La mayoría de las encuestas que circulan desde hace un mes y medio registran una mejoría en la imagen presidencial con gradual transferencia a la intención de voto. Los consultores adjudican centralmente ese repunte, desde un piso muy bajo en abril-mayo, a la calma del dólar y una situación económica más contenida. Hay diferencias en los números de los sondeos, pero tienen esa coincidencia básica. En cambio, existe cierto debate sobre otro componente: el efecto directo de Cristina Fernández de Kirchner, en el centro del escenario a pesar de sus muy medidas presentaciones.
La combinación de esos elementos -y no sólo el foco sobre la economía- no es un dato menor para el equipo de campaña de Mauricio Macri y todo indica que el análisis fue abordado con sentido práctico: exponer lo que consideran positivo de la gestión –no sólo obra pública- y dar el debate económico, pero salir a confrontar otra vez y fuertemente con la ex presidente y con el kirchnerismo duro, incluida como se ha visto su ala sindical.
Existe en cualquier análisis una coincidencia cronológica difícil de eludir: la reaparición política de la ex presidente fue en realidad una secuencia con varios capítulos desarrollada en las mismas semanas que se iba instalando una sensación de mercados más apaciguados. Para algunos resultaba una extrañeza porque se imaginaba un efecto inverso, de inquietud y temblores financieros.
Lo que parecía pesar más, en todo caso, era resultado de las gestiones en el límite hechas por el Gobierno ante el FMI y sus principales integrantes. Había logrado así mayor poder para operar frente al dólar.
Pero desde el punto de vista estrictamente político, mayo seguía siendo un mes complicado para el Gobierno, con versiones recurrentes sobre el «Plan V» que agregaba costos a Macri y colocaba también a María Eugenia Vidal en zona de desgaste. Era también un mes de avance opositor con la marca de la ex presidente: había arrancado con los anticipos de su libro «Sinceramente», siguió el 9 de mayo con la presentación estelar del texto y remató diez días después con la sorpresa de la fórmula. Entraba en escena Alberto Fernández, con ella de vice.
Hasta allí, el juego asomaba desconcertante para los analistas, en especial para los más sensibles al pulso de los mercados. Lejos de dispararse, el dólar iba dando muestras de cierta tranquilidad y hacia fin de mes, también de cierto tobogán: dejaba atrás los 46 pesos y se inclinaba por los 45. Eso, cuando el cuadro definido como de incertidumbre política no se desvanecía y, por el contrario, tenía como principal exponente al oficialismo.
Hubo consideraciones sobre el papel más moderado que le fue asignado a Alberto Fernández, aunque en rigor no se alteraron sensiblemente los números de las encuestas. Sí, en cambio, empezaba a insinuarse una tendencia a la polarización, profundizada en junio y muy visible en estos días.
Esa pintura quedó definida por tres elementos: la jugada anticipada de CFK con la fórmula de los Fernández, el desmembramiento del PJ federal y, finalmente, la también fuerte movida de Macri, al sumar como vice a Miguel Angel Pichetto.
En el vértigo del análisis, rápidamente se habló de un efecto Pichetto que consolidaba la mayor tranquilidad de los mercados. En rigor, la suma del senador peronista al oficialismo terminó de allanar el camino para acomodar varias piezas internas –además de los arreglos de sello propio en La Rioja, San Juan y otras provincias-, empezando por la UCR y la ratificación de Vidal en Buenos Aires. Ese quizás fue la señal más significativa a la economía.
El pizarrón de campaña exhibe esos trazos y otros elementos. Algunas pautas venían siendo delineadas por el oficialismo antes de Parque Norte, la semana pasada, pero allí quedaron consagradas. Evalúan, por supuesto, que las chances del oficialismo se apoyan sobre todo en un trío de factores vitales en términos económicos y sociales: el sostenimiento de la calma del dólar, la baja o contención de la inflación y la mejora leve del consumo o el freno de su caída.
Eso es ineludible en las evaluaciones del equipo de campaña, empezando por Marcos Peña y Jaime Durán Barba, y asoma en cualquier charla en despachos políticos del oficialismo.
Pero lo que empezó a exponerse ahora es que además del factor económico, debería apostar fuerte en la confrontación política. Creen que la ex presidente y el sector duro del kirchnerismo siguen siendo principal objetivo en la competencia por el voto, con poco margen para el error.
Es decir, se trataría en primer lugar de aprovechar lo que interpretan como una reanimación de expectativas. Ese rubro es evaluado con especial cuidado en los regulares sondeos propios y considerando además algunos trabajos ajenos como el informe de índice de confianza del consumidor de la universidad Di Tella, que expuso un salto llamativo.
También computan la mejora de imagen presidencial y de intención de voto, que habría achicado a entre tres y cinco puntos la desventaja en los sondeos. Ese movimiento, con distintas cifras, es reflejado por diversos estudios, entre ellos los de Opinaia, Isonomía, Synoposis y Management & Fit, según trascendió en los últimos días.
El cuadro general de las encuestas suma otros datos de peso: la polarización creciente y los fuertes niveles de rechazo que registran los principales competidores, un registro sostenido que, sin embargo, no se traduciría en mejores perspectivas para la tercera vía. Son dos elementos de peso, productos y a la vez condicionantes políticos. Esa tensión marca la campaña: quedan apenas cuatro semanas para las PASO.
Fuente: infobae