Alberto Fernández está conectado con Francisco a través del teléfono y vía mail. El Papa tiene una relación cordial con el Presidente, a diferencia de Cristina Fernández de Kirchner que trataba por su figura institucional y los vaivenes de la Argentina hacia el final de su segundo mandato. Alberto Fernández y Francisco comparten la mirada sobre el país y el mundo, y sólo se diferencian sobre un asunto legal e ideológico que la cercanía personal jamás podrá saldar: la despenalización del aborto, un derecho que el jefe de Estado pretende que sea positivo durante 2020, y que el Sumo Pontífice intentará bloquear en las dos cámaras del Congreso.
Alberto Fernández y Francisco se verán el 31 de enero a las 10.30 AM, hora de Roma. El presidente llegará al Palacio Apostólico desde el Patio Belvedere, adonde habrá una izada una bandera argentina, y allí será aguardado por miembros de la Prefectura de la Casa Pontificia. Junto a Alberto Fernández estará la primera dama Fabiola Yáñez, el canciller Felipe Solá, la ministra de Justicia, Marcela Losardo, el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, El secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi.
Desde el Patio Belvedere, una guardia de Gentiluomini -laicos dedicados a la Iglesia- vestidos con frac y los emblemas de la Santa Sede, escoltarán al Presidente hasta su encuentro formal con el Papa. Ambos jefes de Estado se saludarán en la sala del Tronetto, y a continuación pasarán a la Biblioteca del Vaticano. Estarán solos, durante al menos 20 minutos, un tiempo protocolar que también tuvieron Donald Trump y Mauricio Macri.
En la audiencia oficial privada, el Presidente se sentará frente al Papa y la agenda es abierta. Alberto Fernández y Francisco seguramente hablarán sobre la situación social en la Argentina, la crisis política regional, el peso de la deuda externa para los países emergentes y, quizás, de un eventual viaje del Sumo Pontífice al país.
Alberto Fernández respeta sus propias convicciones y no debería sorprender que introduzca en la audiencia papal su decisión política de remitir al Congreso la ley de Despenalización del Aborto. Francisco siempre escucha, aunque no esté de acuerdo, y él también obrará acorde a las convicciones milenarias de la Iglesia Católica Apostólica.
Cuando concluya la bilateral privada, se abrirán las puertas de la Biblioteca, y pasará la delegación oficial. Será el turno de las fotos: por el Vaticano, el fotógrafo Francesco; por la Argentina, Víctor Bugge, que jamás faltó a la cita de un presidente con un Papa desde Raúl Alfonsín a Mauricio Macri. Tanto respeta Francisco a Bugge que permitió que lo acompañara en las festividades de Semana Santa. Sucedió en 2014, y fue un hecho inédito en la historia de la Iglesia.
Alberto Fernández junto a Fabiola Yáñez, Losardo, Sola, Oliveri, Beliz y Biondi entregarán los regalos de la Argentina al Papa. Habrá un libro de un escritor nacional -nunca Premio Nobel- que Francisco ama por su prosa y sus historias, y un telar realizado por trabajadores con discapacidad de la Asociación Civil Granja Andar, que tiene su sede en el conurbano bonaerense.
A su turno, Francisco regalará su encíclica Laudato sí, una profesión de fe a favor de la persistencia del mundo ante los embates del capitalismo salvaje y el daño sistemático a la ecología global.
El presidente no pondrá a consideración del Papa una terna de eventuales embajadores ante la Santa Sede. Alberto Fernández jamás cedería esa cuota de soberanía estatal, y Francisco nunca aceptaría negociar o elegir a un representante diplomático en una audiencia oficial. Menos de la Argentina.
En Balcarce 50 aseguran que la caída del candidato Luis Bellando fue consecuencia de las internas de la Cancillería. Y en el Palacio San Martín juran que Béliz estiró tanto su mano -junto al obispo Marcelo Sánchez Sorondo-, que Bellando capotó por su pasado profesional y su fascinación por los medios de comunicación.
Alberto Fernández resolvió que solicitará el placet del nuevo embajador ante la Santa Sede cuando regrese de su audiencia oficial con Francisco. Puede haber un comentario en el cónclave con el Papa, pero eso no implicará una consulta informal o la búsqueda de un aval extraoficial para evitar un nuevo tropezón diplomático en el Vaticano.
Cuando concluya la visita a la Santa Sede, Alberto Fernández tiene previsto reunirse con Sergio Mattarella -presidente de Italia-, y el premier italiano Giuseppe Conte, en Roma.
Después volará a Berlín para encontrarse el 3 de febrero con la canciller Ángela Merkel. Y desde la capital de Alemania irá a Madrid para dialogar con Pedro Sánchez -Presidente del Gobierno español- y el Rey de España Felipe VI (4 de febrero). Por último, almorzará con Emmanuel Macron, el 5 de febrero.
Al margen del cónclave con Francisco, el presidente visitará cuatro capitales europeas en siete días para sumar apoyo político a la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Alemania, Francia, España e Italia equivalen a casi el 15 por ciento de los votos del FMI, un número nada desdeñable cuando se trata de remozar un acuerdo bilateral sin que implique más ajuste y más endeudamiento externo.
Merkel, Macron, Sánchez y Conte tienen intenciones de respaldar a la Argentina en el FMI, sólo pretender saber cómo es el plan económico hacia adelante y escuchar del presidente peronista que no hay intenciones de ejecutar otro default ante la proporción de los montos adeudados respecto al PIB. A eso viaja Alberto Fernández.