Los cinco insólitos errores de la espectacular miniserie sobre Carlos Monzón

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Asistimos a un éxito. La miniserie «Monzón», excelentemente dirigida por Jesús Braceras y Gabriel Nicoli (lunes a las 22 horas por Space) ha despertado un enorme interés que el rating refleja con su indiscutible veredicto.

Hasta ahora hemos visto cinco de los trece episodios brillantemente actuados y realizados por sus actrices y actores del más alto nivel.

Sin embargo, la parte deportiva de Monzón obliga a hacer algunas observaciones pues carece de rigor investigativo y por lo tanto se advierten errores tan groseros como inadmisibles.

Está claro que las miniseries admiten una dosis de ficción que optimice el valor del contenido final en cualquiera de sus géneros. No obstante, hay hechos reales, especialmente en la vida del Monzón boxeador, que resultan más dramáticos y atrapantes que aquellos que estamos viendo en el mix de los «tempos» impuestos por los directores. Ellos nos facilitan con claridad al boxeador (el ayer) y al ex boxeador-hombre (por ahora en la cárcel de Batan y reconstruyendo jurídicamente el homicidio de Alicia Muñiz).

Es por ello que habremos de ocuparnos hoy de la parte deportiva hasta ahora exhibida. Ya aparecerán seguramente en los próximos capítulos los momentos mas controversiales y difíciles de su vida: Europa, la gloria deportiva, el glamour, las películas, Susana Giménez, más violencia, los celos enfermizos, Alain Delon, Jean Paul Belmondo, Mickey Rourke, dignatarios de estado, empresarios, divorcios, estrellas de la televisión, el jet set, el ocio, otras mujeres, otros amigos, las estafas, el arrepentimiento, la droga, el alcohol, el regreso a la abyección de la cárcel y el trágico final.

Y la verdad es que hemos advertido con pena la falta de rigor investigativo con que se ha abordado este primer aspecto, el más fácil y accesible del sujeto de la obra que es el boxeador Monzón.

Dejaremos de lado las cuestiones opinables pues Monzón no peleaba sobre el ring como se muestra, era otra cosa, otro boxeador. Pero vayamos a algunos errores que un periodista generacional que lo acompañó durante toda su carrera y gran parte de su vida siente la obligación de señalar.

Son las siguientes:

1- LA RELACION CON NICOLINO LOCCHE SIEMPRE FUE AFECTUOSA

Pudo verse en el tercer capitulo una escena diametralmente opuesta a la realidad, un cruce de palabras en el baño de un club nocturno entre Monzón y Locche.

En tal secuencia ambos se hallaban acompañados por amigos constituidos en lo que se conoce como «barras». Nicolino, según este particular guión, termina de miccionar sobre el mingitorio y al intentar regresar a su mesa se encuentra con un Monzón agresivo y desafiante. Es el momento en que Locche se detiene frente a aquella imponente figura y mirándolo a los ojos le espeta : «La gente quiere show, pibe, espectáculo, show…». La respuesta de Monzón fue que él es el mejor y que va a ser campeón del mundo –Locche lo era al momento de ese inexistente encuentro que ubicaría el hecho en el año 1969– y se le ríe con sorna en la cara.

Tal situación genera una reacción en el intolerante Monzón que arroja el infaltable cigarrillo con que se lo ve a los largo de cada capítulo y le tira una izquierda a la cabeza que Nicolino –también con el cigarrillo en la mano – elude con un gracil movimiento; pero Monzón insiste con un derechazo que Locche vuelve a esquivar con otro sutil y magistral giro de cabeza… Por último un engreído –todo lo contrario de lo que fue en vida- Nicolino le enfatiza: «Show Monzón, espectáculo para la gente pibe». Tras el diálogo ambos regresan a sus mesas donde las «barras» intentaran enfrentarse generando un escándalo.

Nada de esto hubiese sido imaginable por las siguientes razones:

A) Monzón y Locche no eran amigos pero se respetaban y hasta sentían un inequívoco afecto mutuo.

B) Siendo ídolo y campeón del mundo, Nicolino siempre declaró su reconocimiento a las virtudes de Monzón sobre el ring y sus esperanzas de que lograse un combate por la corona.

C) Estos enormes boxeadores tenían una gran dependencia de las recomendaciones de sus manejadores y tanto Paco Bermudez, manager de Locche como Amilcar Brusa «padre», constructor y maestro de Carlos Monzón fueron amigos cercanos a lo largo de sus vidas.

