La oferta discursiva de los principales candidatos de cara a las PASO no responde concretamente a ninguna de estas preguntas. En las últimas semanas, mientras la oposición intentó llevar la discusión al plano económico, donde el Gobierno muestra sus peores indicadores, el oficialismo corrió el foco hacia el eje Seguridad, con anuncios como la puesta en marcha del Servicio Cívico Voluntario en Valores o avalar públicamente la prisión domiciliaria para quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad (anuncios pensados más en tono electoral que otra cosa, pero que aun así conllevan un peligro discursivo que es necesario desactivar).
En tanto, los dardos entre los dos espacios que monopolizan el juego político (Juntos por el Cambio y Frente de Todos) continúan y sumaron a jugadores de la primera plana del oficialismo (el propio Nicolás Dujovnese metió en el fango de la campaña al contestarle vía Twitter a Alberto Fernández, y el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, arremetió contra Axel Kicillof viralizando una fake news). Por su parte la precandidata a la vicepresidencia, Cristina Fernández de Kirchner, continúa en la estrategia de evitar toda confrontación política y apostar a las recorridas provinciales valiéndose de la presentación de Sinceramente. Un tercer espacio, como es Consenso Federal, parece esconderse, y las cuartas fuerzas como el liberalismo libertario y la izquierda optan por apostar al “no todo es lo mismo” y que el elector escape a la polarización. Ahora bien, mientras todo esto sucede, el intercambio de propuestas es escaso y empobrece el debate democrático.
“Las plataformas electorales se han vuelto de alguna manera obsoletas, lo que sí hay son posturas ideológicas, y en torno a esto es que, los candidatos, por decirlo sutilmente, plantean cuáles son sus visiones en torno a lo que van a hacer eventualmente si ganan la elección. Es la polarización, lo que de alguna manera los posiciona, más allá de las propuestas concretas”, aporta al debate Paola Zuban. Para la politóloga y Directora de Investigación de Gustavo Córdoba y Asoc. Consultora, la polarización se utilizó como una estrategia de campaña “que no solamente va a ser beneficiosa para el oficialismo, sino que también puede ser beneficiosa para la oposición y por las mismas razones”.
Si bien la ausencia de propuestas no es un fenómeno propio de esta campaña electoral, la polarización sí lo es. De acuerdo a los sondeos de los últimos días, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos concentran más del 75% en promedio de la intención de voto del electorado. También, a diferencia de otros años, los votantes se enfrentan a opciones que le son familiares: el actual Presidente y el exjefe de Gabinete del kirchnerismo son jugadores fuertes y conocidos por todos.
Aun así, esto no explica por si solo cómo impacta la polarización de la elección en la ausencia de propuestas. Según Virginia Beaudoux, politóloga y especialista en comunicación política e investigadora de CONICET, la toma de decisiones “es mucho más fácil cuando te simplifican el procesamiento de la información”. “Cuando te plantean un escenario polarizado en donde de un lado están los buenos y del otro están los malos, de un lado es blanco y del otro es todo negro, evidentemente es más fácil decodificar el escenario y posicionarse, que cuando tenés una serie de personas discutiendo sus propuestas y te obligan a pensar y cuestionarte cuáles son tus creencias, cuáles son tus preferencias, o cuál pensás que de esas propuestas es la más viable”, argumentó.
A la polarización ya existente hay que agregarle un alto contenido emocional. “La polarización ideológica nunca es neutra en términos emocionales, esto supone mucha pasión, pero también mucho enfrentamiento de ambos lados. Cuando esto pasa, no hay lugar para el debate de las propuestas porque a las personas nos es más fácil procesar los escenarios simplificados”, añade Beaudoux.
La identificación de uno u otro espacio con un determinado conjunto de valores, y sobre todo, la creencia de que la otra postura es una síntesis de todo lo opuesto con lo que uno se identifica, diluyen los nombres propios, las propuestas, y muchas veces hasta los partidos. Se repitió hasta el hartazgo en los pasillos de Parque Norte durante la primera convención de Juntos por el Cambio: “No vamos a poder coptar a un votante nuevo, hay que asegurarse los propios e ir por los indecisos que ya votaron ‘el cambio’ pero que ahora dudan”.
El libro de pases entre partidos que se abrió este año de cara al escenario electoral fue sin duda uno de los más polémicos, sobre todo porque, teniendo en cuenta que todavía no se conocen los resultados de las PASO, aun no está cerrado. En este marco, varios actores institucionales sufrieron sangrías y resta ver aún cómo se repartirán los cargos en caso de llegar al Gobierno en aquellas coaliciones que se hicieron con fines electorales, como el Frente de Todos. Pese a esto, el daño ya está hecho y muchos partidos no volverán a ser los mismos.
Los argentinos estuvimos históricamente acostumbrados (quitando las numerosas dictaduras cívico militares) a elegir siempre entre posiciones de alguna manera antagónicas que tenían que ver con algún modelo de país. “Hoy la discusión tiene que ver no con una cuestión partidaria pero sí ideológica, ese posicionamiento ideológico quizás la opinión pública no lo entiende como de derecha e izquierda, pero sí entiende o toma en cuenta que tiene que ver con, por ejemplo, una liberalización de la economía, una mínima intervención del Estado, con no subsidiar determinadas actividades y sí otras”, considera Zuban.
En tiempos en los que los propios dirigentes abandonan sus partidos para ir a otro, deciden el pase de su espacio político a una coalición más amplia, o estructuras que anunciaban tres presidenciables se desvanecen en el aire y sus candidatos migran hacia tres fuerzas antagónicas (tal es el caso de Alternativa Federal), es difícil pensar que los votantes puedan ser fieles a una identidad partidaria.
Para Beaudoux, el porcentaje de “personas que se toman el trabajo de analizar las propuestas de cada espacio político”, es decir que no votan por el partido ni por posicionamiento ideológica, es “muy chiquito, no representa más del 8% del electorado”. “No hay que idealizar el proceso de votación de los votantes, recordemos que hay un gran porcentaje de voto heurístico, estos son los votantes que se basan en una declaración que les gustó, pese a no conocer al candidato, por ejemplo”, argumentó.
Como primerísimas conclusiones entonces, podemos afirmar que el escenario polarizado y la crisis partidaria promueven una escasez de ofertas que empobrecen el debate democrático. Sin embargo, a diferencia de otras campañas, se introdujo un debate en la oferta discursiva ausente años atrás: el de género.
La llegada de proyecto de despenalización del aborto al Congreso tuvo al menos dos grandes logros: por un lado, consiguió que las caras y nombres de diputados y senadores sean conocidos por cientos de miles de ciudadanos, especialmente los y las jóvenes. Por otra parte, obligó a los candidatos a manifestarse públicamente en torno a su postura sobre la iniciativa pero también acerca de cuál es la agenda de género que pretenden llevar adelante. Resta ver si es cuestión de campaña o el nivel de compromiso es real.
Cecilia Camarano/Ámbito