Colás de Meroño, por entonces una niña de 11 años, fue rapada a la fuerza en escarmiento por ser la hija de un «fusilado por rojo».
Tras el asesinato de su padre, regresó a la Argentina junto a su madre y su hermano. A sus 14 años se puso de novia con Francisco Meroño, trabajador textil en la empresa Grafa, con quien luego se casaría y tendría una hija: Alicia.
El hombre de su hija lo había elegido porque obligaba a sonreír al pronunciarla, explicó una vez la mujer. «Mirá, probá: A-li-cia», ensayaba en un reportaje.
Alicia Meroño fue secuestrada y desaparecida el 5 de enero de 1978 , a los 31 años, cuando estaba en una vivienda de la calle Benito Juárez, en Villa Devoto.
Desde entonces su madre nunca dejó de buscarla y conformó la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Junto a sus compañeras se entrevistó con líderes mundiales como Fidel Castro, Yaser Arafat, el subcomandante Marcos en plena selva de Chiapas, Luiz Inácio Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez.
Porota solía definirse como anarquista, siguiendo la línea de su padre.
Una vez contó que la primera vez que fue a la Plaza de Mayo, para sumarse a las protestas de las mujeres que reclamaban por la aparición de sus hijos, compró «un pañuelo de los que se usan para bailar», se lo puso en la cabeza y se sentó en un banco.
Entonces, relató, se acercó una mujer que participaba de la manifestación y le preguntó: «¿A vos quién te falta?»
«Yo lloraba y le contesté ‘mi hija’, y ella me dijo ‘acá no se viene a llorar, se viene a luchar, así que levántate y vamos'», recordó Porota. «Nunca más la vi ni supe quién era», reveló sobre aquella mujer que la arengó a sumarse a la lucha colectiva de las Madres.
La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, recordó a su compañera de militancia como «una de las Madres que había pasado dos veces por la tortura y el horror: estuvo en la Guerra Civil española, donde fue fusilado su padre por ser antifranquista y revolucionario».
La anécdota de cuando la raparon estaba fresca en su memoria a pesar de sus 95 años, explicó Bonafini. «Siempre contaba eso, y siempre hablaba de su Lodosa (la localidad española en la que había vivido durante su infancia, en Navarra). Luego viene acá y cuando estaba bien, feliz, casada con su hija y sus nietos, le secuestran a su hija: y entonces España se le vino de vuelta a la cabeza».
«Así somos las Madres, estamos lo más enteras que podemos, cada vez que se va alguna se nos va un pedazo de nosotras mismas: pero sabemos el compromiso que tenemos con nuestros hijos y debemos seguir», expresó en su despedida.