D) Tanto es así que Monzón, autorizado por Brusa, acompañó a Locche hasta Maracay (Venezuela) para respaldarlo cuando éste intentó recuperar vanamente (perdió por abandono en el 10 asalto) la corona del mundo de los pesos medio mediano juniors contra Antonio Cervantes («Kid Pambelé»). Fue en tal oportunidad ( 17 de marzo de 1973) cuando unos agentes de la Policía venezolana como parte del festejo por la victoria de Pambelé le apuntaron con armas de fuego a Monzón en la puerta del hotel disparando tiros al aire. Al verse amenazado repetidamente Monzón fue hacia el auto donde estaban ellos con sus armas en las manos –unos 20 metros– y abriéndose la camisa les replicaba mostrando su torso: «¡Tiren, tiren y acierten por que si no los voy a matar a piñas, tiren carajo!». Fue tal la ferocidad de los gritos de Monzón que los agresores prefirieron guardar los revolveres, subirse al auto y escapar. Ya de regreso y el el lobby del hotel la gente le preguntaba:

— ¿Qué pasó Carlos?, ¿que pasó?, oímos gritos y tiros…

La respuesta fue un símbolo que resume la trágica vida de Monzón: «Nada, unos cagones, sacaron y no tiraron, ¿vos lo podes creer? ¡Sacaron y no tiraron!». Para los códigos de Monzón el que saca tiene que tirar. (Menos mal que no ocurrió pues había mucha gente allí, incluyendo al autor de ésta nota). Por lo tanto, generar un enfrentamiento de celos, envidias o rencores entre Monzón y Locche resulta históricamente inadmisible.

En cambio una investigación periodística seriamente realizada les hubiese permitido a los autores descubrir algo más espectacular y cierto: una manifiesta enemistad por celos y cartel de Ringo Bonavena hacia Monzón que pudo haber llegado a las manos. El hecho ocurrió en un restaurante de México D.F. en oportunidad de acompañar ambos –Ringo y Carlos– a Horacio Saldaño para su pelea contra «Mantequilla» Nápoles (perdió por K.O.T en el 7°) en diciembre de 1974. ( Y se lo dedicó a Monzón que lo había noqueado ocho meses antes en París…)

Todos estos episodios fueron ampliamente difundidos, publicados y fotografiados por muchos medios de la época. Es por ello que cuesta entender cualquier distorsión a los hechos reales bajo el amparo de «licencias de ficción», toda vez que la realidad resulta más dramática y atractiva.

2- LOS BOXEADORES NO SE PRUEBAN, SE CONTRATAN

En el capítulo inicial aparecen un Monzón y un Brusa mirando con asombro el gimnasio del Luna Park. Dos personas en una mesa los atienden y preguntan quiénes son y qué quieren.

Monzón se anticipa a Brusa y con severidad dice: «Soy Carlos Monzón y vengo desde Santa Fe». Los empleados lo anotan y en la secuencia siguiente se lo ve en un ring haciendo guantes con un sparring al tiempo que se acerca el dueño del lugar, el empresario Tito Lectoure fumando y mirando altivamente, como evaluando con cierto desdén.

— Mucho gusto, yo soy Amilcar Brusa, dice el supuesto manager.
Aparecen allí varios errores inconcebibles, aún admitiendo la consabida tolerancia que exige una ficción.

A) Ningún boxeador se pone a prueba; cuando llegaba al Luna Park (o llega a cualquier centro pugilístico) lo hacía y lo hace contratado para combatir, un boxeador no hace casting, no se lo elige según aptitudes de examen; antes bien, se lo contrata por lo que ya ha demostrado por lo tanto ese error resulta inadmisiblemente grosero.

B) Además al momento de llegar Monzón por primera vez al Luna en el año 1963 para pelear con Andrés Cejas (ganó por KO en el 4°) lo hizo a pedido de Manolo Hermida –programador de peleas en el interior del país- quien representaba a Brusa en Buenos Aires.

En el rincón estuvo el maestro Genaro Ramusio pues Brusa era ordenanza del Banco Español de Santa Fe y no podía exagerar con los permisos para faltar. Pero además Brusa ya había llevado a algunos pupilos al Luna (Roberto Chetta, José Lemos, etc.) dos años antes, de tal manera que conocía a Lectoure y toda esa escena de la presentación y el insinuante desafío resulta carente de un elemental celo investigativo.

C) El único phisyque du role logrado es el de Monzón, excelentemente caracterizado e interpretado por los actores Jorge Román (cuando el boxeador ya es adulto) y por Mauricio Paniagua (en su juventud). Amilcar Brusa quien había sido boxeador de peso pesado y luego luchador de catch medía 1.90 y aquí es un señor de estructura física normal, de no más de 1.70 y ni hablar de Tito Lectoure quien medía 1.85 y aquí se lo convierte en una caricatura que no supera 1.69. Además Lectoure era dinámico, vital, incansable y en cambio se lo muestra como un personaje oscuro, lento, observador, especulativo, taciturno cual miembro de alguna «famiglia» mafiosa de los 30′ en Chicago.

Cuesta admitir este tipo de deformaciones tan elementales en una serie tan cuidadosamente realizada en otros aspectos.

