«El que no cumpla estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos»

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Por Facundo Gallego, para LA BANDA DIARIO

Jesús dijo a sus discípulos: no piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una ´i´ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: «No matarás», y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio», yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti; es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

También se dijo: «El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio». Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Palabra del Señor

Comentario

Hermanos y hermanas: ¡Feliz domingo para todos! Que la gracia y el amor de Dios esté ahora y siempre con todos nosotros, y que la Virgen María nos lleve de la mano hacia el Cielo. ¡Amén!

Hoy, celebramos junto a toda la Iglesia el domingo sexto del tiempo ordinario. Y la liturgia nos propone esta continuación del famoso “Sermón de la montaña”, que se extiende desde el capítulo 5 al 7 del Evangelio según San Mateo.

Hace dos semanas, hemos meditado las “bienaventuranzas”, la primera predicación de Jesús en este sermón de la montaña; y el domingo pasado hemos contemplado nuestro llamado a ser sal y luz del mundo. A lo largo de los domingos que vienen, Jesús nos propondrá formas concretas de expresar nuestra nueva condición de hombres y mujeres redimidos.

Cumplir la ley

El mensaje central de todo este fragmento del Evangelio es sencillo: Jesús viene a cumplir la Ley, y nos enseña a nosotros también cómo cumplirla.

Cuando hablamos de “cumplimiento”, usualmente nos referimos a una acción negativa o, al menos, pesada para nosotros. Pero lo que es peor, pensamos que “cumplir”, muchas veces, es simplemente hacer algo por obligación y listo. Pero el sentido que Jesús utiliza aquí es el de plenitud, es decir, algo bien positivo. Que Jesús diga que viene a dar cumplimiento a la Ley, es lo mismo que decir que viene a llevarla a su plenitud. Ya el motor principal del acatamiento de la Ley no debe ser la mera obligación, sino el amor. No se hace nada por el mero hecho de hacerlo nomás, sino por amor a Dios y por amor al prójimo. Por eso nos invita a que nuestra justicia sea superior a la de los escribas y fariseos: un cumplimiento desde el amor.

No matarás
Leyendo el Génesis, descubrimos que Caín mató a Abel luego de haberlo envidiado y de haberse irritado contra él. De alguna manera, Jesús advierte también lo mismo: “todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal”. El enojo es una de las pasiones más comunes en una sociedad agitada: nos enojamos por cualquier cosa que no responda a nuestro deseo de inmediatez, porque va contra nuestro deseo, porque no dormimos lo suficiente, porque vivimos preocupados por las cosas y no por los vínculos. Y terminamos siempre enojados, insultando, maldiciendo, condenando, hablando mal de otros a sus espaldas, juntándonos a tomar mate con cuero… ¡y cuidado con ser el primero en irte de una reunión familiar, porque te van a prender fuego la oreja!

Jesús no nos invita a ser chismosos ni mal llevados, no nos quiere amargados ni con cara de vinagre. Jesús nos quiere alegres, sencillos, humildes. Por eso nos dice: “si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.” Examinemos siempre cómo nosotros tratamos a los demás, y no cómo los demás nos tratan a nosotros. ¿Los trato con arrogancia y superioridad, o trato de ser apacible como Jesús lo es con nosotros? (¿Acaso no tiene Él más motivos para “enojarse” con nosotros, y sin embargo elige siempre perdonar nuestros pecados?) La caridad comienza siempre por nosotros, cristianos: tenemos la hermosa tarea de reflejar a Cristo en las relaciones que tenemos con los demás.

No cometerás adulterio

Jesús habla aquí directamente a los varones. Y no por hacer distinción de género, sino porque la sociedad de su época era muchísimo más machista que ahora. Jesús les dice: cuando miras con deseo a una mujer (y peor si es la esposa de un amigo), estás cometiendo adulterio. Y pensemos: ¿acaso no frivolizamos tanto estas relaciones de pareja, y terminamos lastimando sentimientos, rompiendo ilusiones, cosificando a las personas, cerrando las relaciones alrededor de uno mismo? Y me permito hablar aquí como varón que soy: parece que algunos varones creen que tienen el derecho de hacer todo lo que quieran, pero su pareja no. Y nos duele cuando les pagan con la misma moneda. Así, obran mal estos varones, obran mal estas mujeres, y todo se desmorona. Y entonces inventamos palabras absurdas para justificar nuestra inmadurez afectiva: hablamos de “poliamor” y de “relaciones libres”, cuando en realidad nunca hay un verdadero compromiso, creemos que todo es un juego de adolescentes y terminamos heridos, tanto varones como mujeres. Por eso, si queremos materializar esta Palabra de Jesús, deberíamos empezar a pensar un poco más en la relación que entablamos con una persona que nos gusta, saber distinguir si lo que pretendemos es algo más que “andar”, y seguir un sabio consejo de un padre espiritual: “cuidar al otro de nosotros mismos”. La verdadera relación de pareja (noviazgo o matrimonio) se caracteriza por procurar siempre el bien del otro, incluso antes que el nuestro. Y no se basa nunca en deseos egoístas ni en dominaciones: se trata de que el otro sea totalmente libre para elegir estar conmigo.

Invitación

La invitación para esta semana es buscar un huequito, preferentemente hoy, para dejarnos interrogar por Cristo. Que hagamos un pequeño examen de conciencia, en el que pongamos frente a nosotros mismos la verdadera motivación de nuestros vínculos.

Acrecentar lo bueno en ellos, y mejorar lo que está mal. Y, sobre todo, tratar de percibir
cómo la caridad, es decir, el amor que busca el bien del otro, está presente de alguna u
otra manera en nuestra vida cotidiana.

Veamos, al fin y al cabo, cómo reflejamos al Señor en nuestra manera de relacionarnos con los demás, sobre todo con nuestros familiares y amigos. Ellos deben ser los primeros destinatarios de nuestro amor, y los primeros que merecen un pedido de perdón ante las ofensas.

¡Feliz domingo para todos! ¡Que Dios los bendiga mucho!

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