masa debilitan las «familias naturales». Aseguró que con estas cuestiones «quieren dominar y cancelar» al pueblo.

Fontana ha dicho que espera el regreso de una Europa cristiana y llamó a la lucha en contra del aborto «la batalla final», porque, dijo, las «poblaciones [europeas] están bajo ataque».

Exaliados políticos de Salvini y Fontana critican que ambos estén haciendo eco a ideas de una época siniestra de la historia italiana.

«Nos hacen recordar el periodo fascista, ya que el argumento sobre la tasa de natalidad era uno de sus puntos principales», comentó Flavio Tosi, exalcalde de Verona, que hizo campaña en 2007 con el respaldo de extremistas de ultraderecha. Tosi, quien antes promovía a Fontana y Sboarina, fue expulsado de la Liga Norte después de luchar contra Salvini por el liderazgo del partido.

Tosi agregó que durante su gestión se rehusó a someter a votación la norma antiaborto porque «era una locura» y habría provocado una indignación a nivel nacional. Sin embargo, dice que ahora «la atmósfera ha cambiado».

Alberto Zegler, miembro del concejo de Verona y de la Liga Norte, introdujo a votación la medida. Argumentó que la norma no es de ninguna manera un mecanismo para echar atrás el derecho al aborto legal, sino que se trataba de ofrecer ayuda económica a las mujeres en dificultades, ya sea que fueran solteras «o tal vez hayan sido violadas» o quizás «se hayan vuelto prostitutas».

Agregó que las tendencias demográficas hacen que el aborto sea un peligro para el futuro de la nación. «Si no revertimos la tendencia, en cincuenta años tal vez haya una enorme reducción en la cantidad de italianos», mencionó.

En los años noventa, inquietudes demográficas similares, en especial en Rusia, llevaron al financiamiento del Congreso Mundial de Familias. El actual representante ruso de ese grupo, Alexei Komov, es cercano al grupo italiano Pro-Vita, patrocinador de la reunión en Verona y tiene vínculos con el partido neofascista Forza Nuova.

En Verona, varias personas dijeron que la medida antiaborto y la reunión de finales de marzo del WCF es muestra del ascenso de las políticas de derecha.

«Si realmente queremos reducir la cantidad de abortos, no deberíamos aprobar estas leyes ridículas», comentó Maria Geneth, una ginecóloga de 64 años, mientras asistía a misa en la basílica medieval de San Lorenzo. «Deberíamos educar a las mujeres sobre medidas anticonceptivas y ayudarlas a mejorar su situación económica».

Por Jason Horowitz

Copyright: 2019 New York Times News Service/Infobae

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