3- «CONSEGUIME LA PELEA CON EL TANO»… ¿QUÉ TANO?

En medio del desconocimiento absoluto sobre la manera de relacionarse entre los personajes reales resulta ridículo ver al Brusa de la serie exigiéndole a Lectoure –hasta intimidarlo– la pelea contra el Tano (ocurrió en la tercera emisión de la serie). Jamás Brusa ni ningún otro manager encararon a Tito para exigirles nada. Sabían que los intereses eran comunes y que nadie como él para lograr los objetivos. Todos confiaban ciegamente en él.

Es por ello que quien alguna vez hubiese estado cerca de estos protagonistas podrá dar fe que la escena en una playa de estacionamiento donde el Brusa de la situación le exige la pelea con el Tano es cuanto menos inadmisible y por lo tanto grosera para el mundo del boxeo por dos razones:

A) Jamás Monzón le exigió nada a Brusa, lo consideraba su padre; nunca Brusa conminó a Lectoure.

B) Cuando Monzón grita que quiere al Tano «para arrancarle la cabeza», hecho que se produce en la serie después de haber vencido al campeón Jorge Fernández por el título argentino de los medianos en el Luna Park (septiembre del 66′), el campeón del mundo era el coreano Soo Kim Ki y como si tal dislate fuera poco, cuando Monzón insiste en pelear contra el Tano Benvenuti tras ganarle la revancha por el Sudamericano al propio Fernández (junio del 67′), el campeón del mundo era Emile Griffith. Nino Benvenuti se consagrará campeón mundial recién en septiembre del 67′ y realizará tres peleas contra Griffith cuando ya Monzón comenzaba a enfrentar en el Luna Park a los mejores medianos del mundo como Doug Huntley, Charley Austin, Johnny Brooks, Harold Richardson, Tom Bethea o Benny Briscoe entre otros rumbo a escalar posiciones en el ranking bajo la conducción de Brusa en la esquina y Lectoure en el escritorio.

Estos gruesos errores históricos cometidos por los guionistas no debilitan ninguna idea de ficción; todo lo contrario. La mini serie intenta hacer ver siempre a un Monzón tomador, fumador empedernido con el único mérito que haberle ganado a Benvenuti sin reflejar los méritos deportivos que hubo de consumar desde mucho antes para lograrlo.

4- NO FUE EN UN BAR TOMANDO VINO CUANDO SUPO QUE PELEARÍA CON BENVENUTI

En el último capitulo emitido –el 5°, lunes 8 de julio de 2019– un vecino le avisa a Monzón y a su mujer Mercedes Pelusa García que vayan al boliche del barrio pués a ese teléfono habrán de llamarlo desde el Luna Park para decirle algo importante.

Monzón y Pelusa van al bar y Lectoure le informa a Carlos que consiguió la pelea contra Benvenuti, que la misma se hará en octubre o noviembre y que se cuidara.

Esta secuencia no se pudo haber hecho peor. Por cierto el dueño del bar destapa una garrafa o damajuana de vino barato y proletario para que el brindis alcance a todos los parroquianos y Monzón es el primero en tomar. La serie se empeña en mostrar siempre a un Monzón marginal cuasi lumpen fumando o tomando y en todas las escenas además aparece siempre alguna mujer.

La verdad fue ésta:

A) Lectoure llamó a Brusa al banco a las 10.15 de la mañana del 4 de julio de 1970 y con júbilo le contó que los esfuerzos hechos con el presidente de la Asociación Mundial de Boxeo, Emile Bruneau, sus presentaciones de agosto de 1969 en la Convención llevada a cabo en Salt Lake City, Utah y sus charlas en Nueva York con Bruno Amaduzzi –manager de Nino Benvenuti– habían dado el mejor resultado: la pelea sería un hecho. Estratégicamente Lectoure ofreció 50.000 dólares para que Nino pelease en el Luna Park sabiendo que esa posibilidad era casi imposible pero que levantaría cualquier oferta para ir a Italia.

Efectivamente a Monzón le pagarían 15.000 dolares de bolsa, unos 750.000 pesos con un dólar a 50 pesos.

B) Fue así cómo ese mismo día, cerca de las 11 de la mañana, Don Amílcar fue personalmente a la casa de Monzón para darle la más esperada noticia del último año y medio.

C) Pelusa despertó a Monzón quien se había quedado dormido leyendo la revista «El Tony» y Brusa le pidió que se sentara en el borde de la cama: Monzón, quien jamas fumó ni tomó delante de Brusa o lo tuteó –ni aún en la cárcel, pues cuando lo intentó en Batán, Brusa le hizo apagar el cigarrillo– y a quien siempre respetó como a su propio padre (o más) cumplió la orden y aún somnoliento y de mala gana lo hizo.

