Respaldado por doce millones de votos logró que después del 11 de agosto se hable de su lugar, México 337, más que del Instituto Patria, sede del poder cristinista. Antes de las PASO, como precandidato, Alberto Fernández confesaba que le costaba imponer un título en los medios. Desde hace un mes y cinco días, si está en Buenos Aires, tiene guardia permanente frente a su búnker donde hay un solo ingreso y cero discreción. Este último fin de semana recibió una sorpresa: alguien dibujó graffitis en las paredes del frente que había sido pintado de gris plomo en junio, antes del estreno.
Casi todos los libros en las oficinas de Fernández fueron publicados por Editorial Octubre. Su amigo Juan Manuel Olmos, que lidera la porteña agupación Nuevo Espacio de Participación, se los pidió a su otro amigo Víctor Santa María que tiene oficinas en la misma manzana pero sobre la calle Venezuela, donde está la sede del Suterh. En el último estante de la biblioteca de la sala de reuniones se destaca Lula, El gobierno en imágenes (2003-2010). Todos saben que Fernández quiere a Inácio Lula Da Silva libre, fue a visitarlo a Curitiba y pidió ante el papa Francisco que interceda para su liberación.
Entre esa sala y la oficina de su secretaria, María Cantero, hay un jardín de invierno de un metro por tres. En la oficina vidriada de la histórica colaboradora, que antecede a la del candidato, hay una foto de Fernández con el diputado y nieto restituido Juan Cabandié y Anita, su otra secretaria. Cabandié solo va para alguna reunión concreta pero es uno de los que tiene ingreso irrestricto, está cerca y ayudó al reencuentro de Fernández con Máximo Kirchner y luego con Cristina.
La única oficina discreta, sin vidrios que dejen ver quién está dentro, es la de Fernández. Las otras oficinas en la planta baja son vidriadas: una la ocupa Santiago Cafiero, la otra Juan Manuel Olmos y la tercera Claudio Ferreño, candidato a legislador por el Frente de Todos y amigo inseparable de Fernández.
En el centro hay dos ‘puestos’, escritorios con dos computadores. Uno lo ocupa una de las pocas mujeres del staff permanente, Cecilia Gómez Mirada.
Un edificio poco discreto
El edificio donde funcionó una fábrica de muebles fue alquilado y remodelado en tiempo récord bajo la dirección de Olmos. Casi todo está remodelado con cemento alisado, hay mucho vidrio y durlock. El ingreso no es para nada discreto: hay una sola puerta habilitada y en la recepción tres hombres de una empresa de seguridad privada se rotan para cumplir su turno. Solo hay una recepcionista y tres sillones para la espera.
En el frente se ve la mezcla de estilos: moderna planta baja, minimalista, y en el primer piso dos balcones con puertas de madera y vidrio verdes y antiguas. Muy San Telmo.
En el primer piso están los integrantes del staff de prensa, comunicación, redes y sistemas, los equipos que comandan Juan Courel y Juan Pablo Biondi que sí tienen oficinas privadas. En la cocina está Angie que junto a tres jóvenes colaboradores ordenan, limpian, acomodan y preparan litros de café o convidan masitas.
Aunque no tienen un lugar fijo, algunos dirigentes de la mesa chica pasan seguido, cuando no les es suficiente el teléfono o el whatsapp para organizar agenda y estrategia. Es el caso de Fernando ‘Chino’ Navarro y del diputado Felipe Solá a quien se ve una o dos veces por semana por el búnker. Eduardo ‘Wado’ de Pedro se reparte entre el Congreso, el Consejo de la Magistratura, el Instituto Patria y México. Tres o cuatro días a la semana pasa por ahí y participa de reuniones clave, con dirigentes políticos y empresarios.
Entre los visitantes que no tienen que ser anunciados para atravesar la recepción y el filtro de seguridad están los economistas Guillermo Nielsen, Cecilia Todesca, Matías Kulfas y Emmanuel Álvarez Agis. A veces los convoca a su departamento en Puerto Madero.
Ninguno tiene un lugar físico donde trabajar en México, por lo que mantienen reuniones en las oficinas de Cafiero, Olmos o Ferreño o se instalan en la sala de reuniones, la más grande del lugar junto con la del candidato a presidente.
El Grupo Callao rodea al candidato
La mesa chica es realmente chica. Dicen que a Fernández no le gusta estar rodeado de mucha gente. Su red telefónica es inversamente grande.
Por México pasan también casi a diario algunos integrantes del Grupo Callao, núcleo duro ‘albertista’. Miguel Cuberos, ex funcionario y productor, se ha vuelto cada vez más visible: lo acompañó en los últimos dos viajes relevantes, España primero y Córdoba, después, esta semana.
También del Callao es Fernando Peirano, otro habitué; como el cuñado de Felipe Solá y ex funcionario de Florencio Randazzo en Interior, el platense Guillermo Justo Cháves, y la politóloga Natalia Di Sio.
Otros amigos de toda la vida de Fernández suelen pasar por México. Ambos muy cercanos a la Iglesia: Guillermo Oliveri, ex secretario de Culto del kirchnerismo y concejal en Baradero, y Eduardo Valdés, ex embajador en el Vaticano. En el caso del porteño se lo menciona en plural: son ‘Los Valdés’ los que pasan seguido, Eduardo y su hijo Juan Manuel Valdés, militante porteño.
Matías Lammens, el candidato a jefe de gobierno porteño, cada vez pasa con mayor frecuencia. El motivo es estratégico: el resultado de las PASO les dio esperanza y con intenciones de forzar un balotaje Alberto Fernández se comprometió a acompañar todo lo que pueda a su candidato en la Ciudad.
Casi nadie visita el búnker sin un motivo concreto. Varios intendentes bonarenses se dejan ver por allí: Gabriel Katopodis, Mariano Cascallares y Juan Zabaleta, conforman el primer círculo. En el segundo anillo están Martín Insaurralde, Julio Zamora y Juan Pablo de Jesús. Algunos ya empiezan a llamarlos el ‘grupo de los 6’.
El equipo más sólido cerca de Fernández lo completan su socia, amiga y ex funcionaria la abogada Marcela Losardo y Nicolás Trotta, que frecuenta el lugar porque suele viajar por las provincias para coordinar políticas y propuestas de gobierno con los equipos técnicos y pilotea desde el rectorado de la UMET sobre la calle Sarmiento.
El puñado de más íntimos lo completa una persona clave en la vida del candidato a presidente: Daniel. Lo acompaña, cumple funciones de chofer cuando el candidato lo permite, lo cuida como si fuera un custodio y se lleva a su casa a Dylan cuando Alberto Fernández se va de viaje.
Un dato relevante: pertenecer al círculo íntimo tiene una desventaja. Alberto Fernández les pidió a los más cercanos que no frecuenten programas de televisión sin consultar y a la mayoría les solicitó guardar silencio. Quiere cuidar su imagen y ser dueño de sus palabras.