¿Podrá Hugo Moyano sostener su advertencia de que nunca admitirá suspensiones ni descuentos salariales? Sus palabras, primero a una radio y luego en una carta dirigida al ministro de Trabajo, tuvieron la clara intención de diferenciarse de una CGT que acordó con la UIA lo que él considera inaceptable. Y ubicarse como referente de una línea combativa, que es lo que más le gusta al líder camionero. Pero, ¿podrá sostenerse en esa posición?
La pregunta se torna más inquietante porque este jueves se conoció el Índice de Costos del Transporte del mes de abril elaborado por el Departamento de Estudios Económicos y Costos de la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (FADEEAC), la principal cámara del sector, y allí figura que los costos para el transporte de cargas se incrementaron un 7,6% en lo que va del año y que, a pesar de ser considerada una actividad esencial en el contexto actual de pandemia, la actividad continúa paralizada en un 70 por ciento.
Una mala noticia para Moyano, complementada con otra que surge del mismo estudio: los costos de personal y de neumáticos son los rubros que lideran el ranking mensual de aumentos.
“Más allá de este índice que elaboramos todos los meses como referencia del sector, hoy tenemos empresas de transporte de Jujuy hasta Tierra de Fuego que están trabajando a pérdida. Otras empresas, como las que están en las zonas petroleras, tienen los camiones totalmente parados. Nuestra preocupación aumenta día a día”, sostuvo Hugo Bauza, presidente de FADEEAC.
En la carta que le envió al ministro Claudio Moroni, Moyano se jactó de que la actividad del transporte de cargas está “en pleno funcionamiento” y que no hay casos de camioneros que estén sin tareas durante la cuarentena, algo que sucede en otros sectores y que justificó las suspensiones pactadas al calor del acuerdo alcanzado entre la CGT y la UIA.
Al jefe camionero le va a costar cada vez más sostener su advertencia y más todavía llegar en las mejores condiciones de su actividad para negociar la paritaria 2020 desde fines de junio. Los camioneros cerraron en febrero el convenio salarial de 2019 al acordar un 26,5% en dos tramos, a pagarse en febrero y abril, que absorbió las sumas fijas de $4.000 que otorgó la Casa Rosada. El incremento representó una mejora del 49,5% en un año que cerró con una inflación del 53,8%.
Pero Moyano suele tener tácticas y no estrategias, por lo que su decisión de dejar en off side a la CGT por las suspensiones y rebajas salariales parece fruto de un arranque de furia. El dirigente camionero siente un antiguo y profundo encono hacia el cotitular de la CGT Héctor Daer, que es recíproco, así como una necesidad de arrinconar a las autoridades de la central obrera porque 2020 es el año en que debería elegirse el nuevo consejo directivo cegetista.
El congreso de la CGT estaba previsto para agosto, pero el avance del coronavirus alteró el cronograma y, además, el Ministerio de Trabajo volvió a suspender las elecciones, asambleas y congresos en los sindicatos hasta el 30 de septiembre para evitar el movimiento de personas en la pandemia e incluso prorrogó por 180 días, a partir del 30 septiembre, los mandatos de los miembros de los cuerpos directivos, deliberativos, de fiscalización y representativos”.
Será un alivio temporario para una interna que vuelve a estar caldeada tras las críticas de Moyano a la CGT. Para quienes pilotean la central obrera, se trata de un intento desesperado de figuración del líder camionero porque “está más solo que nunca”. Para los fieles al moyanismo, es la confirmación de que dará pelea para que su sindicato vuelva por la puerta grande a la CGT.
El que se perfila para regresar a la grilla cegetista no es Hugo sino Pablo Moyano, que había abandonado la CGT en 2018 por las diferencias que tenían los camioneros con la conducción cegetista respecto de la estrategia para enfrentarse al gobierno de Mauricio Macri. Ahora, como una clara señal de que el hijo de Moyano está en carrera para volver, a la central, fue el dirigente canillita Omar Plaini quien instaló esa candidatura hace 24 horas: “(Pablo Moyano) Está dentro de los dirigentes jóvenes de una camada que viene detrás de nosotros y que estarían muy preparados para conducir los destinos de la central obrera, siempre sobre la base de un programa. Tiene las condiciones, es un hombre formado y tiene pertenencia de clase”, dijo el sindicalista.
Para Hugo Moyano, la secretaría general de la CGT es parte de su pasado. Y, aunque no lo fuera, parece improbable que quiera conducir una central obrera que deberá contener a los trabajadores en una de las peores crisis económicas de la historia argentina. Para dificultades, ya tiene bastante con el Club Independiente, más en rojo que nunca por una deuda a todo el plantel de 120 millones de pesos y un déficit que, según el último balance, asciende a unos 1.200 millones de pesos.
Moyano volvió a ubicarse en el centro de la escena sindical, primero con los elogios desmesurados que le dedicó Alberto Fernández al inaugurar por tercera vez el Sanatorio Antártida y ahora con las declaraciones envenenadas del camionero contra la conducción de la CGT, que revelarían su intención de diferenciarse y así sumar adhesiones para el regreso camionero a la CGT.
No deja de ser un problema para Alberto Fernández, que no podrá elegir ningún bando de esta batalla sindical porque, de hacerlo, se quedará sin algún peso pesado para la dura etapa de su gobierno que se avecina, aunque tampoco podrá mantenerse indiferente. ¿Decidirá intervenir para acercar a estos dos grandes enemigos y pacificar la pelea sindical de fondo?
Es improbable. Sabe que esa rivalidad comenzó en los noventa, cuando “los Gordos” (como los gremios de Sanidad y de Comercio) apostaron a la figura de Carlos Menem y a un modelo “empresarial” de gremialismo que incluyó la incursión en los negocios de las AFJP, y se expandió desde 2003, cuando Moyano fue el principal socio sindical de Néstor Kirchner y logró ventajas políticas y económicas a expensas (y en desmedro) de sus colegas. Por eso Alberto Fernández sabe muy bien de qué está compuesta esa mala relación: de rencor, esa sustancia inalterable que suele dominar al mundo sindical.