D) «Escuchame Carlos, vamos a pelear por el campeonato del mundo contra Nino Benvenuti, probablemente en Roma para fines de octubre o comienzos de noviembre –finalmente fue el 7 de noviembre– y tenemos que irnos a Buenos Aires para entrenar en el Luna Park y concentrar allí, en el hotel de enfrente en el Splendid Bouchard. Tito te va a pagar los gastos y 80.000 pesos por mes hasta que llegue la pelea que después te los descontará de la bolsa, ¿estamos?».

Monzón sonrió con inequivoca felicidad, le dio un abrazo a Brusa, un beso a Pelusa y preguntó:

— Y usted, Don Amilcar, ¿cómo va a hacer con su trabajo?

— Mirá yo voy a hablar con el gerente del banco para que me tenga paciencia y me dé otra licencia, no se si lo conseguiré, vamos a ver. Igual allá vas a tener al profesor Russo (Buby), a Ramusio (Genaro, entrenador de confianza), al doctor Paladino (Roberto) y ahora tenés a Tito que te va a dar todo su respaldo.

— Don Amílcar –así de respetuoso era el trato– véngase conmigo, hágame el favor, con usted es diferente.

Brusa consiguió una licencia «extraordinaria» (una más) en el banco y terminó yendo a Buenos Aires.

Esta realidad, ¿no es mejor que la ficción de poner –otra vez– a Monzón en un bar y emborracharse para celebrar? ¿O se trata de una actitud deliberada?

5- EN ROMA VIVIÓ EN UN HOTEL Y NO EN UN CONVENTILLO

Fue también en la entrega emitida el lunes 8 de julio cuando se ven errores que resultan degradantes para cualquier atleta de élite. Una irrespetuosidad que vulnera también la estética de la obra.

En una primera escena se lo ve a Monzón en un patio de conventillo, su supuesto alojamiento en Roma, sentado en una silla y observando a una mujer bella e insinuante quien desde una ventana le cruza sensuales miradas. Algo así como «a vos te voy a agarrar después de la pelea…». Y en la otra –con cierto viso de verosimilitud pero de exagerado tono– a un médico inyectando novocaina en sus débiles nudillos (consecuencia de su raquitismo infantil) para que el dolor de las inflamaciones no lo invada durante el combate. Pero lo hace entre los asientos de un auto-remise y en plena marcha hacia el Palazzo dello Sport.

A ver:

A) Fue cierto que el médico italiano de la Lazio se negó a un favor que le había pedido el director técnico del club Juan Carlos «Toto» Lorenzo , el famoso coach argentino, anfitrión de la delegación de Monzón por su amistad con Tito.

B) Cuando llegó y vio las deformadas manos de Monzón, huyó. No obstante Lorenzo y su asistente personal Mario Bolognesi consiguieron en el Albergo Imperiale de la Via Véneto a dos médicos argentinos que estaban de paso por Roma.

C) Compradas que fueron las jeringas, el algodón, el alcohol y la ampolla con sustancia, uno de ellos infiltró a Monzón en su habitación del hotel tras lo cual y ya vestido de boxeador partieron hacia el estadio.

D) Monzón junto a Brusa, los boxeadores sparrings Juan Alberto «Ardillita» Aranda y José Menno, el profesor Buby Russo y Tito Lectoure se alojaron –al igual que los enviados especiales y amigos del Luna Park– en el hotel Sporting cercano a la Piazza Euclide y todos ellos contaron con el apoyo de un matrimonio argentino radicado en Roma, el de Juan Carlos Casal, que les brindó su generoso respaldo a toda la delegación.

E) El Sporting era un hotel construido una década atrás para los Juegos Olimpicos de Roma (1960); por lo tanto resultaba moderno y confortable con una ubicación ideal para correr por las mañanas en la cercana Villa Borghese.

F) Podría decirse que éste fue el lugar mas lujoso en el cual había dormido y soñado Monzón a lo largo de sus 28 años de vida.

Y, el menos perdonable de estos errores históricos:

G) Durante el consagratorio combate se lo ve al Lectoure de la serie sentado en el ring side mirando la pelea con suficiencia de apostador triunfal: falso. El verdadero Lectoure estuvo en el rincón de Monzón –junto a Don Amilcar, el profe Russo y José Menno– con su clásica camperita azul de nylon, una cábala que estrenó con Horacio Accavallo (1966) y continúo con Nicolino Locche (1968) ambos en Tokio el día que ellos obtuvieron sus coronas mundiales.

Ahora sigamos viendo la exitosa miniserie. Se vienen los momentos más difíciles: ¿cómo resolverán los días de filmación de la película «La Mary», cuando aparece el Monzón más instintivo y «salvaje» ante la «débil» chica de barrio (Susana Giménez)?

Tal vez hallemos más rigor histórico. Ojalá.

Fuente: Cherquis Bialo-infobae

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