El camino “finito” de la deuda: el Gobierno endurece el discurso, pero negocia y da señales de ajuste

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Las negociaciones por la deuda –de manera determinante con el FMI, según los planes oficiales- no muestran por ahora un horizonte claro. Es un camino apretado, “finito”, según advierten en medios oficialistas, que también anotan cierta dureza de discurso en ascenso. ¿Un síntoma de preocupación o parte de la pulseada? No se trata tanto de Cristina Fernández de Kirchner, sino de Alberto Fernández y su círculo, aunque sin esperanzarse con una quita sustancial como la reclamada por CFK. No es la única cara: siguen las reuniones de funcionarios y técnicos, no sólo de Economía, con representantes del Fondo y el Gobierno mantiene señales de ajuste. La moneda parece en el aire.

Ese doble mensaje fue bastante gráfico en las últimas 48 horas. El Presidente retomó su reclamo al Fondo para que actúe ahora en función de su “responsabilidad” –no únicamente técnica sino sobre todo política- en la crisis, en referencia directa al monto y el destino del crédito a la gestión macrista. Y casi en paralelo, se reunió con jefes de la CGT para pedirle “moderación” en las paritarias y anunció finalmente un aumento para jubilados que busca achicar la masa global de haberes. Se habla de “desindexar”, otro verbo para ajustar las cuentas.

En los dos casos, hay ingredientes políticos y cifras para el debate.

Las tratativas con el Fondo incluyen y superan el primer escalón de las conversaciones en el más alto nivel, expresado centralmente en las citas y contactos de Martín Guzmán con Kristalina Georgieva. Es probable que vuelvan a verse en una semana. Esas conversaciones se dan en el marco de las gestiones que intentan asegurar respaldo político en la cúpula del FMI. Fue destacada la gira europea de Alberto Fernández –en especial, Alemania y Francia- y los gestos dedicados a la administración de Donald Trump.

Ya comenzaron en Buenos Aires las reuniones para recolectar datos y sondear perspectivas económicas. Los representantes del FMI se han reunido varias veces con Economía, también han hecho visitas a Producción y Desarrollo Social. Y habría reuniones con las conducciones del Banco Central y el FMI.

Hasta ahora, sólo circulan algunas de las expectativas del Gobierno. En primer lugar, cerrar trato con el Fondo para poder avanzar y si es posible presionar a los acreedores privados, algo que no asoma sencillo a juzgar por las experiencias iniciales de Axel Kicillof y del propio Guzmán. Renegociar con aire por tres años. Y lograr una quita importante de los privados.

En cambio, poco o nada se dice sobre la contracara de un acuerdo, que condiciona y en rigor mantiene el interrogante mayor sobre el programa del Gobierno. Los ejemplos de otros acuerdos antes muy mencionados –Portugal y Uruguay, entre los más citados- indican que se ha tratado de procesos duros en materia económica y social.

El reciente cruce de CFK con el FMI agregó un componente conocido en el discurso del oficialismo sobre la deuda del Fondo, junto a un reclamo de quita “sustancial” sobre la que nadie abunda. Alberto Fernández respaldó como “pertinente” el planteo de la vicepresidente, aunque dijo que espera avanzar en un diálogo “sensato” con las autoridades del organismo.

En rigor, recordó su propio planteo en la reunión que mantuvo con enviados del Fondo diez días después de las PASO, en sede académica prestada por Víctor Santa María y cuando aún atendía en oficinas de San Telmo. Allí fue a la carga con duras críticas al FMI por su asistencia a Mauricio Macri y dijo que no se respetó el acta constitutiva del Fondo, porque buena parte de los dólares terminaron en salida de capitales.

Esa discusión se mantiene hasta la fecha. El actual oficialismo sostiene que más del 70 por ciento de los 44 mil millones de dólares girados por el FMI terminó en fuga. Desde el anterior oficialismo, lo niegan y sostienen que más del 80 por ciento de esa cifra fue para pagar vencimientos de deuda. La polémica se extiende al conjunto de la deuda actual en términos de sucesión de herencias.

Pero el punto es que el Presidente buscaría que la “responsabilidad” por la anterior apuesta política del Fondo sea compensada ahora con un acuerdo razonable. Se verá. En lo inmediato, aunque sin agitar por ahora el tema de una quita como hizo CFK, el Gobierno intentaría dar un mensaje de dureza, según apuntan en el circuito presidencial. No sería un episodio aislado.

Héctor Daer con Carlos Acuña, los dos secretarios de la CGT. El Gobierno les pide a los gremios «moderación» en las paritarias.

Mientras tanto y de todos modos, es exhibida la otra cara del mensaje. Y parece un dato central con la expectativa de bajar la inflación, más allá de dos elementos forzados: el mantenimiento del cepo al dólar y el congelamiento de tarifas de servicios y combustibles.

En esa lógica se anotan las gestiones con los jefes sindicales, que no se agotan en el aliado Héctor Daer y el siempre más complicado Hugo Moyano. Apuntan a contener las paritarias, la mayoría con pérdidas de arrastre y otras –apenas media docena- con empate o leve mejora en función del mecanismo que ahora se busca sepultar: la cláusula gatillo.

También se inscribe en ese terreno el paso dado para suspender el sistema de movilidad de las jubilaciones. La presentación de ayer expuso más o menos lo que se esperaba: achatamiento de la escala, aumento leve por encima del registro suspendido para la mínima –debía ser de 11,6 por ciento y rozó los 13 puntos- y pérdida para el resto de los jubilados y pensionados, es decir, los que venían cobrando desde unos 17.000 pesos para arriba.

El decreto para el trimestre –se supone, que luego debería haber nueva ley- fue acompañado durante el anuncio de ayer por el argumento de la solidaridad con los que menos tienen. Y con una afirmación: que el Estado destina mayores recursos a los más vulnerables.

No es así. Es como se esperaba una curiosa solidaridad, donde una franja de los jubilados –desde los que cobran unos 17 mil pesos hasta el sector minoritario de los 100 mil- terminará perdiendo ingresos para permitir elevar algo más la mínima. Es de hecho una solidaridad intra-sistema jubilatorio, porque la masa total de haberes habrá sido ajustada. Esa es la señal, también hacia afuera, más allá de los dichos.

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