Ana Zabaloy, una maestra rural que luchaba para frenar el uso de agrotóxicos en cercanías a las escuelas, murió de cáncer el sábado 8 de junio en San Antonio de Areco. La enfermedad se produjo por su continua cercanía con el veneno que firmas locales y multinacionales rocían en sus zonas de producción. La docente ya había sufrido trastornos a causa de las fumigaciones, entre ellas una parestesia facial y un severo problema de insuficiencia respiratoria.
En un documental, Zabaloy contaba lo que le sucedía a diario al estar en contacto con estos productos, y se refería al accionar de las empresas que arrojan glifosato desde aviones o por tierra: «Me pasó de llegar con cosas cargadas a las clases y encontrarme con máquinas fumigando, sin poder detenerlas. Aspiré lo que se estaba fumigando, volví con la cara paralizada y después de ese acontecimiento los chicos y sus familias empezaron a hablar de cómo fumigan en sus casas”, precisó.
En ese sentido, la maestra ejemplificaba: “He visto llegar alumnos de Paraguay gorditos rozagantes y después de cuatro años ver cómo se les iba deteriorando la salud. Siempre digo que las docentes rurales somos testigos directo del costo humano de este sistema basado en transgénicos y venenos”.
Hace un tiempo, la mujer publicó una carta abierta en la cual le contaba a las autoridades su situación, y pedía que tomen cartas en el asunto: «Mi nombre es Ana Zabaloy y fui durante seis años directora de la escuela número 11 de San Antonio de Areco. Ese período sufrimos junto a mis alumnos constantes fumigaciones con agrotóxicos en las proximidades de la escuela y en pleno horario escolar. En una de esas ocasiones el producto utilizado fue 2,4-D, y me volví a mi casa con una parestesia facial y con una insuficiencia respiratoria», comenzó en su texto.
«Somos muchas las docentes rurales que padecemos esta misma realidad, las fumigaciones nos atravesaron la vida y en muchos casos se llevaron por delante nuestra salud. Nadie nos los contó, no lo leímos en ningún diario, nos pasó, lo vivimos, como una cotidianidad inevitable. Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo. Vimos a nuestros alumnos sufrir los efectos de las fumigaciones en la salud, así como si la Constitución Nacional y los derechos del niño ni la mismísima ley de educación nacional no fueron aplicables a los niños de las zonas rurales ni a sus familias , todos rociados con venenos por aire y tierra», agregaba en otro fragmento.
Asimismo, sostenía: «Sin posibilidad de reclamar porque esto significaría pagar el precio de quedar sin casa y sin trabajo en el mismo instante de abrir la boca. Las docentes rurales somos testigos de esa impotencia y de toda la impunidad de los que producen a costa de nuestra salud, de la salud de todos». «La realidad es que en esta lucha hay unos grandes ausentes: en primer lugar las autoridades de la dirección general de escuelas, a las que parece no importarles que tantos niños en nuestro país junto a sus docentes sean fumigados como insectos durante las horas de clases, afectando claramente sus derechos a desarrollarse y a educarse en un ambiente sano, lejos de cualquier agresión física», añadía y concluía con la frase: «Paren de fumigar las escuelas y poblados rurales. Paren de enfermarnos. Paren de matarnos.
Uno de los que dio a conocer la noticia fue el senador de Proyecto Sur, Fernando ‘Pino’ Solanas, comprometido con la causa y quien escribió en su cuenta de Twitter: «Murió de cáncer Ana Zabaloy, una de las ‘maestras fumigadas’. Protegiendo la escuela rural, donde era Directora, padeció desde una parestesia facial hasta insuficiencia respiratoria al recibir, igual que sus alumnos, pulverizaciones con agroquímicos».
(Fuente www.perfil.com).