El presidente, Alberto Fernández, sostuvo los últimos días que el Gobierno está preparándose para «el día después» de la pandemia pero ahora le encargó a su equipo que se concentre en el discurso del día siguiente al cierre de las negociaciones con los bonistas internacionales, atento a evitar el problema sanitario pero también con un ojo en la economía sigue en picada, en lo que constituyen los dos frentes principales de la gestión en este momento.
El Presidente sostuvo ayer junto al gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, que “va a haber un día después de la pandemia y vamos a estar de pie” en clara referencia al reclamo de un sector de la sociedad que se manifiesta en contra de la extensión de la cuarentena por varias razones, entre las cuales pesa más que nada la difícil situación económica que atraviesan los sectores medios y populares del país, además de las cuestiones vinculadas a la estabilidad mental y emocional tras más de dos meses de encierro. Sin embargo, el día siguiente de las negociaciones por la deuda constituye el problema más grande que tiene la argentina después de la cuestión sanitaria.
Desde que Alberto Fernández asumió la presidencia sostiene que solucionar el tema de la deuda que dejó el macrismo es la prioridad y esto le ha servido de justificativo frente a las voces tanto dentro como fuera del Gabinete que sostienen que la gestión empezó tarde o que podría haber empezado con mayor firmeza.
Parte del discurso que se articula alrededor del «día después» de las negociaciones sostiene que al librarnos de la presión internacional podremos pensar en la gestión económica interna. El presidente sostuvo en varias entrevistas también que a raíz de la coyuntura desatada por la expansión del Covid-19 “el mundo cambió” y que habría cuarenta países con riesgo de entrar en default, lo que posicionaría a la Argentina dentro de una situación de crisis generalizada.
En este entorno de cambios a nivel mundial también mutó la estrategia frente a los bonistas. De esta forma podría incluirse en este nuevo plan pos negociación que se aceleren ciertos gastos en algunos sectores mientras se establecen tácticas más agresivas con los empresarios que no se mostraron dispuestos a colaborar durante la pandemia.
De llegarse a un acuerdo con los acreedores, los actores de Argentina contarían con una posición más fuerte frente a las negociaciones acerca de tasas de interés y financiamiento.
Es por esta razón que aún cuando hace algunos días el gobierno coqueteaba con la caída en default, hoy prefiere evitarlo en pos de la crisis sanitaria que se suma a la ya débil economía dejada por el macrismo. Es que el día después al cierre de negociaciones no solucionará rápidamente ninguno de los problemas económicos pero sí será una carta políticamente importante jugada por Alberto Fernández para que renazcan las expectatitvas positivas, como pasó fugazmente al inicio de su administración.
Ésto, dicen Hacienda, podría incluso jugar en contra del buen estado de las negociaciones con los acreedores, ya que al principio mostraba menos preocupaciones con una ruptura de las negociaciones, pero a medida que pasó el tiempo quedó más vulnerable a que, si se da ese escenario, las críticas serían más duras. En este contexto de dinámicas tan ágiles, en la Rosada no descartan que la fecha consignada para el martes 2 de Junio se pueda estirar al menos diez días más.
Fuente: Telam