«Gracias querida Normal y felices 110 años formando soñadores como yo»

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Campamento en Las Casuarinas

Primer día de clases, subir los escalones de ingreso a ese inmenso edificio con un cosquilleo en la panza no es fácil de olvidar. Venía de una escuela chiquita, donde había dejado parte de mi corazón en cada uno de mis compañeros para emprender una nueva etapa, ninguno de ellos venía conmigo y me sentía sola ante este desafío.

Los días, meses y años pasaron volando, de pronto los largos pasillos, las escaleras, la sala de química, el salón de actos, el patio cubierto, la sombra del algarrobo, el kiosco de Krüeger formaban parte de mi vida cotidiana.

Las clases de las profes Marta Trejo, Delia Micol, María Inés Bravo eran mis preferidas y quizás iban marcando mi rumbo en lo que era el arte de escribir.

También me acuerdo de las profesoras «Pepita» Targa, «Pituca» Salvatierra; Nilda Martínez que transitaban sus últimos años de enseñanza para acogerse a la jubilación.

Y en los bulliciosos pasillos, en donde se prohibía andar corriendo, y que a veces incumplíamos, nos aparecía la profe María de las Nieves Salido de Martínez -la Vice rectora- que con su sola presencia ponía orden sin emitir una sola palabra.

A ella se sumaban el profe Leticio Suárez que todas las mañanas te daba los buenos días en el ingreso y la imponente presencia de la señora rectora Velia Russo de González que acompañaba en cada proyecto a aquella primera promoción del Ciclo Básico General (CBG).

No me olvido de mis otros profesores como Blanca Qüestas, Carmen de Coria, Virginia Jozami, Ivone Arredondo, Laura Yagüe, Norma Bueno, Mónica Manfredi, Ana Rojo, Sandra Capellari, Víctor Hugo Jiménez, Nidia Tobares, Claudia Ortiz, Manuel Valladares, Emilio Adle  y tantos otros que dejaron conmigo su tiempo y sus enseñanzas para siempre.

Párrafo aparte se lo dejo a mis compañeros con quienes disfruté horas de charla, trabajos en grupo, contraturnos casi a diario, miles de trabajo que eran desafíos, en un mundo donde no manejábamos aún la tecnología y nuestro ‘google’ eran las bibliotecas o ir a realizar entrevistas para nuestras investigaciones.

Transité cinco años por esos largos e interminables pasillos, subiendo y bajando las escaleras, llevando y trayendo maquetas y proyectos, pensando en cual sería mi futuro y de pronto me encuentro casi 27 años después escribiendo estas líneas y dándome cuenta que en el primer párrafo no escribí el nombre de la escuela en la que iniciaba la secundaria y ese error sin duda iba a ser corregido por mi profes de Lengua.

Pero lo hice a propósito, porque aquel que lea seguramente se dará cuenta que me refería a mi querida Escuela Normal «Doctor José Benjamín Gorostiaga» la que me formó durante cinco largos años y me enseñó que todos las metas son posibles con esfuerzo y mucho trabajo.

Gracias querida Normal y felices 110 años formando soñadores como yo.

Por Mariela Lizondo

 

1 Comentario

  1. Hermosas palabras Mariela, y tan sentidas… hasta hoy y hace 11 años qe terminé la secundaria me siento identificada, creo que todos los que pasamos por «LA NORMAL» sentimos eso al enfrentarnos con imponente edificio y de tanto prestigio, tantos profesores magistrales que tuvimos, cuántos ya no están. A mi me tocó entrar en ese edificio desde muy chiquita, antes del jardín ya transitaba esos pasillos. Y hasta el día de hoy se me hace nudo la garganta recordar mis andanzas por ahí

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